Vigesimocuarto Día
Mientras la Orden de
Predicadores se desarrollaba de acuerdo a los planes de los Señores de Tharsis,
algo terrible iba a ocurrir en España: el regreso de Bera y Birsa. Y poco
faltó, Dr. Siegnagel, para que aquel acontecimiento no significara el fin de la
Casa de Tharsis. A continuación, mostraré cómo sucedieron los hechos.
Recuerde, Dr., que la
antigua Onuba, ciudad mayor de la Turdetanía, se encontraba desde el siglo VIII
bajo la dominación árabe, quienes la denominaban “Uelva”. En el año 1011 era
cabeza de uno de los Reinos de Taifas, siendo su primer soberano Abu-Zaíd-Mohammed-ben-Aiyub,
seguido de Abul Mozab Abdalaziz; pero en 1051 fue prontamente anexionada al
Reino de Sevilla y así permaneció hasta 1248. Como ya expliqué, durante esos
siglos de ocupación árabe la Casa de Tharsis sobrevivió sin problemas y alcanzó
un envidiable poderío económico; la Villa de Turdes, cuya existencia dependía
en lo esencial de las propiedades que los Señores de Tharsis explotaban en la
región, había crecido y prosperado bastante, contando entonces con unos tres
mil quinientos habitantes; aparte del núcleo directo de la familia
Tharsis-Valter, que habitaba la residencia señorial y se componía de unos
cincuenta miembros, vivían en la Villa de Turdes varias familias del linaje de
la Casa de Tharsis pero de líneas sanguíneas colaterales. Así, pues, en el año
1128, cuando Bera y Birsa celebran el Con-cilio Golen de Monzón, el Reino de
Huelva estaba subordinado al Taifa de Sevilla.
El Rey de Castilla y León,
Fernando III el Santo, reconquista Sevilla en 1248 pero muere allí mismo
en 1252; su hijo, Alfonso X el Sabio, completa la campaña
conquistando en 1258 el Algarve y las plazas de Niebla y Huelva. Dio el Rey
esta región como dote de su hija natural Beatriz, quien la unió a la corona de
Portugal al casarse con Alfonso III. Como tal anexión lesionaba los
derechos antiquísimos que la Casa de Tharsis tenía sobre la región, la Corona
de Portugal compensó al Caballero Odielón de Tharsis Valter con el título de
“Conde de Tarseval”. En verdad, en el Escudo de Armas que Portugal entregó a la
Casa de Tharsis, se hallaba inscripta en jefe la leyenda: “Con. Tars. et Val.”, con la que se abreviaba el título “Conde de
Tharsis y Valter”; la posterior lectura directa de la leyenda terminó por
aglutinar las sílabas de la abreviatura y formar aquella palabra “Tarseval” que
identificó a la Casa de Tharsis en los siglos siguientes. El diseño de aquel
blasón fue el producto de una ardua negociación entre Odielón y los Heraldos
portugueses, en la que el nuevo Conde impuso su punto de vista apelando a la
diferencia de lengua y a una explicación antojadiza de los emblemas
solicitados. Suponiendo que en la antigua Lucitanía nada recordaban ya sobre la
Casa de Tharsis, reclamaron el grabado de muchos de los Símbolos familiares en
el Escudo de Armas: y ellos fueron aceptando, así, la presencia de los gallos
como “representación del Espíritu Santo a diestra y siniestra de las Armas de
Tharsis”; al barbo unicornio, animal quimérico, como “el símbolo del Demonio
que rodea el ombligo de la Casa de Tharsis”; a la fortaleza en el ombligo como
“equivalente a la antigua Propiedad de la Casa de Tharsis”; a los ríos Odiel y
Tinto como “propios del país y necesarios para definir la escena”; etc.; y,
finalmente, incluyeron la imagen de la Espada Sabia “como expresión de la Dama,
a la sazón la Virgen de la Gruta, a la que los Caballeros de Tharsis estaban
consagrados”; sobre la hoja, los
Heraldos grabaron el Grito de Guerra de los Señores de Tharsis: “Honor et Mortis”. El siguiente Rey de Castilla y León,
Sancho IV, reintegró la región de Huelva a la Corona de Castilla e
instaló como Señor a D. Juan Mate de Luna, pero asimiló el título y las Armas
de la Casa de Tharsis a dicho Reino. Como veremos enseguida, el Condado de
Tarseval, víctima de gran mortandad años antes, estaba entonces enfeudado por
un Caballero catalán, quien había cedido derechos de su floreciente Condado
mediterráneo a cambio de aquellas lejanas comarcas andaluzas.
Había transcurrido más de un siglo desde que Bera y
Birsa ordenaron a los Golen ejecutar dos misiones: cumplir la sentencia de
exterminio que pesaba sobre los Cátaros y edificar un Castillo Templario en
Aracena. La primera “misión”, como se vio, fue llevada a cabo con esmero
por los Golen Cistercienses; sobre la segunda, en cambio, aún no se había
avanzado nada. Mientras Fernando III el Santo reconquista Sevilla en 1248,
y su hijo Alfonso X el Sabio se apodera en 1258 del Algarve
y Huelva, el Rey Sancho II de Portugal, poco antes de morir en
1248, conquista Aracena, plaza que pasa a integrar la Corona de Castilla en
1252. Es de suponer entonces la premura con que actuaron los Templarios desde
el momento mismo en que se reconquistó la plaza de Huelva. Ya en 1259 habían
obtenido una cédula de Alfonso X que los autorizaba “a ocupar un predio
en la sierra de Aracena y fortificarla convenientemente, a los efectos de
albergar y defender una guarnición de 200 Caballeros”. Sin embargo, años antes
que tal cédula fuese emitida, los
Templarios habían localizado la Cueva de Odiel, trazado los planos, y excavado
los cimientos del Castillo. Toda la Cadena de Aracena quedó por varios años
bajo control Templario, incluido el pueblo de Aracena y varias aldeas menores.
Pero los miembros del Pueblo Elegido que acompañaban a los Templarios en la
empresa, no venían a un lugar desconocido: el nombre de Aracena, en efecto,
procede de la raíz hebrea Arai que
significa montañas, siendo Arunda, la montañosa, sinónimo de Aracena. Esta
curiosa etimología no tiene nada de misteriosa si se piensa que la aldea fue
fundada por los comerciantes judíos que viajaban con los fenicios durante la
ocupación de Tarshish, 1000 años antes de la Era actual; luego fue llamada
Arcilasis por Ptolomeo; Arcena por los griegos; y Vriato, que resistió en ella
a las legiones romanas, la denominaba Erisana. Para los árabes fue Dar Hazen y,
a causa de la horrible comida que los sarracenos hicieron cuando los cristianos
tomaron por sorpresa la villa, la Caracena mora.
A partir de 1259, se
despacharon tropas hacia Aracena desde muchas plazas de España y aún de Francia,
de suerte que durante la construcción del Castillo permanecieron acampados
2.000 Caballeros asistidos por tres mil hermanos sirvientes. Aquellas fuerzas
se distribuyeron alrededor de las Colinas y ejercieron una rigurosa vigilancia
para impedir que los pobladores cercanos, de Cortegana, Almonaster la Real,
Zalamea la Real, u otras ciudades, pudiesen acercarse y observar las obras. Los Compañeros de Salomón, el gremio
masón controlado por el Cister, concurrió a solicitud del Gran Maestre pues,
aunque la Orden del Temple contaba con su propia división especializada en
construcciones militares, “esta” fortaleza tendría algo diferente. En primer
lugar, debía poseer una gran iglesia; y en segundo término, esa iglesia tendría
que tener una entrada secreta que comunicase sus naves con la Cueva
subterránea: era imprescindible así el concurso del Colegio de Constructores de
Templos.
El Colegio encomendó la
edificación de la iglesia al Maestro Pedro Millán. Este fue autorizado por el
feroz Papa Golen Alejandro IV, el mismo que en esos momentos
excomulgaba a Manfredo de Suabia y procuraba el exterminio de los Hohenstaufen
y la ruina del partido gibelino, a consagrar la iglesia al culto de la Virgen
Dolorosa. Tal advocación,
desde luego, no era casual sino que obedecía al plan Golen de sustituir a la
Virgen de Agartha, a la Divina Madre Atlante de Navután, por una Virgen María
Judía, que lloraba, estremecido su Corazón de Fuego por el dolor de la
crucifixión de su hijo Jesús: la Virgen
de Agartha, por el contrario, no lloró ni experimentó dolor alguno en su
Corazón de Hielo cuando su Hijo de Piedra se autocrucificó en el Arbol del
Terror y expiró, sino que se alegró y derramó Su Gracia sobre los Espíritus
encadenados, porque su hijo había muerto como el más valiente Guerrero Blanco
que se enfrentara a la Ilusión de las Potencias de la Materia. La
celebración del Culto a la Virgen del Dolor fue instituida, como no podía ser
de otro modo, por el inefable Papa Golen Inocencio III al introducir la
secuencia Stabat Mater en la Misa de
los Dolores, del Viernes de la Pasión de Jesucristo. El Maestro Pedro Millán
levantó, pues, para los Templarios, la iglesia de Nuestra Señora del Dolor,
patrona desde entonces de Aracena, advocación que contrastaba abiertamente con
la Virgen de la Gracia y la Alegría, Nuestra Señora de la Gruta, que se
veneraba en el vecino Señorío de Tharsis, o Turdes. Cuando el Templo estuvo
terminado, se depositó en su altar la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor,
que aún se conserva, y recibió de Urbano IV la jerarquía de Priorato de la Orden
del Temple.
Paralelamente, se
trabajaba febrilmente en la construcción del Castillo, alzado junto a la
Iglesia, a 700 mts. de altura, cercando con murallas y foso una plaza adyacente
a una torre mudéjar. Cinco años después, la iglesia y el Castillo se
encontraban terminados y las tropas sobrantes, así como los hermanos
Constructores de Salomón, se retiraban tranquilamente de la zona; no obstante,
pasarían muchos años antes que los lugareños se atreviesen a acercarse a la
Colina del Castillo de Aracena.
Pero esta tarea no fue
todo lo que emprendieron los Templarios contra la Casa de Tharsis en esos años:
el Castillo de Aracena era una
obligación impuesta por los Inmortales, a la que habían dado fiel cumplimiento;
ahora esperarían pacientes el regreso de Bera y Birsa para que Ellos lo
empleasen en sus planes. Mas esa paciencia no significaba inmovilidad;
por el contrario, no bien que fueron reconquistadas las regiones en poder de
los árabes, la Orden se lanzó a una campaña
de ocupaciones en todo el país de Huelva, ora asentando guarniciones en
fortalezas y ciudades rescatadas, ora construyendo nuevas iglesias y
fortificando plazas. La distribución de tales ocupaciones no ocurría al azar ni
mucho menos sino que obedecía a una rigurosa planificación, cuyos objetivos no
perdían nunca de vista la necesidad de rodear a la Casa de Tharsis y conspirar
contra el Pacto de Sangre. Para recordar sólo los más importantes sitios de
esos despliegues vale la pena mencionar la cesión obtenida sobre el Convento de
Santa María de la Rábida, en Palos de la Frontera, frente a Huelva, del cual ya
volveré a hablar. O la posesión completa de Lepe, la antigua Leptia de los
romanos, situada a seis kilómetros de Cartaya, con el propósito manifiesto de
controlar la desembocadura del Río Piedras, por donde suponían que podrían
navegar secretamente los Señores de Tharsis. O el sospechoso interés por
residir en la insignificante Trigueros, a 25 kilómetros de Valverde del Camino,
muy cerca de Turdes, donde construyeron la iglesia parroquial que aún existe:
es que Trigueros, antigua población romana, se halla enclavada en medio de una
fértil y extensa campaña que constituía en tiempos remotos el corazón de la
tartéside ibera; en sus campos, se hallaban diseminados sabiamente decenas de
dólmenes y meñires, herencia del Pacto de Sangre, que los Templarios se
dedicaron en esos días a destruir prolijamente: sólo se salvó un dolmen en la
Villa de Soto, que puede visitarse hoy día, pues los Señores Moyano de la Cera,
de la Sangre de Tharsis y tradicionales fabricantes de dulces y mieles,
impidieron a los Caballeros de Satanás concretar su infame misión: Villa de
Soto se halla a 5 kilómetros de Trigueros y el dolmen se encuentra en la “Cueva
del Zancarrón de Soto”.
En la Casa de Tharsis,
como es lógico, aquellos movimientos no pasaron desapercibidos y obligaron a
los Señores de Tharsis a tomar algunas precauciones: fortificaron también la
Villa de Turdes y la Residencia Seño-rial, pues creían que los Golen se aprestaban
a lanzar una Cruzada contra ellos pretextando alguna herejía, quizá denunciando
el Culto a la Virgen de la Gruta; y estacionaron en la plaza una fuerza de
quinientos almogávares y cincuenta Caballeros, que era lo más que se permitía
armar al Conde de Tarseval para otros fines que no fuesen los de la
Reconquista. Lamentable-mente nada de eso sería necesario, pero los Señores de
Tharsis no acertaron, una vez más, a prevenir los planes diabólicos de Bera y
Birsa.
A todo esto, se preguntará
Ud., Dr. Siegnagel, qué fue de la Espada Sabia, desde el día en que cayó
Tartessos y las Vrayas la ocultaron en la Caverna Secreta. La respuesta es
simple: permaneció en la Caverna todo el tiempo, es decir, durante unos mil
setecientos años hasta ese momento. Se llevó a cabo, así, el juramento que
hicieron entonces los Hombres de Piedra: la Espada Sabia no sería expuesta nuevamente a la luz del
día hasta que no llegase la oportunidad de partir, hasta que los futuros
Hombres de Piedra viesen reflejada en la Piedra de Venus la Señal Lítica de
K'Taagar. Para ello, los Señores de Tharsis establecieron que una
Guardia debía permanecer perpetuamente junto a la Espada Sabia, lo que no
siempre fue posible debido a que sólo algunos Iniciados eran capaces de
ingresar en la Caverna Secreta. Como recordará Dr., la entrada secreta estaba
sellada por las Vrunas de Navután desde la Epoca de los Atlantes blancos y
resultaba imposible localizarla a todo aquel que no fuese un Iniciado
Hiperbóreo: las Vrunas eran Signos Increados y sólo podían ser percibidas y
comprendidas por quienes dispusiesen de la Sabiduría del Espíritu Increado, es
decir, por los Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura, por los Hombres de
Piedra, por los Guerreros Sabios. Sin embargo, salvo algunos cortos y oscuros
períodos, la Casa de Tharsis nunca dejó de producir Iniciados aptos para
ejercer la Guardia de la Espada Sabia.
Pero ya no eran tan
numerosos como en los tiempos de Tartessos, cuando el Culto del Fuego Frío se
practicaba a la Luz de la Luna y existía un Colegio de Hierofantes; en los
siglos siguientes, hubo que ocultar la Verdad del Fuego Frío a los romanos,
visigodos, árabes, y católicos, reduciéndose la celebración del Culto al ámbito
estrictamente familiar: inclusive, dentro de aquel ámbito familiar reservado,
se debía convocar sólo a quienes demostraban una conveniente predisposición gnóstica para afrontar
la Prueba del Fuego Frío, que en nada había cambiado y seguía siendo tan
terrorífica y mortal como antes. Salvo esos períodos que mencioné, durante los
que no hubo ningún miembro de la Casa de Tharsis capaz de ingresar en la
Caverna Secreta, lo normal era la formación mínima de dos Iniciados por siglo,
en las peores Epocas, y de cinco o seis en las más prolíferas.
Si el Iniciado era una Dama de Tharsis, se le daba el
título de “Vraya”, en recuerdo de las Guardianas iberas. Si se trataba de un
Caballero, se lo denominaba Noyo,
que había sido el nombre, según los Atlantes blancos, de los Pontífices
Hiperbóreos que en la Atlántida custodiaban el Ark, vale decir, la Piedra Basal, de la Escalera Infinita que Ellos
sabían construir y que conducía hacia el Origen. Es obvio que, para
cumplir con el juramento de los Hombres de Piedra, los Noyos y las Vrayas
tenían que convertirse en ermitaños, es decir, tenían que alojarse en la
Caverna Secreta y permanecer todo el tiempo posible junto a la Espada Sabia: y
nadie podría servirles porque nadie, más que ellos, podía entrar en su morada.
Pero aquella soledad carecía de importancia para los Iniciados: la renuncia y
el sacrificio que exigía la función de Guardián de la Espada Sabia era
considerado un Alto Honor por los Señores de Tharsis.
De acuerdo a lo referido
por quienes habían entrado y salido de la Caverna Secreta, el trabajo realizado
durante tantos siglos por los Iniciados que allí permanecían había dotado al
sitio de algunas comodidades. En efecto, aunque desde el principio se convino
en no introducir objetos culturales, lo cierto es que Noyos y Vrayas fueron
tallando pacientemente la piedra de la Caverna y modelaron sillas, mesa,
lechos, altar, y una representación de la Diosa del Fuego Frío. Y frente al
Rostro de Pyrena, ardía una vez más la Flama de la Lámpara Perenne.
Pero el Rostro de la Diosa
no surgía ahora de un meñir sino que estaba esculpido sobre una gigantesca
estalagmita verde. Tampoco existía un mecanismo que hiciese abrir los Ojos ya
que estos habían sido profundamente excavados y estaban siempre abiertos,
prestos a revelar a los Iniciados la Negrura Infinita de Sí Mismo. Frente al Rostro,
yacía el altar, que consistía en una columna cúbica rematada por dos escalones:
la superficie del escalón superior llegaba al nivel del mentón de la Diosa y,
sobre ella, había un agujero vertical en el que se introducía la empuñadura de
la Espada Sabia hasta el arriaz, de suerte tal que la misma quedaba parada y
alineada con la Nariz de la Diosa, como si fuese un eje de simetría del Rostro;
de ese modo, la Piedra de Venus, que estaba engastada en la cruz de la
empuñadura, aparecía en el centro de la escena, dispuesta para la
contemplación. En la superficie del escalón inferior, bajo el nivel de la
empuñadura, se hallaba depositada la Lámpara Perenne. Aquel sector de la
Caverna Secreta tenía forma de nave semiesférica, estando la estalagmita con el
Rostro de Pyrena en un extremo cercano a la pared de piedra; ésta aparecía
chorreada de lava y sales, mientras que el techo se presentaba erizado de
verdosas estalactitas; el piso por el contrario, había sido cuidadosamente
limpiado de protuberancias y nivelado, de manera tal que era posible sentarse
cómodamente frente al Rostro de la Diosa y contemplar, asimismo, la Lámpara
Perenne y la Espada Sabia con la Piedra de Venus.
Los alimentos necesarios
para subsistir los proveían los Señores de Tharsis manteniendo siempre colmada
la despensa de una Capilla que existía al pie del Cerro Candelaria. Tal
Capilla, que se había construido para los fines señalados, permanecía cerrada
la mayor parte del año y sólo era visitada por los Señores de Tharsis que allí
iban a orar en la mayor soledad: aprovechaban entonces para depositar los
víveres en un pequeño cuarto trasero, cuya única puerta daba a la ladera del
Cerro. Hasta allí bajaban furtivamente, preferiblemente por la noche, varias
veces por año los Iniciados para proveerse de alimentos. Normalmente hallaban
una acémila en un corral contiguo, con la que cargaban los bultos hasta la
entrada secreta y a la que luego dejaban libre, dado que el animal regresaba
mansamente a su cerco. Pero en otras ocasiones los Señores de Tharsis
aguardaban en la Capilla semanas enteras hasta que coincidía alguna de aquellas
visitas nocturnas: entonces, en medio de la alegría del reencuentro, los Noyos
o las Vrayas recibían noticias de la Casa de Tharsis; especialmente indagaban
sobre los jóvenes miembros de la familia, si alguno de ellos se preparaba
seriamente para la Prueba del Fuego Frío y si se advertían posibilidades de que
pudiese superarla. Nada preocupaba más a los Hombres de Piedra y a las Damas
Kâlibur que el no ser reemplazados por otros Iniciados, que la Espada Sabia
quedase sin Custodia. Los
Señores de Tharsis, por su parte, inquirían a Noyos o Vrayas sobre sus visiones
místicas: ¿no se había manifestado aún la Señal Lítica de K'Taagar? ¿habían
recibido algún mensaje de los Dioses Liberadores? ¿cuándo ¡Oh Dioses! cuándo
llegaría el día de la Batalla Final? ¿cuándo la Guerra Total contra las
Potencias de la Materia? ¿cuándo abandonarían el Universo infernal? ¿cuándo el
Origen?[1]
Siempre había ocurrido de
manera semejante. Hasta entonces. Porque desde que el Castillo de Aracena
estuvo terminado, a unas decenas de kilómetros del Cerro Candelaria, un halo de
amenaza pareció extenderse por toda la región. Hubo, pues, que extremar las
medidas de precaución para abastecer la Caverna Secreta y se redujeron al
mínimo los encuentros con los Iniciados ermitaños. En aquel entonces habitaban
la Caverna Secreta tres Iniciados: una anciana Vraya, mujer de más de setenta
años, que durante cincuenta años jamás abandonó la Guardia; un Noyo de cincuenta
años, Noso de Tharsis, que hasta los treinta fue Presbítero en la iglesia de
Nuestra Señora de la Gruta y ahora estaba oficialmente muerto; y un joven Noyo
de treinta y dos años, Godo de Tharsis, que cumplía la función de aprovisionar
la Caverna Secreta. Pero Godo, hijo del Conde Odielón de Tarseval, no era un
improvisado en cuestión de riesgos: llevado de niño a Sicilia por uno de los
Caballeros aragoneses que servían en la corte de Federico II,
fue paje en el palacio de Palermo y luego escudero de un Caballero Teutón en
Tierra Santa; nombrado a su vez Caballero, a los veinte años, ingresó en la
Orden de Caballeros Teutones y luchó cinco años en la conquista de Prusia;
hacía siete años que permanecía de Guardia en la Caverna Secreta, aunque pasaba
por estar aún combatiendo en el Norte de Alemania. Se trataba, pues, de un
guerrero experto, que sabía moverse con precisión en el campo de batalla: sus
incursiones a la Capilla eran cuidadosas y estudiadas, procurando evitar la
posibilidad de ser sorprendido por el Enemigo. Esto lo aclaro para descartar el
caso de que un descuido fuese el responsable de lo que aconteció luego.
Lo cierto es que el
Enemigo conocía aquel sitio y esto no lo ignoraban los miembros de la Casa de
Tharsis: según la saga familiar, en efecto, en el lugar donde se levantaba la
Capilla del Cerro Candelaria, los Inmortales Bera y Birsa habían asesinado a
las Vrayas mil setecientos años antes. De allí que los Señores de Tharsis
pensasen en cambiar el punto de aprovisionamiento; pero la intensa vigilancia
que mantenían sobre Aracena no revelaba movimiento alguno en dirección de la
Capilla y las cosas siguieron así durante los cuatro años siguientes. Cada tres
o cuatro meses el Noyo Godo descendía de la sierra en forma sorpresiva e
imprevisible y procedía a transportar las provisiones a la Caverna Secreta; y
solamente una vez al año establecía contacto con alguno de los Señores de
Tharsis. Pero las noticias eran invariablemente las mismas: los Templarios no
efectuaban ningún movimiento en aquella dirección. Mas, aunque no actuasen,
ahora estaban allí, demasiado cerca, y su presencia constituía una amenaza que
se percibía en el ambiente.
Naturalmente, los
Templarios no actuaban porque estaban esperando a los Inmortales. Y Aquellos,
finalmente llegaron, ciento cuarenta años después del asesinato de Lupo de
Tharsis en la Fortaleza de Monzón. Un barco de la armada templaria, proveniente
de Normandía, los desembarcó en Lisboa en 1268 junto al Abad de Claraval, el
Gran Maestre del Temple, y una custodia de quince Caballeros. El Gran Maestre
explicó a la Reina Beatriz que la expedición tenía por destino el Castillo de
Aracena, donde se iba a nombrar un Provincial, obteniendo todo su apoyo y la
consecuente autorización del Rey Alfonso III; la presencia de Bera y Birsa no fue
notada allí porque simulaban ser hermanos sirvientes y vestían como tales. Días
después los viajeros tomaban la antigua carretera romana que iba desde Olisipo
(Lisboa) a Hispalis (Sevilla) y pasaba por Corticata (Cortegana), a pocos
kilómetros de Aracena.
Ya en Aracena, los
Inmortales aprobaron todo lo hecho por los Templarios en cuanto a la
edificación del Castillo. En el interior de la iglesia, en el piso del ábside,
estaba la puerta trampa que comunicaba con la Cueva de Odiel: en verdad, la
Cueva no se hallaba exactamente abajo de la iglesia sino que había que llegar a
ella por un túnel en rampa, al que se accedía por una escalera de madera desde
el ábside. Pero Bera y Birsa pasaron por alto los detalles de la construcción
pues su interés mayor radicaba en la Cueva. La exploraron palmo a palmo,
durante horas, hablando entre ellos en un lenguaje extraño que sus cuatro
acompañantes no se atrevían a interrumpir; estos eran el Abad de Claraval, el
Gran Maestre del Temple, ambos Golen, y dos Preceptores templarios “expertos en
lengua hebrea”, vale decir, dos Rabinos, representantes del Pueblo Elegido. Al
parecer, la inspección había arrojado resultados positivos; eso lo adivinaban
por las expresiones de los Inmortales pues estos eran sumamente parcos en todo
lo que se refería a la Cueva y a su presencia allí. En todo caso, sólo hicieron
una solicitud: que se adaptase a cierta forma simbólica, que describieron con
precisión, el espejo de un pequeño lago subterráneo, el cual estaba nutrido por
un hilo de agua de ínfimo caudal. También se debía interrumpir momentáneamente
aquel afluente, desviando el erosionado canal de alimentación. Y había que
distribuir en determinados lugares, en torno del lago, siete candelabros
Menorah.
Vigesimoquinto Día
Los Inmortales
expusieron la situación actual al cisterciense, al Templario, y a los Rabinos:
el Supremo Señor de la Fraternidad Blanca, “Ruge
Guiepo”, y el Supremo Sacerdote, Melquisedec, habían recibido con disgusto
la traición de Federico II y su pretensión de erigirse en
Emperador Universal. Aquellos actos debilitaron el poder del papado e
impidieron hasta el presente concretar los planes trazados durante siglos por
los Golen: aún era posible el triunfo pero se debía obrar con mano dura;
eliminar de raíz toda posibilidad de oposición. La Cruzada contra los Cátaros había sido un éxito pero
llegó tarde para impedir la nefasta influencia del Gral. Por estas razones,
Ruge Guiepo ordenaba, en primer lugar, exterminar el linaje maldito de los
Hohenstaufen y desalojar a la Casa de Suavia de los Reinos sicilianos:
tales directivas ya les habían sido comunicadas al Papa Clemente IV. En segundo término, el Bendito Señor
mandaba ejecutar de inmediato la antigua sentencia que pendía sobre la Casa de
Tharsis: en la Fraternidad Blanca no se olvidaba que la Piedra de Venus de los
tartesios no pudo ser encontrada hasta entonces; y ahora no era posible
arriesgarse a la aparición sorpresiva de un nuevo Gral. La solución consistía
en eliminar ipso facto a sus
poseedores y posibles operadores.
El Amado de El Uno deseaba
que esta vez la misión de los Inmortales se aproximase a la perfección y por
eso les confió, en un gesto extra-ordinario, el Dorché, Su Divino Cetro: con él, según explicaban con excitación
los Inmortales, todo era posible. Aquel Cetro, de metal y piedra, formaba parte
de un conjunto de instrumentos que los Dioses Traidores fabricaron para los
Supremos Sacerdotes, cuando millones de años antes fundaron la Fraternidad
Blanca y se comprometieron a trabajar para mantener al Espíritu Increado
encadenado en el animal hombre y favorecer la evolución del Alma Creada. Con el
Dorché la palabra adquiría el Poder de la Palabra, y la voz se convertía en el
Verbo; todas las cosas creadas y nombradas por El Uno eran sensibles al Logos
del poseedor del Dorché; sólo lo no creado, o lo trasmutado por el Espíritu, no
resultaba afectado por el Poder del Cetro. Desde luego, el nombre que los
Inmortales daban al instrumento era otro, pero los franceses lo traducían como
mejor podían en la palabra “Dorché”.[2][1]
En resumen, El Anciano de los Días quería que no
hubiesen fallas en el nuevo intento de los Inmortales para destruir a los
Señores de Tharsis y los había dotado de un arma terrible: les había
transferido Su Poder.
¿Qué
harían con el Dorché los Inmortales? Procurarían desintegrar los fundamentos de
la Estirpe actuando sobre la sangre, sobre el mensaje contenido en la sangre. Y para eso
necesitaban una muestra de esa sangre, un representante del linaje maldito por
El Uno: a conseguir esa muestra irían los Inmortales en persona pues,
aclararon, los Señores de Tharsis eran seres terribles, a los que los
Templarios no podían ni soñar con detener. Para sorpresa de los Golen, pues el
Cerro Candelaria distaba varios kilómetros de Aracena, manifestaron su
intención de viajar a pie; pero el asombro fue mayúsculo cuando observaron los
siguientes actos de Bera y Birsa: se pararon uno frente al otro, separados por
la distancia de cinco o seis pasos, y se miraron fijamente a los ojos sin
pestañear; entonces comenzaron a pronunciar en contrapunto una serie de
palabras en lengua desconocida, a las que imprimían particular cadencia
rítmica; un momento después, ambos daban un prodigioso salto que los elevaba
por arriba de las murallas del Castillo. Se hallaban entonces en el patio de
armas y, al salir disparados, ganaron una altura mayor que los muros y se
perdieron en la noche. Los Golen corrieron por las escaleras hasta las almenas
y aguzaron la vista en dirección del horizonte; y observaron bajo la luz de la
luna, a una enorme distancia, dos puntitos que se alejaban a grandes saltos:
eran Bera y Birsa avanzando hacia la Capilla del Cerro Candelaria.
A partir de la llegada de
Bera y Birsa los hechos se sucedieron de manera vertiginosa, dejando
prácticamente sin capacidad de reacción a los Señores de Tharsis. Sólo quince
días tuvieron que aguardar los Inmortales en las inmediaciones de la Capilla
del Cerro Candelaria: al cabo de ese tiempo Godo de Tharsis, que inexplicablemente
no había notado la presencia de sus enemigos, se encontraba frente a Ellos. Al
comprobar que a pocos pasos de él se hallaban aquellos dos personajes vestidos
con hábitos de monje cisterciense, un impulso instintivo lo llevó a empuñar su
espada; pero nada más que ese gesto pudo realizar: con gran rapidez Bera
levantó el Dorché, pronunció una palabra, y un rayo color naranja golpeó en el
pecho del joven Noyo, arrojándolo a varios metros de distancia. Los Inmortales
tomaron entonces por los codos el desmayado cuerpo de Godo de Tharsis y, luego
de repetir la serie de palabras en contrapunto mientras se miraban fijamente a
los ojos, abandonaron el lugar realizando aquellos grandes saltos, que les
permitieron atravesar los kilómetros en cuestión de minutos.
Bera y Birsa iban a perder
algún tiempo tratando de obtener la confesión de Godo sobre la Clave de la
entrada secreta. Con ese propósito no lo asesinaron de inmediato y se dedicaron
a intentar lo que ya habían ensayado otras veces sin éxito: pero esta vez, con
más calma se concentraron en su estructura psíquica, tratando de leer en alguna
memoria el registro sobre el modo de entrar y salir de la Caverna Secreta. Sin
embargo, todo fue inútil nuevamente; ni la clave parecía estar registrada en su
mente; ni la más refinada tortura conseguía que el Noyo soltase la lengua. A
todo eso, los Señores de Tharsis recibían el triste anuncio de la desaparición
de Godo.
Apenas transcurridas doce
horas desde que salió de la caverna, el Noyo Noso comprendió que Godo ya no regresaría
y decidió dar aviso al Conde de Tarseval; se despidió entonces de la Vraya,
descendió del Cerro Calendaria, y se dirigió hacia la orilla del Odiel, donde
los Señores de Tharsis mantenían un pequeño bote para casos semejantes: una
hora después saltaba a tierra a dos kilómetros de la Residencia Señorial. Así
se enteró el Conde de Tarseval que su hijo Godo había sido secuestrado por los
Golen.
Si algún día decide
visitar Huelva, apreciado Dr. Siegnagel, segura-mente querrá conocer la Caverna
de las Maravillas y las Ruinas del Castillo Templario, en Aracena. Para ello
tomará la carretera que pasa por Valverde del Camino, muy cerca del
emplazamiento antiguo de la Casa de Tharsis, y llega hasta Zalamea la Real;
allí es necesario bifurcarse por una carretera secundaria que va subiendo hasta
las Minas de Río Tinto, que fueron explotadas en tiempos remotos por los
iberos, y veinte kilómetros después llega hasta Aracena. Desde luego, no hay
ninguna razón turística que justifique el tomar por otro camino, a menos que se
desee viajar por mejores carreteras y se continúe en Zalamea la Real hacia
Jabugo, donde aquélla se empalma con la amplia ruta que va desde Lisboa a
Sevilla y sigue el antiguo trazado romano por el que llegaron Bera y Birsa.
Pero si ese no es el motivo y desea uno meterse en complicaciones innecesarias,
entonces puede ir por este último camino y prepararse para tomar una pequeña
calzada de Tierra, cuyo desvío se encuentra a unos dos kilómetros despúes del
puente sobre el Río Odiel. Allí es preciso conducir con cautela pues el sendero
está habitualmente descuidado, cuando no completamente intransitable; se
suceden un par de aldeas de nombre incierto y algunas granjas poco prósperas,
habitadas por gente hostil a los extranjeros: si a alguien se le ocurre
internarse por aquellos parajes deberá ir dispuesto a todo pues ninguna ayuda
podría esperar de sus pobladores; ¡parece mentira, pero setecientos años
después aún perdura el temor por lo sucedido en los momentos que estoy
refiriendo! No es exageración, en toda la región se percibe un clima lúgubre,
amenazador, que se acentúa a medida que se avanza hacia el Norte; y los
aldeanos, cada vez más hostiles o francamente agresivos, conservan numerosas
leyendas familiares sobre lo ocurrido en los días de la Casa de Tharsis, aunque
se cuidan muy bien de hacerlas conocer a los extraños. El temor radica en la
posibilidad de que la historia se repita, en que vuelva a caer sobre el país el
terrible castigo de aquellos días. Por eso no hay que trabar conversación con
ellos, y mucho menos hacer alguna pregunta concreta sobre el pasado: eso sería
un suicidio; luego de estremecerse de terror el interrogado, sin dudas,
montaría en cólera y atraería con sus gritos a otros aldeanos; y entonces, si
no consigue escapar a tiempo, sería atacado entre todos y tendría suerte si
logra salvar la vida.
Después de recorrer unos
dieciocho kilómetros, muy cerca ya de Aracena, se arriba a un diminuto valle
elevado, situado en el corazón de la Cadena de Aracena. Existe allí una aldea a
la que hay que atravesar muy rápido para evitar las pedradas de los niños o
algo peor; es un pueblo del siglo XV
y no parece haber evolucionado mucho desde entonces: la mayoría de las casas
son de piedra, con las aberturas enmascaradas en madera trabajada a hacha, y
tejados de pizarra despareja; y muchas de tales viviendas se encuentran
deshabitadas, algunas totalmente destruidas, mostrando que una creciente
decadencia y despoblación afecta a la aldea, y que sólo la tenacidad de las
familias más antiguas ha impedido su extinción. Su nombre, “Alquitrán”, le fue
impuesto en aquella Epoca y constituye una especie de maldición para los
pobladores, que no consiguieron jamás sustituirlo por otro debido a la
persistencia que tiene entre los habitantes de las aldeas vecinas. El origen
del nombre está dos kilómetros más adelante, casi al terminar el valle, donde
un descolorido cartel expresa en latín y castellano “Campus pix picis”, “Campo de la pez”.
Lógicamente, es inútil
buscar la pez allí porque tal denominación procede del siglo XIII, cuando sí hubo mucha pez en ese
campo, o por lo menos algo que se le parecía: de allí el nombre del cercano
poblado de mineros, quienes al fundarlo en el siglo XV tuvieron que soportar el tenebroso nombre que le impusieron
sus vecinos y acabaron por aceptarlo con resignación. Mas ¿de dónde había
salido la pez que caracterizó aquel valle perdido entre montañas desiertas? Esa pez, ese alquitrán, Dr.
Siegnagel, es todo lo que quedó del ejército que el Conde de Tarseval levantó
para atacar el Castillo de Aracena y rescatar a su hijo Godo.
En aquel valle, en efecto,
el Conde Odielón acampó con sus tropas que ascendían a más de mil efectivos;
cincuenta caballeros, quinientos aguerridos almogávares, y quinientos hombres
de la Villa. Más que suficiente para atacar y arrasar al Castillo Templario que
sólo contaba con una guarnición de doscientos Caballeros; aunque los Templarios
tenían fama de luchar tres a uno, nada podrían con fuerzas que los
quintuplicaban. Todo lo que se requería para acabar con la amenaza Templaria, y
rescatar a Godo si aún estaba con vida, era evitar que el Castillo recibiese
refuerzos, y para eso sería fundamental dominar el factor sorpresa. De allí que
el Conde Odielón decidiese marchar hacia Aracena por un sendero de cornisa que
sólo conocían los Señores de Tharsis, y que pasaba por aquel pequeño valle
donde iban a acampar las horas nocturnas para caer por sorpresa al amanecer.
Pero el amanecer nunca llegaría para aquellos Señores de Tharsis.
Serían las once de la
noche cuando Bera y Birsa se aprestaron a consumar el Ritual satánico. El Noyo
yacía junto a la orilla del lago subterráneo, con vida aún pero desvanecido a
causa de la tortura recibida y de las múltiples mutilaciones sufridas: a esa
altura había perdido las uñas de manos y pies, los ojos, las orejas y la nariz;
y, como último acto de sadismo y crueldad, acababan de cortarle la lengua “en
premio a su fidelidad a la Casa de Tharsis y a los Atlantes blancos”.
Curiosamente no le aplicaron tormento en los órganos genitales, quizás debido a
la devoción que aquellos Sacerdotes sodomitas profesaban por el falo.
Pese a que las cuarenta y
nueve velas, de los siete candelabros, iluminaban bastante la Cueva de Odiel,
el aspecto de los seis personajes que se hallaban presentes era sombrío y
siniestro: el Abad de Claraval, el Gran Maestre del Temple, y los dos
Preceptores Templarios, estaban envueltos en un aire taciturno y fúnebre; su
inmovilidad era tan absoluta que hubiesen pasado por estatuas de piedra, si no
fuese por que el brillo maligno de sus ojos delataba la vida latente. Pero
quienes realmente infundirían terror en cualquier persona no avisada que
tuviese la oportunidad de presenciar la escena, eran los Inmortales Bera y
Birsa: estaban vestidos con unas túnicas de lino, ahora espantosamente
manchadas por la sangre del Noyo, y tenían puesto pectorales de oro tachonados
con doce hileras de piedras de diferente clase; pero lo que impresionaría al
testigo no sería la vestimenta sino la fiereza de su rostros, el odio que
brotaba de ellos y se difundía en su torno como una radiación mortífera; pero
no vaya a creerse que el odio crispaba o contraía el rostro de los Inmortales:
por el contrario, el odio era natural en
ellos; no se distinguiría en las caras de Bera y Birsa ni un gesto que
indicase por sí solo el odio atroz e inextinguible que experimentaban hacia el
Espíritu Increado, y hacia todo aquello que se opusiera a los planes de El Uno,
pues los suyos eran, íntegros, completos en su expresión, los Rostros del Odio. Un odio que ahora cobraría sus víctimas
sacrificiales, la ofrenda que Jehová Satanás reclamaba.
El Ritual, si se juzgaba
por los actos de Bera y Birsa, fue más bien simple; pero si se consideran los
efectos catastróficos producidos en la Casa de Tharsis, habrá que convenir que
aquellos actos eran el término de causas profundas y complejas, la
manifestación desconocida del Poder de “Ruge Guiepo”. Así se desarrolló el
Ritual: mientras Bera sostenía el Dorché con la mano izquierda, y el brazo estirado
a la altura de los ojos, Birsa levantaba la cabeza del Noyo tomando un puñado
de cabello con la mano derecha y colocando un cuchillo de plata sobre su oído
con la mano izquierda; dispuesta de ese modo la escena ritual, la cabeza de
Godo de Tharsis estaba suspendida a unos escasos centímetros del espejo de
agua; entonces, en una acción simultánea, evidentemente convenida de antemano,
Bera pronunció una palabra y Birsa degolló al Noyo de un hábil tajo en la
garganta; en verdad, la punta del cuchillo había estado apoyada en el oído
izquierdo del Noyo y, al sonar la palabra de Bera, describió una curva perfecta
que seccionó la garganta y concluyó en el oído derecho: literalmente, el Noyo
fue degollado “de oreja a oreja”; la
sangre brotó a chorros y se fue mezclando con el agua en tanto Bera seguía
recitando otras palabras sin mover el Dorché; poco a poco ocurrió el primer
milagro: el agua, que apenas se iba tiñendo con la sangre, comenzó a enrojecer
y a espesarse hasta que todo el lago pareció ser un inmenso coágulo; para
entonces, una luminosidad rojiza era despedida por el agua en forma de vapor,
un resplandor intenso, semejante al que emitiría un inmenso horno
incandescente; cuando toda el agua se hubo convertido en sangre, esto es,
cuando ya no caía ni una gota del cuerpo exangüe de Godo de Tharsis, Bera bajó
el Dorché y apuntó hacia el lago al tiempo que profería un espeluznante grito:
entonces el color del lago viró del rojo al negro y su substancia se transformó
en una especie de pez o alquitrán oscuro; y allí concluyó el Ritual. Cabe
agregar que tal substancia, semejante a la pez, no era otra cosa más que una
síntesis orgánica de un cadáver humano, como se obtendría tras un período de
evolución geológico de millones de años, pero acelerado en un instante con el
Poder maravilloso del Dorché. Aquella pez negra era, pues, la esencia de la
muerte física, el último extremo de lo que ha sido la vida y que se encuentra
escrito potencialmente en el mensaje de la sangre.
Pero la sangre es única
para cada Estirpe. Por eso la consecuencia buscada por la magia negra de los
Inmortales consistía en la propagación de aquella trasmutación a los restantes
miembros de la Estirpe, a los que participaban de esa sangre maldita, es decir,
a los Señores de Tharsis. Repitiendo lo dicho antes, si se ha de juzgar el Ritual de los Inmortales Golen
por los catastróficos efectos producidos en la Casa de Tharsis, habrá que
convenir en que ocultaba un gran secreto referente al poder del sonido, al
significado de las palabras, y a la función del Dorché. Porque, en el mismo
momento en que el lago de sangre viró de color y se trasmutó en brea negra, el
noventa y nueve por ciento de los miembros de la Casa de Tharsis exhaló el
último suspiro: sólo sobrevivieron los Hombres de Piedra, vale decir,
aquellos que habían trasmutado su naturaleza humana con el Poder del Espíritu.
Desde luego, entre ellos estaban el Noyo y la Vraya, pero ambos muy viejos para
procrear nuevos miembros de la Estirpe. Sin embargo, a cientos de kilómetros de
allí, otros Hombres de Piedra vivían aún y se encargarían de hacer cumplir la
misión familiar. Del resto de la Casa de Tharsis, no quedó nadie vivo para
contarlo.
Los centinelas almogávares
que custodiaban el vivaque del Conde de Tarseval comenzaron a inquietarse apenas
percibieron el zumbido; no podrían decir cuándo se inició, pero lo cierto es
que había ido creciendo y ahora llenaba todo el valle; empero, al tornarse
audible, los rudos guerreros creían reconocer, insólitamente, aquel sonido: era
el tono exacto, el sonido oscilante de
un enjambre de abejas, pero amplificado tremendamente por alguna causa
espantosa y desconocida. Mas el zumbido, pese a ser sorprendentemente anormal y
haber cobrado la intensidad capaz de producir aturdimiento, pronto fue
olvidado. Los centinelas, en efecto, advirtieron que algo grave ocurría pues un
alarido aterrador quebró la continuidad de aquella impresionante vibración; mas
tal grito no provenía de afuera sino de adentro del vivaque y no consistía en
uno sino en multitud de lamentos que habían coincidido en un instante: el
instante en que el agua del lago subterráneo se trasmutó en la sangre de los
Señores de Tharsis. Entonces todos los miembros de la Estirpe experimentaron un
calor abrasador mil veces más potente que el Fuego Caliente de la Pasión
Animal: y gritaron al unísono. Pero nadie alcanzaría a socorrerlos ya que
minutos después morirían “en el mismo momento en que el agua del lago se
transformó en brea negra”.
En cuestión de minutos
cesó el zumbido por completo y un silencio sepulcral se apoderó del valle. Y
entonces comenzó la locura para los escasos doscientos sobrevivientes del
ejército del Conde Tarseval: todos ellos eran almogávares oriundos de la región
de Braga, es decir, de Raza celta. Al principio el espanto los había
paralizado, mas aquellos temibles guerreros no eran propensos a huir en ninguna
cirscunstancia; el amanecer, en cambio, los sorprendió deliberando agrupados en
el centro del campamento: según las costumbres, ante la ausencia de los Señores
o Caballeros, eligirían un Adalid entre los suyos. Ese cargo recayó en un
sujeto que era tan valiente en la guerra como corto de luces fuera de ella,
conocido como Lugo de Braga. Aquel jefe se hallaba tan perplejo como el resto
por la súbita mortandad y,
luego de una prolija inspección por todas las tiendas y lugares donde habían
fallecido los guerreros, dedujo que la causa del mal era una peste desconocida: los cadáveres, en efecto, no
presentaban hasta el momento señal alguna que delatase qué clase de peste había
causado la muerte, mas ¿qué dudas cabían de que se trataba de una peste? ¡sólo
una peste, de acuerdo al criterio de la Epoca, era capaz de matar de esa
manera! Naturalmente, en la Edad Media la peste era temida como el peor
enemigo, fuera de aquellos que los Señores señalaban como tales y había que
enfrentar.
Los soldados habrían
escapado entonces, a no ser por la compro-metedora presencia de tantos Nobles
muertos; no podían abandonar impunemente al Conde de Tarseval porque serían
perseguidos por toda España; pero tampoco se podía transportar un cadáver
contaminado de peste; lo correcto, explicó Lugo, era vencer el miedo y dar
cristiana sepultura a los muertos. Así, dominando el temor al contagio que los
embargaba, los bravos almogávares fueron alineando los ochocientos cincuenta
cadáveres que iban a descender al sepulcro; planeaban excavar tres tipos de
tumbas: una fosa común para los almogávares, otra igual para los villanos, y
tumbas individuales para los Caballeros. Se encontraban entregados a esa tarea,
y a confeccionar las cruces, y a empacar lo que convenía regresar al cuartel,
cuando alguien descubrió la licuefacción de los cadáveres y lanzó el primer
grito de terror: ¡pix picis! ¡pix picis!,
es decir, ¡la pez! ¡la pez! En contados segundos corrieron todos junto a los
cadáveres y comprobaron que un increíble proceso de desintegración orgánica los
estaba reduciendo a un líquido negro y viscoso, semejante al betún, pero del
que se desprendía un jugo más liviano indudablemente parecido a la lejía negra:
de allí la ligera identificación con la pez, hecha por un obnubilado almogávar.
Pero un proceso tan brusco de descomposición de un cadáver era mucho más de lo
que podían soportar aquellas mentes supersticiosas sin relacionarlo con la
brujería y la magia negra. Por eso al correr todos, esta vez muy aprisa, hacia
las monturas, muchos que habían caído presa del pánico exclamaban: ¡bruttia! ¡bruttia!, es decir, ¡brea!
¡brea! y otros: ¡lixivía! ¡lixivía!,
o sea ¡lejía! ¡lejía! y, los menos, ¡pix
picis! ¡pix picis!, ¡la pez! ¡la pez!
Al llegar a la Villa de
Turdes, Lugo de Braga se halló con el asombroso espectáculo de que la pestilentia se le había adelantado.
Pero allí los estragos de la plaga eran tremendos: de los tres mil quinientos
pobladores de la Villa, quinientos murieron en el valle, junto al Conde de
Tarseval, y de los tres mil restantes sólo quedaban vivos quinientos, todos
procedentes de regiones y Razas diferentes de los iberos tartesios. Lo ocurrido
había sido análogo a lo sucedido en el campamento del Conde: primero el
zumbido, luego el grito, dado al unísono por todas las víctimas, y por último
la horrible muerte simultánea. Al parecer, allí la trasformación en betún era
más lenta, pero ya se advertían los síntomas en los cadáveres expuestos. Y nadie
sabía si aquella peste era contagiosa ni conocía sus síntomas previos. Lugo de
Braga decidió entonces huir de la región para siempre; pero antes, hizo lo más
razonable, reacción propia de la Epoca: se entregó al pillaje con sus
doscientos compañeros.
No existían ahora Señores
de Tharsis, ni Caballeros o Nobles, que defendiesen aquel patrimonio. Lugo de
Braga se dirigió a la Residencia Señorial y la saqueó a conciencia, mas no se
atrevió a incendiarla como re-clamaban sus hombres. Después se retiró a su país,
llevándose consigo una inmensa caballada
cargada de botín. Por supuesto, todos ellos serían perseguidos años más tarde
por ese crimen y muchos terminarían en la horca. Aunque nadie podía imaginarlo
entonces, cuando la peste se enseñoreaba de la Casa de Tharsis, aún quedaban
algunos de ellos vivos que luego re-clamarían lo suyo. Con esta excepción, la
mayoría de los miembros de la Casa de Tharsis habían muerto de la misma causa y
en la misma noche nefasta, en sitios tan distantes como Sevilla, Córdoba, Toledo
o Zaragosa.
Vigesimosexto Día
Dr. Siegnagel, habrá
de convenir conmigo en que los Imortales casi habían ejecutado con éxito la
sentencia de exterminio contra la Casa de Tharsis. Por lo menos así lo creían
Bera y Birsa, quienes se jactaban de ello frente a los Golen y Rabinos.
Aún se hallaban en la
Cueva de Odiel. El lago rebosante de betún, todavía burbujeaba despidiendo
nauseabundos olores. En primer lugar, se destacaba la fiera figura de Bera, el Inmortal a quien los Golen
denominaban Bafoel y los Templarios Bafomet, e idealizaban como expresión
del perfecto andrógino. Sin
soltar el Dorché, dijo en excelente latín:
–Al fin se ha extinguido
el linaje maldito de Tharsis. Ello alegrará al Supremo Sacerdote.
–Habéis contemplado un gran
prodigio, habéis visto en acción el Poder de YHVH Sebaoth –afirmó Birsa en el mismo idioma.
–¿Es esa, por ventura, la
Muerte del Cuerpo? –se atrevió a interrogar el Abad de Claraval.
–El asfalto, el betún, la
Muerte, y la Peste, son la misma cosa, somos Nos –respondió Bera con seguridad.
–¿Reconocéis esta
substancia? –interrogó a su vez Birsa, dirigiéndose al Rabino Nasi.
–Sí, afirmó éste. Es “betún de Judea”, el mismo que contamina el lago Asfaltitis, al que
nosotros denominamos Mar Muerto.
Los Golen y los Rabinos
sabían que Bera y Birsa habían sido los últimos Reyes de Sodoma y Gomorra. Y
sabían también cómo habían alcanzado tan alta jerarquía en la Fraternidad
Blanca: durante su reinado, en un momento de maravillosa iluminación, Ellos
descubrieron el Secreto del Supremo Holocausto de Fuego. Después cayó el Fuego
del Cielo que calcinó a aquellos pueblos y Bera y Birsa partieron hacia Chang
Shambalá, una de las Mansiones de Jehová Satanás y sus Ministros, los Seraphim
Nephilim. Así, pues, mucho antes que Israel existiese, cuando su simiente aún
estaba en Abram y nadie sacrificaba al Dios Uno, Ellos fueron capaces de
ofrecer a sus respectivos pueblos en holocausto para la Gloria de Jehová
Satanás.
El betún de Judea, evidente residuo de la aniquilación de sus pueblos, advino
por Ellos a la región del Mar Muerto. Pero tal Sacrificio les valió el ser
recibidos por Melquisedec, el Supremo Sacerdote de la Fraternidad Blanca, quien
los consagró en el Más Alto Grado de su Orden. ¿Qué Sacerdote del Pacto Cultural
no querría imitar a Bera y Birsa? –Oh; pensaban los cuatro presentes, ¿qué no
daría un Sacerdote por disponer algún día de un pueblo entero para sacrificar,
como habían hecho sin dudar Bera y Birsa? ¡Ese sería un Holocausto digno de
Jehová Satanás!
–¿Cuál es la Maldición de
Jehová Satanás para quien no cumple la Ley? –preguntó ahora Bera al Rabino
Benjamín.
–“Soltaré contra vosotros bestias salvajes. Os
castigaré siete veces por vuestros pecados. Traeré sobre vosotros la espada; os
refugiaréis en vuestras ciudades, pero Yo enviaré la Peste en medio de vosotros. Y os retiraré el sustento del pan”,
–sintetizó Benjamín, repitiendo a Isaías.
–¡Así está Escrito!
–confirmó con ferocidad Birsa–. ¡Ese sería el castigo para nuestra debilidad
pero también puede ser nuestra Fuerza! Debéis reflexionar sobre ello como
hicimos Bera y Yo hace milenios, cuando aún la Ley no estaba Escrita en la
forma que la habéis expresado. Entonces fuimos capaces de comprender el Secreto
del Supremo Holocausto y de llevarlo a cabo en Sodoma y Gomorra: por eso, y por
la Voluntad de Jehová Dios, ahora Nosotros somos la Peste. Debéis reflexionar sobre la Maldición con serenidad, os
aconsejamos. Porque solamente quienes tengan la calma para contemplar el
Principio y el Fin del Tiempo podrán comprender el Secreto del Supremo
Holocausto de Fuego, el Final de la Humanidad. Mas el premio de ese
conocimiento significa la inmortalidad del Alma, el Alto Sacerdocio, y los
Poderes que nos habéis visto aplicar. Reflexionad sobre ello, Sacerdotes:
Nosotros seis somos la Manifestación de Jehová y no debemos faltar a la Ley.
¡Pero podemos inducir a los Gentiles a que lo hagan para que la Maldición los
alcance, para que la Peste se
instale entre ellos: entonces será posible el Supremo Holocausto de Fuego!
–¡¿En qué consiste?!
–rugió el Abad de Claraval sin poderse contener.
–Allí está la respuesta
–dijo Bera, señalando con el Dorché el lago de betún–. Pero esto sólo lo
comprenderá quien entienda que la
nuestra es una guerra entre la Piedra y la Lejía. La Piedra, puesta al
Principio del Tiempo, es el Enemigo; y la Humanidad, puesta al Final del
Tiempo, es la Lejía, el Supremo Holocausto, la Purificación por el Fuego
Caliente que exige el Sacerdocio de Melquisedec.
No obstante la insistencia
de los Inmortales, ninguno de los cuatro comprendió que acababan de revelarles
el Secreto del Supremo Holocausto. Lo de la guerra entre la Piedra y la Lejía
se les antojaba harto misterioso. Sólo Nasi atinó a preguntar:
–¿Os referís a la Muerte
del Juicio Final, la Muerte Ardiente de los Condenados?
–¡No! Está Escrito que la
carne no morirá realmente, aunque el cuerpo se desintegre en la tumba, pues
todos los hombres resucitarán para ser juzgados de acuerdo a sus pecados. Ello
será posible porque el hombre
existe en muchos mundos a la vez, mundos que han sido y mundos que no han sido:
en algunos de tales mundos aún está vivo y en otros puede que haya perecido;
pero de esos mundos será extraído el cuerpo que vivirá nuevamente, quizá
por mil años, quizá por mucho más; unos serán condenados, sí, y morirán
definitivamente; pero otros vivirán de nuevo sobre la Tierra. No es, entonces,
a esa Muerte a la que nos referimos. En verdad hablamos de algo muy posterior y
concluyente: de la extinción de la
conciencia humana. El Final de la Humanidad llegará cuando el Fuego
Caliente abrase todos los mundos donde existe el hombre, y el Alma del hombre,
y sólo quede la Lejía por testigo. En ese momento nosotros, la Manifestación de
Jehová Satanás, habremos alcanzado la Perfección del Alma, la Divina Finalidad
proyectada desde el Principio. Pero no así los Gentiles, que ya no tendrán
razón para existir en los mundos, pues el objeto de su creación fue favorecer
nuestra perfección: será la Voluntad del
Altísimo que sus cenizas cubran la Tierra para que el Agua Salada del Cielo las
convierta en ríos de Lejía. ¡Oíd bien, Sacerdotes del Altísimo: cuanto
antes se calcine a la Humanidad, antes se acercará la Perfección para vosotros!
¡Convertid al hombre en Lejía y consumaréis el Supremo Holocausto que espera el
Creador al Final del Tiempo! –explicó Bera, haciendo gala de notable paciencia.
Y continuó hablando, pues
los cuatro Sacerdotes habían enmudecido. –Es la Fe en la Perfección Final que alcanzarán los
creyentes en Jehová Satanás mediante el Sacerdocio de Su Culto, la que obrará
los milagros más grandes. Si sois capaces de ver el Final habréis
adelantado el Final, la Perfección estará en vosotros y el momento del Supremo
Holocausto habrá llegado: vuestra Fe inquebrantable en la Perfección Final, y
la Comprensión del Final, traerá al Presente el Fuego Caliente del Final, que
calcinará al hombre imperfecto; y sobre sus cenizas lloverá luego el Agua y la
Sal del Creador; y el Signo Abominable
que está en la Piedra de Fuego será lavado con Lejía. Así ocurrió en
Sodoma, en Gomorra, y en otras diez ciudades del Valle de Sidim, cuando Birsa y
Yo alcanzamos la Perfección Final y
establecimos la diferencia con la imperfección de sus pueblos, logrando que
exhibieran públicamente su propia de-gradación: entonces descendió la Shekhinah de Dios, y los Angeles de Dios, y cayó el Fuego del
Cielo que redujo a cenizas a aquellos pueblos insensatos; y cayó después el
Agua y la Sal de Dios; y surgió el Lago Asfaltitis, el Mar del Betún de Judea,
el Mar Muerto; en verdad, el Mar de la
Lejía. Aquel fue, Sacerdotes, nuestro Holocausto a Jehová Dios. Pero aquel
Mar de Lejía no alcanzó para lavar el Signo de la Piedra: esa misión le está
reservada al Pueblo Elegido de Jehová Satanás, a la Raza Sagrada de El; cuando
Ellos sean entronizados sobre todos los pueblos gentiles de la Tierra, cuando
la Humanidad entera esté sujeta a su Gobierno Mundial, entonces habrá llegado
el momento del Supremo Holocausto. ¡Para eso debéis trabajar sin descanso, con
la Fe puesta en la Perfección Final, y el esfuerzo aplicado a conseguir la
Sinarquía Universal del Pueblo Elegido! ¡Sólo el Supremo Holocausto de toda la Humanidad por los Sacerdotes del
Pueblo Elegido producirá la lejía que lavará el Signo Abominable en la Piedra
de Fuego!
¡Todos nuestros
partidarios, los Grandes Sacerdotes, conocen este Secreto y han consagrado a
sus pueblos con la Señal de la Ceniza! ¡Hasta los Sacerdotes Brahmanes han
ungido a los arios con la Señal de la Ceniza, procurando cubrir el Signo Abominable
y aguardando que la Gracia del Cielo les conceda el agua que forme la lejía y
lave la Piedra de Fuego! ¡Por eso la ceniza ha sido siempre señal de dolor y
aflicción, signo del arrepentimiento y
de la penitencia: el hombre ungido con ceniza es quien pide misericordia
Divina, quien se arrodilla ante el Creador y solicita Perdón por sus pecados,
especialmente el más grande pecado, el de Ser Yo frente a el Uno que es todo,
pecado que sólo se puede lavar con lejía! ¡Los miembros del Pueblo Elegido
untan sus cabezas con ceniza en señal de penitencia, pero los Sacerdotes del
Cordero agregan agua bendita a la ceniza para crear la lejía del perdón de
Jehová. Mas nada salvará al hombre del Holocausto de Fuego y de la Ceniza y la
Lejía del Juicio Final! ¡Jehová advirtió hace milenios contra los falsos
Sacerdotes que emplean la ceniza del incienso para otorgar un falso perdón: sólo la ceniza humana constituye la lejía
que lava la Señal Abominable. Y Jehová prometió convertir en ceniza a los
falsos Sacerdotes que no respeten el necesario Holocausto de Fuego!
¡Repetid, Cohens de Israel, las palabras de Jehová!
El Rabino Benjamín repitió
en el acto.
–“Un Profeta llegó de Judá
a Betel, por mandato de Jehová, cuando Yeroboan estaba de pie junto al altar
para quemar incienso, y empezó a gritar contra el altar, por mandato de Jehová,
diciendo: ¡Altar! ¡altar! Así habla Jehová: Nacerá en la Casa de David un hijo
que se llamará Yosías. Este sacrificará sobre ti a los falsos Sacerdotes de los
lugares altos, a los que queman incienso sobre ti. Sobre ti, altar, quemará
huesos humanos, y los huesos de los falsos Sacerdotes. Y dio aquel mismo día
una señal, diciendo: Esta es la señal de que es Jehová quien habla: el altar se
romperá, y se derramará la ceniza que hay en él” [I Reyes, 13,1].
–¡Así está escrito! ¡Sólo
de ceniza humana se compone la lejía que reclama la Justicia de Jehová! ¡Y esa
es la ceniza de la verdadera penitencia, la que emplea Job cuando confiesa sus culpas ante Jehová!
No necesitó más que un gesto, Benjamín para
aclarar la cita:
–“Respondió entonces Job a
Jehová: Reconozco que todo lo puedes y que nada te resulta irrealizable, Soy Yo el que oscurece tus planes con
razones vacías de sentido. Sí; he hablado de lo que no entendía, de maravillas
que me superan y que ignoro. Escúchame, permíteme que hable; Yo te preguntaré,
y tú me enseñarás. Tan solo de oídas te conocía Yo, pero ahora mis ojos te ven.
Por eso me reconozco culpable, me
arrepiento en el polvo y la ceniza” [Job,
42].
–¡La Vaca Roja es el
Símbolo de la Humanidad consagrada a
Jehová para el Sacrificio Ritual de la ceniza y la lejía, para la elaboración
del agua lustral! ¡Jehová
habló a Moisés y al Supremo Sacerdote Aarón y les impuso del deber de
sacrificar la Vaca Roja de la Humanidad para purificar al Pueblo Elegido,
deber que sería ley perpetua de Israel! ¡Recordadlo, Cohen!
–“Habló Jehová a Moisés y
Aarón diciéndoles: El que haya quemado
la Vaca Roja lavará sus vestidos, bañará su cuerpo con agua y será impuro hasta
la tarde. Un israelita puro recogerá las cenizas
de la Vaca Roja y las depositará fuera del campamento en un lugar puro; y
estarán a disposición de los hijos de Israel para preparar el agua lustral. Es un sacrificio por el pecado. El que
recogió las cenizas de la Vaca Roja lavará sus vestidos y permanecerá impuro
hasta la tarde. Será ésta una ley perpetua para los hijos de Israel y para el
extranjero que mora entre ellos” [Números
19,9]. –Recordó sin error Benjamín.
–¡Y con esa agua lustral,
lejía sagrada surgida de la ceniza de la Vaca Roja de la Humanidad, Jehová
instituyó el Ritual de la Purificación del Pueblo Elegido! ¡Reproducid el
Ritual, Cohen!
–“Habló Jehová a Moisés y
Aarón diciéndoles: Para el israelita impuro se tomará ceniza de la víctima quemada en el sacrificio por el pecado,
y se verterá sobre ella agua viva dentro de una vasija. Un israelita puro
tomará un isopo, lo sumergirá en el agua lustral y rociará el Santuario de
Jehová y todos los muebles y personas que allí hubiere” [Números 19,11]. –Declamó Benjamín sin dudar.
–¿Y cómo se purifica luego
Tamar, a quien había violado su hermano Amnón?
–“Tamar se echó ceniza sobre su cabeza” [II
Samuel 13,19] –se apresuró a replicar Benjamín.
–¡Sólo la lejía lavará el
Signo Abominable! ¡Para ese pecado no hay perdón ni redención posible fuera de
la lejía: no bastan el arrepentimiento y la penitencia o la mortificación del
traje de cilicio! ¡Sólo después de la asperción con agua lustral, sobre la
ceniza, se pondrá el penitente el traje de cilicio! ¡Tal como hizo el Pueblo
Elegido al ser atacado por el asirio Holofernes, cuya cabeza fue cortada por la
Divina Judit!
Benjamín refirió la cita:
–“Todos los israelitas
invocaron con fervor a Jehová y se humillaron muy rendidamente ante él. Y todos
los hombres de Israel y las mujeres y los niños, los que habitaban en
Jerusalén, se postraron ante el santuario, cubrieron
de ceniza sus cabezas, y se presentaron con cilicios ante el Señor. Incluso
el Altar lo cubrieron de cenizas, y clamaron todos a una con fervor a Jehová” [Judit, 4,9].
–¡Ahora comprenderéis el
significado de esta ley antigua! ¡Los Sabios
de Sión, dijo Jeremías, han cubierto su cabeza de ceniza como signo de
penitencia! ¡Y luego, el Profeta, con palabras de Jehová, habla a su Esposa,
Israel Shekinah, y le advierte que no será fácil quitarse la mancha de la
Infidelidad!
Muy presto, Benjamín
recitó la metáfora de Jeremías:
–“La palabra de Jehová me
fue dirigida en estos términos. Ve y grita a los oídos de Jerusalén lo
siguiente: Desde antiguo quebraste tu yugo, tus coyundas has roto, diciendo: No
quiero servir, cuando sobre toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso te
echabas como prostituta. Yo te había plantado como cepa escogida, toda ella de
semilla genuina. ¿Cómo, pues, para mí te has cambiado en sarmientos silvestres
de viña bastarda? Aunque te laves con
nitro, y te eches cantidad de lejía, tu culpa sigue sucia ante mí –Oráculo
de Jehová Sebahoth”– [Jeremías 2,20].
–¡El Cordero también
ordenó al Pueblo Elegido arrepentirse en la ceniza y el cilicio, pero los
Gentiles tomaron la prevención al pie de la letra y han supuesto que es
sumamente sencillo quitarse la Señal Abominable; mas, para su impureza, no
habrá otra purificación que convertir a esos pueblos en lejía, como hicimos
nosotros para lavar la mancha de Sodoma y de Gomorra! ¡Eso también lo predijo
el Cordero! ¡Repetid, Sacerdote del Cordero!:
–“¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay
de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los mismos
milagros que en vosotras, ya hace tiempo
que, cubiertas de cilicio y en ceniza, se habrían convertido. Por eso, os
digo: En el día del Juicio Final habrá
menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti” [Mateo,11,21].
–¡Pero una vez sacrificado
el Cordero, sus mismos discípulos se arrepienten en el agua lustral!
–Sí, –afirmó el Abad de
Claraval–. Durante la Cuaresma, antes de la Resurrección, los penitentes
reciben la ceniza, y el agua bendita, y se arrepienten de sus pecados, se
confiesan, y esperan la salvación en el Juicio Final, pero ellos no entienden
que el Signo Abominable no puede ser lavado de ese modo, a pesar que el
Sacerdote les dice “acuérdate de que
eres polvo, y en polvo te vas a convertir”.
Aquí calló Bera, pero
Birsa agregó: –¡El momento del triunfo de lo Creado sobre lo Increado, del Ser
sobre la Nada, de la Luz sobre las Tinieblas del Alma, está cerca! ¡Pronto la
Sinarquía será una realidad y la Humanidad quedará de rodillas ante el Poder
del Pueblo Elegido! Habrá llegado entonces el tiempo de ablandar al hombre para
obligarlo a exhibir su imperfección y su bestialidad, aquella maldad primordial
que atesora en el fondo de su Alma. Será el tiempo de reemplazar a la Serpiente del Paraíso por el Dragón de Sodoma. ¡Recordad Sacerdotes que la Tentación de
la Serpiente hunde al hombre en el pecado pero deja intacta su función viril; y
que el hombre viril siempre puede elevarse de la miseria moral mediante la
guerra y el heroísmo, y caer en poder de los Enemigos de la Creación! El
hombre viril, el Guerrero, el Héroe, retrasará la concreción del Holocausto
Final: y no bastarán para impedirlo, la masificación e igualación de la
Humanidad a que la someterá la Sinarquía del Pueblo Elegido, y los vicios y
perversiones que en ella prosperarán por causa de la Tentación de la Serpiente,
si el hombre conserva su virilidad y logra convertirse en Guerrero y en Héroe,
si dispone de voluntad para rebelarse a los planes de la Fraternidad Blanca,
que es la Jerarquía de Jehová Elohim.
¡La Tentación de la Serpiente del
Paraíso nada puede contra esa luciférica determinación de Ser y Existir más
allá de los Seres Creados por El Dios Uno: sólo
el Dragón de Sodoma tiene el Poder
de quitar al hombre su virilidad; y sólo Nosotros, la Peste, sabemos convocarlo!
¡Responded, Cohens: ¿cuál es el Emblema de Israel?!
Frente a la inesperada pregunta,
Benjamín se apresuró a responder:
–Escrito está, por los
Profetas, que el Emblema de Israel es la
Paloma. “En pos de Jehová marcharán los Hijos de Israel: El rugirá como un
León, y ellos vendrán como una Paloma”,
dijo Oseas [Os. 7 y 11] pues Jehová
había ordenado, por boca de Jeremías: “Israel, sed como la Paloma que anida en el borde del abismo” [Jer. 48].
Prosiguió Birsa,
satisfecho con la respuesta de Benjamín:
–¡No olvidéis jamás,
Sacerdotes, que el Emblema de Israel es la Paloma, porque ese símbolo señalará
el Final de los Tiempos! Dije
antes que el momento del triunfo está cerca, que la Sinarquía del Pueblo
Elegido pronto será instaurada: entonces el Emblema de Israel será impuesto a
los hombres y habrá llegado la oportunidad de Nuestra intervención. Así se hará
pues así lo ha decidido la Fraternidad Blanca y lo ha aprobado Melquisedec, el
Supremo Sacerdote: en todo el mundo, miles y miles de Sacerdotes, y partidarios
de la Causa de Israel, se embanderarán con su Emblema; sólo los hombres viriles
se resistirán y buscarán escapar a la masificación social por medio de la
rebelión y la guerra: tratarán de fundar un Nuevo Orden Moral basado en la
Aristocracia de la Sangre, pero serán ahogados en su propia sangre; y Nosotros
responderemos al clamor de los que llevan por señal el Emblema de Israel; y
soltaremos entre los hombres al Dragón
de Sodoma; y el hombre perderá su virilidad y se ablandará, se tornará como mujer; aún cuando pueda procrear,
su voluntad de luchar será debilitada por un afeminamiento creciente que se
extenderá a toda la Humanidad; perplejos, muchos confundirán la moral sodomita
con un producto de la alta civilización, pero en verdad sucederá que el Corazón
dominará a la Mente y enervará a la Voluntad; al Final, todos acabarán
aceptando el modo de vida sinárquico; y el hombre sustituirá al Aguila por la
Paloma, a la Guerra por la Paz, al Riesgo heroico por la Comodidad pasiva.
¡Pero esa Paz de la Paloma, que disfrutarán con la Sinarquía del Pueblo
Elegido, será el camino más corto hacia el Holocausto Final en el que serán
sacrificados a Jehová Satanás, hacia el Océano de Lejía en el que serán
convertidos para lavar la Señal Abominable en la Piedra de Fuego! ¡Esta es la
“Peste” que la Maldición del Altísimo compromete para los que queden fuera de
la Ley!
De inmediato, como si sus
mentes estuviesen extrañamente sincronizadas, retomó la palabra Bera:
–¡Sí, Sacerdotes! ¡Que
sobrevenga la Sinarquía del Pueblo Elegido, que la Humanidad se embandere con
el Emblema de la Paloma, y Nosotros regresaremos a traer la Peste de la Muerte
Final, el Fuego Caliente y el Agua y la Sal del Cielo! ¡Pero seremos precedidos
por el Dragón de Sodoma, el Heraldo
que anunciará nuestra llegada! Vosotros habéis visto los extremos del proceso
en esta Cueva: la sangre, degradada con el agua, y el agua, transformada en
sangre; y tras el lago de sangre, la
Peste de la Muerte Final, el betún de Judea, la Lejía negra.
¡Decid, Sacerdotes de
Israel!: ¿Cuál fue la primer plaga
que Jehová envió a Egipto para imponer la Causa de Israel?
–¡El agua se transformó en
sangre! –afirmó Benjamín.
–¿Y cuál fue la última plaga, con la que se aseguró el
triunfo del Pueblo Elegido?
–¡La Peste en medio de los Gentiles! ¡La Peste ofrendó la vida de los
Gentiles a Jehová como holocausto por la próxima Gloria de Israel! ¡Sólo los
que estaban manchados con la Sangre del Cordero no fueron tocados por la Peste!
–¡Y ahora responded
vosotros, Sacerdotes del Cordero!: ¿Cuál será la plaga que traerá el Tercer
Jinete, al Final de los Tiempos?
–¡El agua se transformará
en Sangre! –respondió al instante el Abad de Claraval.
–¿Y cuál, la plaga del
Cuarto Jinete?
–¡La Peste en medio de los Gentiles! ¡El Fuego Caliente los abrasará y la Peste ofrendará sus
vidas como holocausto a Jehová por la próxima Gloria del Nuevo Israel y el
advenimiento de la Nueva Jerusalén! ¡Sólo quienes tengan la sangre del Cordero
y ostenten el símbolo de la Paloma no serán tocados por la Peste!
–¿Y qué vendrá después de la
Peste, cuál será la última plaga?
–¡La destrucción completa
y total de la Humanidad en un Mar de Azufre y Fuego! ¡Sólo el Nuevo Israel y la
Jerusalén Celeste sobrevivirán al Supremo Holocausto Final! –sostuvo
categóricamente el Abad de Claraval, indudablemente inspirado por el discurso
de los Inmortales.
Bera aclaró el significado
que se debía atribuir a aquellas respuestas extraídas del Apocalipsis de San
Juan.
–Reflexionad, Sacerdotes,
sobre esas Profecías y lo que nos habéis visto hacer en esta Cueva: de allí
surgirá el Secreto del Supremo Holocausto. El Agua, la Sangre, el Fuego
Caliente, la Muerte, la Lejía, la Peste,
Nosotros: he aquí el Misterio. De cómo la Maldición de Jehová Dios, que es
nuestra debilidad, puede ser nuestra Fuerza. Así fue y así será. ¡Si nos habéis
comprendido haréis Vuestras las palabras con que Jeremías condena a quienes se
apartan de la Ley: ellas representan nuestra
Fuerza sobre los Gentiles!
–“Dijo Jehová; a quienes queden fuera de la Ley les
tocará: el cautiverio, el hambre, la espada, la Peste” [Jer. 15].
–El Rostro del Rabino Benjamín resplandecía al repetir las cuatro formas de la
Maldición de Jehová, pues ahora encontraba llenas de nuevo sentido las palabras
del Profeta.
–Y sabréis entonces
–prosiguió imperturbable Bera– cuál es en verdad nuestra debilidad, Misterio que los Gentiles jamás deben
comprender.
Y agregó Benjamín las
palabras siguientes de Jeremías:
–“Advirtió Jehová al pueblo de Israel sobre cuatro
clases de males, frente a los cuales serían débiles: Cuidaos de la Espada, porque Ella os puede Matar; Cuidaos
de los Perros, porque Ellos os pueden despedazar; Cuidaos de las Aves del
Cielo, porque Ellas os pueden devorar; Cuidaos de las Fieras, porque Ellas os
aniquilarán” [Jer. 15].
–¡Así
está escrito! –Aprobó Bera.
–Y
contra esa debilidad poseemos cuatro remedios, que los Gentiles jamás deben
conocer –completó Birsa:
Contra la Espada, la Paz del Oro
Contra los
Perros, la Ilusión de la Rabia
Contra las
Aves, la Ilusión de la Tierra
Contra las
Fieras, la Ilusión del Cielo.
Aquello era más que
misterioso, y los Sacerdotes quedaron momentáneamente sumidos en profundas
reflexiones. El Gran Maestre del Temple, empero, que hasta entonces había
permanecido callado, pensaba en otra cosa:
–¡Oh, Tzadikim! –dijo–. Vuestras explicaciones constituyen la Luz más
Brillante para nuestro entendimiento y mucho estamos agradecidos por el
privilegio de oírlas. No quisiera abusar del favor que nos habéis dispensado,
solicitando aclaraciones que quizá no debéis dar; pero no puedo dejar de
manifestar que nuestro corazón se vería colmado de alegría si nos pudieseis
hablar algo más acerca de la Piedra de Fuego.
–Decís bien, Sacerdote; la
Piedra de Fuego encierra un Misterio muy grande. Os hablaremos de él, pero
seremos breves, pues ya es hora de
regresar a Oriente. –Era evidente que Birsa se expresaba en una clave
alegórica, puesto que los Inmortales no partirían hasta el día siguiente–. Pero
antes de irnos os hablaremos también de vuestra próxima misión, ahora que la
Simiente Maldita de Tharsis ha muerto, y será provechoso hacerlo en el marco de
ese Misterio. ¿Habéis traído el libro que os solicitamos?
–Tal como lo pedisteis, el
libro ha sido trasladado hasta aquí –afirmó el Abad de Claraval–. Se encuentra
en la biblioteca del Castillo, bajo custodia permanente de tres Caballeros,
quienes matarán a cualquiera que intente acercarse a él. También trajimos de
Claraval un maestro escultor clarividente, que aguarda en su celda nuestra
llamada.
–¡Subamos, entonces, a la
biblioteca! –ordenó Bera, mientras ocultaba el temible Dorché bajo su túnica.
Ascendieron por la puerta
trampa que conducía a la Iglesia de Nuestra Señora del Mayor Dolor y momentos
después se encontraron los seis en una sala cuyo mobiliario consistía de
estantes y mesas cubiertos de libros y rollos; varios atriles exhibían,
abiertos, algunos libros enormes, de hojas exquisita-mente ilustradas por los
monjes benedictinos y construidos con tapas incrustadas de oro y plata. De un
arcón reforzado con herrajes remachados y voluminosa cerradura, el Abad de
Claraval extrajo el Sepher Icheh y
lo depositó en una mesa mayor, con doble plano inclinado pero bien iluminada
por un candelabro central. A una seña de Birsa, los cuatro Sacerdotes se sentaron
frente al libro, en tanto que los Inmortales permanecían de pie, uno en cada
extremo del grupo.
–¡Abridlo en la página 12,
Lamed! –demandó Birsa.
El libro sólo contenía
imágenes, es decir, carecía de texto alguno, salvo las palabras distribuidas en
los dibujos. En la página solicitada quedó expuesta la representación de los
diez Sephiroth del Creador Uno en forma de Arbor
Philosóphica. Todos estaban pendientes de Bera, quien de inmediato tomó la
palabra.
Vigesimoséptimo Día
Como es sabido, Dr.
Siegnagel, el “libro sagrado” por excelencia, para los judíos, es la Torah, que esencialmente se compone de
los cinco libros del pentateuco tal cual los presentó el Escriba Esdras en el
siglo V A.J.C. Pero ésta es la Torah
escrita, Torah Shebikhtab, que debe
considerarse como una Doctrina profana, exotérica, puesto que su verdadera
“Sabiduría Divina”, Hokhmah, está
cifrada en la Escritura y no puede ser interpretada sin conocer las claves
criptográficas de la Cábala. Existe pues, también, una Torah oral, Torah Shebalpeh, que trata sobre estas
claves y constituye la Doctrina esotérica que conocen los miembros de la
“cadena cabalística”, shalsheleth
haqabbalah. El tema principal de la Torah es la revelación sinaítica, es
decir, la Hokhmah que Jehová, YHVH, revela a Moisés en el monte Sinaí
y que se sintetiza en el Decálogo de las Tablas de la Ley. Ahora bien, Moisés recibió las Tablas, Mocheh
Qibbel Thorah Mi Sinaí, en el monte Sinaí, y de este hecho debe arrancar
necesariamente la cadena cabalística ya que Cabbala procede del verbo qabbel
que significa recibir.
Empero, si la shalshleth haquabbalah
comienza en Moisés, hay que recordar que éste recibió dos Tablas de la Ley: sólo la primera contenía la
revelación de la “Sabiduría Divina”, Hokhmah,
objeto de la Doctrina esotérica de la Cábala; las segundas eran una síntesis
exotérica de aquéllas y fueron cifradas, como toda la Torah escrita. Según la
Cábala, las primeras Tablas procedían
del Arbol de la Vida, es decir, de la Inteligencia del Uno, Binah, en tanto que las segundas fueron sacadas
del costado del Arbol del Bien y del Mal.
El Arbol de la Ciencia del
Bien y del Mal, cuyo fruto había comido, fue la causa de la expulsión de Adán
del Paraíso: –“Dijo entonces Jehová
Dios: he aquí que el Hombre se ha hecho como uno de nosotros, por haber
conocido el Bien y el Mal. No sea que ahora alargue su mano y tome también del
Arbol de la Vida, coma de él y se torne Inmortal. Y le arrojó Jehová Dios del
Jardín de Edén para que labrara la tierra con la que fue creado. Echó, pues,
fuera al Hombre, y apostó al Oriente del Jardín de Edén, querubines armados con
Espadas de Fuego, para guardar el Camino del Arbol de la Vida” (Génesis, 3).
Por lo tanto, las segundas tablas están destinadas a aquellos que desean
redimirse del pecado de Adán pero que aún permanecen sujetos a él; las primeras, en cambio, revelan
la Hokhmah a quienes se han elevado
por sobre la condición humana, al “estado adámico”, y que merecen ganar la
inmortalidad que procede de Binah,
la Inteligencia del Arbol de la Vida: éstos sólo pueden ser, por supuesto, los
Más Altos Sacerdotes del Pueblo Elegido. Por eso Moisés veló al pueblo
la Hokhmah y sólo la comunicó a
Josué; Josué la trasmitió a los Ancianos de Israel y éstos a los Profetas.
Salomón ocultó las primeras Tablas en el Templo y selló mágicamente el
escondite, de tal modo que sólo pudieron ser halladas en el siglo XII
D.J.C. por los Templarios, quienes la transportaron a Claraval. Otros profetas,
no obstante, comunicaron verbalmente la Hokhmah
a los Sacerdotes de la Gran Sinagoga, que continuaron la cadena cabalística.
Luego del cautiverio de Babilonia ya no hubo Profetas en Israel y Esdras, el
Escriba, presentó al pueblo judío la Doctrina exotérica de la Torah escrita,
basada en las segundas Tablas de la Ley. Esa doctrina fue sostenida por los
Sacerdotes de la Gran Sinagoga, que entonces se llamaron Escribas, Sofrim, hasta llegar a los Tanaítas, Tannaim, del siglo I a
III D.J.C. Los grandes cabalistas de ese período, entre los que
sobresale Simeón ben Yohaí, llamado “La Lámpara Santa”, consiguieron trascender
la Torah escrita y obtener nuevamente la Hokhmah.
Posterior-mente, la Torah oral fue trasmitida por los Amoraítas, Amoraim, y Rabinos, Rabbí, hasta la Edad Media.
Aparte de la Torah
escrita, tres libros pueden considerarse como los más importantes para los
cabalistas judíos: el Sepher Ha Zohar,
el Sepher Yetsirah, y el Sepher Icheh. El Sepher Ha Zohar, o Libro del Esplendor, fue escrito por Simeón ben
Yohaí en el siglo II D.J.C., pero la
única versión existente desde el siglo XIII es la traducción al arameo efectuada
por el cabalista español Moisés de León. El Sepher Yetsirah, o Libro de la Formación, es más antiguo, y la
cadena cabalística tradicional hace remontar su origen a Abraham. Pero, de
lejos, el libro más secreto y misterioso, así como el más codiciado por los
cabalistas es el Sepher Icheh, o
Libro del Holocausto de Fuego, el cual se supone contemporáneo de Adán y
procedente, como el primer hombre, del Jardín de Edén. En verdad, el libro original habría sido escrito en el
Paraíso por el Angel Raziel para la instrucción de Adán, y su contenido sería
la Hokhmah misma; no se debe
confundir aquel libro místico, con el “Libro de Raziel”, escrito en el siglo XII
por el cabalista Eleazar ben Judah, de Worms, y basado en noticias de segunda
mano sobre las Tablas de Zafiro.
De acuerdo con la tradición rabínica, el verdadero
Libro de Raziel, Tablas de Zafiro
grabadas, habría sido robado del Paraíso por Rahab, Rey del Mar, y arrojado al Océano; luego, sería hallado por
los egipcios y permanecería durante milenios en poder de los Faraones. Moisés
lo llevaría consigo en el éxodo y lo legaría a Josué, de quien, siguiendo la
cadena cabalística, llegaría al Rey Salomón. Este obtendría su famosa
Sabiduría, Hokhmah, por la
interpretación de las Tablas de Zafiro del Libro de Raziel, mas, advirtiendo su
enorme poder, lo ocultaría en el Templo de modo que sólo los Templarios Golen
lo hallarían entre sus ruinas veintiún siglos más tarde. Es claro, Dr.
Siegnagel, a la luz de lo ya expuesto en esta carta, que las Tablas de Zafiro y las Tablas de la Ley son una y la misma
cosa; vale decir, que las primeras Tablas, con la Hokhmah procedente del Arbol de la Vida, no son otra cosa que el
Libro de Raziel cedido a Moisés en Egipto por los Sacerdotes del Pacto
Cultural. La explicación es la siguiente: Si despojamos al mito hebreo de su
disfraz cultural, resulta que Rahab
no es otro que Poseidón, “Rey del
Mar”, y legendario Gobernador de la Atlántida. Arribamos así a la
Atlántida, el “Jardín de Edén”, patria del “primer hombre”: de aquel “Paraíso
perdido” provenían los Atlantes morenos, fundadores de la jerarquía sacerdotal
egipicia. Después del cataclismo, Ellos habrían transportado a Egipto uno de
los “Libros de Cristal” que existían en la Biblioteca de Atlantis, el cual
contenía el registro de la Construcción del Universo por el Dios Uno, YHVH Elohim. Ese Libro de Cristal sería
el Libro de Raziel, en el que estaban grabadas las treinta y dos operaciones
ejecutadas por el Creador para construir el Universo: diez Sephiroth y veintidós Letras. Con otras palabras, las Tablas enseñaban, mediante signos, los veintidós sonidos y
medidas del alfabeto sagrado “empleado por el Creador Uno, YHVH Elohim”, del cual deriva el alfabeto hebreo, y la Forma
Cósmica adoptada por El para crear y sostener el Universo, es decir, los diez Sephiroth: es lo que se conoce como “el
Secreto de la Serpiente”.
En la Epoca de Moisés, los Sacerdotes egipcios
ignoraban el modo de interpretar las Tablas, pero recordaban que los Atlantes
morenos las habían dejado allí para ser entregadas al “Pueblo Elegido por El
Uno” como fundamento de una Alianza Divina. Moisés recibe secretamente,
entonces, las Tablas de Piedra y parte con su pueblo hacia el monte Sión, donde
Jehová celebra con su Estirpe la Alianza de Fuego, Berith Esch, y revela la Hokhmah
de las Tablas de la Ley: la
retribución exigida por Jehová al Pueblo Elegido consistiría, como se desprende
de las declaraciones de Bera y Birsa, en el Supremo Holocausto de Fuego,
Icheh, de donde toma nombre el libro
que los Inmortales solicitaron a los cuatro Sacerdotes en el Castillo de
Aracena.
Resumiendo, los Templarios hallaron las primeras
Tablas de la Ley, el Libro de Raziel, que posibilitó a la Iglesia Golen obtener
la Hokhmah para el Colegio de
Constructores de Templos y lanzar la revolución arquitectónica del gótico o gáulico. Pero, si bien el
desciframiento matemático cabalístico, es decir, gemátrico, del Libro de Raziel permitió conocer los secretos de la
Construcción del Cosmos, ciertas imágenes que en él se veían permanecieron incomprensibles para los Golen
cistercienses: fueron esas visiones, representadas simbólicamente por
los Rabinos y Sacerdotes Golen, las que constituyeron el Libro Sepher Icheh. Las figuras, referidas en
gran medida al Supremo Holocausto de Fuego, y tituladas en hebreo y latín,
recién comenzaban a ser comprendidas por los Golen a partir de las
explicaciones de Bera y Birsa.
Hoy en día, Dr. Siegnagel,
se cree que sólo existe un ejemplar
del Sepher Icheh, el cual se guarda
en una Sinagoga secreta de Israel, a la que sólo tienen acceso los Sabios de
Sión: Ellos no permiten que se realicen copias del mismo y sólo autorizan a los
más elevados Rabinos e Iniciados de la Cábala un contacto visual, estando
condenada con la muerte ritual cualquier representación o reproducción
posterior de lo observado. Sin embargo, fuera de ese ejemplar israelí, existe otra copia del Sepher Icheh: es la que secuestró en la Gran Sinagoga de Granada el
Inquisidor Ricardo “El Cruel”, Ricardo de Tarseval, es decir, el padre de Lito
de Tharsis, y que éste trajo a América en 1534. Se trata de una réplica
bastante fidedigna del libro Templario, fechada en Granada en 1333, es decir,
luego de la disolución de la Orden, y seguramente copiado del libro original
que los Golen y Rabinos se llevaron cuando huyeron de Francia. De esa edición
granadina, que durante siglos ha estado en un baúl de nuestra casa tucumana, es
el facsímil de la página 12 que le adjunto para mejor comprensión de las
descripciones de Bera y Birsa.
–¡Muy bien, Sacerdotes!
–exclamó Bera, mientras examinaba atenta-mente la figura que había quedado
expuesta en la página 12 del Sepher
Icheh –. Vuestra Orden ha realizado una Gran Obra al representar en imágenes
la Sabiduría del Libro de Raziel. Pero el peligro de que tal Hokhmah caiga en poder de los Gentiles
es enorme: debéis pues evitar las copias innecesarias de este libro y someter
el mismo al más riguroso control. ¿Qué sería de nuestros planes, que son los
Planes de YHVH, si los Gentiles recordasen el Secreto del Granado, del
Arbol Rimmón, práctica-mente
revelado por este dibujo? ¿Qué responderíamos si ellos supiesen nuevamente que un Granado era el Arbol de La Vida, el
Arbol del Paraíso al que no se permitió llegar a Adán para evitar que conociese
el Secreto de la Vida y de la Muerte? Ya los Gentiles saben que el Arbol de la
Ciencia del Bien y del Mal era un Manzano y lo han relacionado con la Rosa,
comprendiendo que se trata de una familia de plantas entre las que se cuenta también el Almendro; saben, así, que en
todas ellas hay distintas partes de un Mensaje
único, de una idea plasmada por el Creador Uno. Sin embargo jamás lograrán
relacionar el Granado con ningún otro Arbol para formar familia pues Rimmón es Arquetipo de la Creación: en
él se descubrirán elementos semejantes al de todas las restantes especies, pero
él mismo no se podrá derivar de ninguna otra; como YHVH, los abarca a todos con su Forma, pero él no es abarcado por
nadie. La misión que os encomendaremos tiene que ver con el Granado de la Vida,
pero especialmente se refiere a uno de sus Frutos, al Sephirha Binah, en el que
habréis de inspiraros para combatir a la atroz herejía de la Casa de
Tharsis.
–¡Sí, Sacerdotes! Aunque
la Estirpe de Tharsis ha muerto, subsiste aún el efecto de sus actos
luciféricos, de los cuales no es menor el Culto a la Virgen de la Gruta.
¡Contra esa impostura comenzaréis a luchar inmediata-mente, desarrollando el
ataque de acuerdo a las instrucciones que os daremos ahora! En este momento la
Historia, que El Muy Santo ha diseñado para el Pueblo Elegido, nos sonríe: pronto será instaurada en Europa la
Sinarquía Universal; luego surgirá el Gobierno Mundial del Pueblo Elegido,
durante el que se manifestará sobre la humanidad Gentil el irresistible Poder
del Messiah, por quien se ofrendará
el Holocausto de Fuego. Pero mucho antes que ese maravilloso acto se
concrete, os diría que en los presentes días, de ser posible, la Orden de Melquisedec levantará en el
Sefard de España un varón de la Casa de Israel dotado del Verbo de Metatrón; él poseerá la Hokhmah necesaria
para cerrar las Puertas que han abierto los Demonios Hiperbóreos y para abrir
las Puertas de los Palacios Celestiales, Hekhaloth, del Edén; el nombre
cabalístico de este Supremo Sacerdote es “Quiblón”. Quiblón estará dotado de gran Poder: se alzará de la nada y
arrastrará a España entera tras el Oro que él les ofrecerá en abundancia.
Ciega, como Perseo, España elevará su Espada y cortará Tres Cabezas de Medusa en
una guarida, allende el Mar Tenebroso, en un nuevo Tártaro, cuyo camino él les
enseñará.
–¡Prestad atención,
Sacerdotes, porque os estamos profetizando! ¡Es la Palabra de YHVH la que brota de nuestros labios!
Os lo repetimos: Quiblón será un enviado
del Cielo, un embajador de YHVH. Y debéis saber que esta región de Huelva ha
sido señalada por Melquisedec como asiento de la Embajada de Quiblón, como
puerto y escollera de sus mágicos viajes. Sí; la tierra donde se cometió el más
grande sacrificio posterior a la Atlántida, la tierra donde los Atlantes
blancos dieron comienzo a su luciférico plan destinado a predisponer al
Espíritu Increado para librar una Batalla Final contra la Bondad de El Creador
Uno, esta tierra, Sacerdotes, será redimida de su pecado, bendecida y
santificada, por el Triple Holocausto de Quiblón. Por eso os hicimos saber,
a su tiempo, que debíais ocupar La Peña
de Saturno: ¿lo habéis hecho?
–¡En efecto, Oh Divinos Aralim! –confirmó el Gran Maestre del
Temple, que aún aguardaba la explicación sobre el Misterio de la Piedra de
Fuego–. Apenas recibimos Vuestro mensaje, solicitamos la autorización papal y
nos apoderamos del Convento de la Rábida, con el fin de establecernos en el
sitio mismo de la Peña de Saturno.
–¡Pues bien, debéis saber, asimismo, que Rus Baal, o Peña de Saturno, es lugar consagrado a Binah, el Aspecto con el
cual YHVH se manifiesta como Gran Madre: cuando llegue Quiblón hasta ese lugar
sagrado, YHVH reflejará en él la Shekhinah y lo dotará del Verbo de Metatrón.
¿Cuántas veces descendió la Shekhinah a la Tierra?
–¡Diez
veces frente a Israel! –Se apresuró a
responder el Rabino Nasi:
Primera: en el Jardín de Edén:
“Y oyeron el rumor de los pasos de YHVH
Elohim, que se paseaba por el Jardín de la brisa del día, y el hombre y su
mujer se escondieron de la presencia de YHVH
Elohim por entre la arboleda del Jardín” [Génesis, 3,8].
Segunda: para observar la Torre
de Babel: “Bajó YHVH a ver la Ciudad y la Torre que estaban construyendo los hijos
de los hombres” [Génesis, 11,5].
Tercera: en Sodoma: “Dijo YHVH: voy a bajar, y veré si han obrado
en todo según el clamor que me ha llegado; y si no, lo sabré” [Génesis, 18,21].
Cuarta: en la Zarza Ardiente:
“Se le apareció YHVH en una Flama de Fuego, en medio de una zarza; y vio
Moisés que la zarza ardía en el fuego,
pero no se consumía” [Exodo, 3,2].
Quinta: en Egipto: “Yo he
bajado, en Egipto, para liberar a mi pueblo de las manos de los egipcios y
hacerle subir de ese país a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana
leche y miel, al lugar donde viven los Cananeos, los Hititas, los Amorreos, los
Perizeos, los Jiviveos, y los Jebuzeos” [Exodo,
3,8].
Sexta: sobre el Monte Sinaí: “YHVH bajó sobre el Monte Sinaí, sobre
la cumbre de la Montaña. Y YHVH
llamó a Moisés a la cima del Monte” [Exodo, 19,20].
Séptima: sobre los Ancianos: “YHVH descendió en la nube y le habló; y
tomó del Espíritu que había en El y lo puso sobre los setenta Ancianos. Tan
pronto como el Espíritu se posó en ellos comenzaron a profetizar; pero luego no
consiguieron hacerlo más” [Números,
11,25].
Octava: sobre el Mar Rojo: “El
inclinó los Cielos y descendió, densas nubes había debajo de sus pies” [II
Samuel, 22,10].
Novena: en el Santuario del Templo:
“YHVH me dijo: Esta puerta
permanecerá cerrada. No se abrirá, para que nadie entre por ella, porque YHVH, Dios de Israel, ha entrado por
ella; por eso permanecerá cerrada” [Ezequiel, 44,2].
Décima: El vendrá en la Epoca de Gog
y Magog: “Saldrá entonces YHVH y
peleará contra aquellas Naciones, como en otro tiempo peleó en los días de la
Batalla (de la Atlántida). Sus pies se posarán en el Monte de los Olivos, que
está frente a Jerusalén, al Oriente; y el Monte de los Olivos se hendirá por la
mitad hacia Oriente y hacia Occidente, formando un valle inmenso: la mitad del
Monte se apartará hacia el Norte y la otra mitad hacia el Sur. Y YHVH será Rey sobre toda la Tierra. En
aquel Día YHVH será único, y único
será su Nombre. Todo el país se cambiará en llanura, desde Gueba hasta Rimmón,
es decir, Granada, en el Négueb. Pero Jerusalén prevalecerá” [Zacarías, 14,3].
–¡Y una vez entre el Pueblo Elegido! –agregó el
Abad de Claraval:
Decimoprimera: sobre el Messiah: “Apenas bautizado Jesús, salió
enseguida del agua; y en esto se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de YHVH descender, como una
Paloma, y venir sobre él, mientras de los Cielos salió una Voz que decía «Este es mi Hijo amado, en quien me he
complacido»” [Mateo, 3.16].
–¡Tomad nota, entonces, de otras dos veces más en que la Shekhinah descenderá a la Tierra!–aconsejó
Bera–. La Decimoprimera, que ha mencionado el Abad, está signada por la letra Aleph (1), que rige la esencia del Aire:
fue un descenso pneumático,
simbolizado por el ave del
Estandarte de Israel. Ello significa que el Cristianismo constituye un Holocausto de Aire para YHVH Shaddai:
La Decimosegunda, que ahora os anunciamos, ocurrirá en la Peña de Saturno,
en Rus Baal, frente a Quiblón, cuando Quiblón busque allí la Inteligencia de la
Gran Madre Binah: será ése un descenso signado por la letra Mem (13), que
expresa la esencia del Agua. Ello significa que el Descubrimiento de Quiblón
constituirá un Holocausto de Agua para YHVH Shaddai.
Y la Decimotercera, sucederá durante el Gobierno Mundial del Pueblo
Elegido, entonces la Shekhinah descenderá sobre el Messiah, frente a Israel; y
el Messiah será Uno con Israel; e Israel será Uno con la Shekhinah; e Israel
será Uno con YHVH; e Israel será YHVH: ¡Bendito sea el Misterio de Israel!; e
Israel Shekhinah acabará para siempre con todos los Gentiles, y con dos tercios de su propia sangre,[3]
propiciando el Juicio de Din de Elohim Gibor, el riguroso Juicio de Geburah; e
Israel Shekhinah cumplirá la Sentencia de YHVH Sebaoth, que ya ha sido
pronunciada en los Cielos: será ése un
descenso caracterizado por la letra Sin (21), que define la esencia del Fuego.
Ello significa que la Sentencia del Juicio de Din, del Juicio Final,
constituirá un Holocausto de Fuego para YHVH Shaddai.
Los cuatro Sacerdotes
atendían con desmesurado interés las palabras de los Inmortales, pero el más
impresionado era el Gran Maestre del Temple, responsable directo de la
ocupación de Rus Baal desde el Convento de Nuestra Señora de la Rábida.
Vigesimoctavo Día
Rus Baal, la Peña de
Saturno, se encuentra a cinco kilómetros de Onuba, la actual ciudad de Huelva,
sobre una elevación de 37 metros de altura que domina la comarca de Palos, es
decir, sobre la Orilla izquierda de la confluencia de los ríos Tinto y Odiel. En la Epoca en que los fenicios
conquistaron Onuba, edificaron el Templo de Rus Baal especialmente para
satisfacer la solicitud de los comerciantes hebreos, que eran quienes fletaban
las naves hacia esos lejanos puertos. Eran los días de Salomón, cuando la
riqueza de Israel podía alquilar la flota fenicia: “Todos los vasos que utilizaba para beber el Rey Salomón eran de oro, y
todos los utensilios de la casa del bosque del Líbano eran de oro fino. No
había nada de plata, no se hacía aprecio de ella en los tiempos del Rey
Salomón, porque el Rey tenía en el mar una flota de Tharsis, juntamente con la de Hiram; y cada tres
años llegaba la flota de Tharsis, que traía oro, plata, marfil, monos y pavos
reales” [I Reyes, 10,21]. Como se lee en otros capítulos del Libro de los
Reyes, Salomón, que poseía efectivamente la Hokhmah, descubrió que YHVH
se manifestaba además bajo otros Aspectos,
generalmente identificables con Dioses extranjeros, y les rindió Culto, o
permitió que los Sacerdotes lo hiciesen, les levantasen altares y Templos. Con
“las flotas de Tharsis” viajaban, pues, los Sacerdotes que hicieron construir
el Templo de Rus Baal en la lejana
Tartéside. Doscientos años después de Salomón, y quinientos antes de la caída
de Tharsis a manos de Cartago, colonia de Tiro, Isaías, que también poseía la Hokhmah, y conocía entonces el plan de los Golen, pudo “profetizar”
con precisión matemática su próximo fin: “Gemid,
naves de Tharsis; que está devastado
vuestro puerto”. “¿Quién lo planeó?”. “YHVH Sebaoth lo planeó para profanar el
orgullo, para envilecer la gloria de todos los Señores de ese país” [Isaías, 23,1]. Pero en los días de
Salomón la colonia fenicia más importante, además de Tiro, era Sidón, a cuyo
puerto llegaban y partían “las flotas de Tharsis”: ahora bien, “Sidón” no es nombre fenicio sino
griego, país con el cual los hombres púnicos estaban aliados contra los medos o
persas; ¿qué significa ese nombre, cuál es su origen? pues, ni más ni menos que
“Gran Arbol Granado”, ya que Granado, en griego, se dice Side, ;
en cuanto al origen, los griegos se lo dieron debido a un culto hebreo que allí
se practicaba bajo los auspicios del Rey Salomón, esto es, el Culto a la Divina Madre de Egipto, Side, La Gran
Granada Sabia; Rimmón Binah, en hebreo. Side, como Anquinoe, era esposa de
Belo en los Mitos griegos.
Los Sacerdotes hebreos
transportaron asimismo este Culto de la Gran Madre Rimmón Binah a las Colonias
Fenicias y dieron nombre, entre otras, a la actual Ciudad andaluza de Granada.
Los fenicios, en efecto, fundaron una factoría fortificada a la que llamaron
Rimmón, en honor al Culto practicado por sus principales clientes, sin embargo
los pueblos nativos iberos, que eran pelasgos como los etruscos, denominaban al
fruto con la voz grana, que tiene la
misma raíz que la romano etrusca malum
granatum, es decir, “fruto de muchos granos”. A aquella ciudadela de
comerciantes semitas, Rimmón, se la denominó localmente Granata, Granad y Granada. En verdad, el sitio elegido por los
fenicios para instalar su factoría era una encrucijada de caminos ibéricos ya
ocupada por los propios iberos y por los griegos, como posteriormente lo sería
por los túrdulos, los tartesios, y los celtas; mas, siendo el objetivo
principal el comercio, se entiende que cada pueblo fortificase su particular
base urbana y surgiesen, así, varias ciudadelas extremadamente próximas, de tal
suerte que su posterior unidad constituye la moderna ciudad de Granada.
Existía, por ejemplo, frente a Granada, una ciudad antiquísima, contemporánea
de Tharsis, llamada Vira o Virya, en lengua indoeuropea, según se
pronuncie en sánscrito o iraní, y que significa Hombre Semidivino, Héroe, Hombre que participa de la Divinidad,
Guerrero Sabio, etc. Ambas
ciudades, una poblada por partidarios del Pacto de Sangre, es decir, Vira, y la
otra por acérrimos defensores y propagadores del Pacto Cultural, Granada, no
podían más que vivir en permanente conflicto. Empero, el tiempo mostraría que,
por lo menos en este caso, el Dios de Granada era más fuerte que el Dios de
Vira, y Granada acabó dominando a Vira, y a las otras Ciudades, y
absorbiéndolas dentro de sus murallas. Esto lo tomaron los hebreos como signo
inequívoco de su destino mesiánico y no lo olvidarían nunca.
No se debe confundir Vira
con Iliberi, Iliberri, o Elíberi, la
Eliberge que mencionaba el griego Hécato, pues eran ciudades distintas.
Durante la dominación romana las ciudades aún estaban separadas, y tal
situación se mantuvo incluso con los visigodos. Los árabes, en compensación por
los favores prestados para su invasión, conceden a los hebreos el control de la
ciudad de Granada, o Garnatha de
acuerdo a la nueva denominación; a partir de entonces se referirían a ella como
“el Castillo de los judíos”. Pero aún hacen más: luego de destruir Iliberri,
instalan su alquería en la cora de Castala,
Cazala o Gacela, más comunmente conocida como Casthilla, otra ciudad contigua, y favorecen la expansión económica
de Medinat Garnata, la “Mansión de los Judíos”. Es el fin de El-Vira, o Elvira, cuyos habitantes deben capitular miles de años de
resistencia, abandonar la colina del mismo nombre, y mudarse a Garnata. Lo
mismo ocurrirá con Medinat Alhambra y Medinat Casthilla: todas acabarán cayendo
bajo el control de “los judíos de Granada”. En el siglo XIII, cuando ocurren los hechos narrados, sólo subsiste el
Reino árabe de Granada, estando la Ciudad compuesta por el influyente “barrio
judío” situado en la primitiva ubicación del Castillo de Granada, el barrio
árabe de la Alahambra, el barrio mozárabe de Casthilla, de primigenia raíz
galorromana, y la despoblada Elvira. Por último, agregaré que si los hebreos
denominan “rimmón” a la granada, los árabes la conocen como “román”, lo que
explica por qué durante algún tiempo la Ciudad se llamó Hizn-Ar-Román, que significa “Castillo de Granada”. Pero, en un
idioma o en otro se comprueba que el significado del nombre no cambió en miles
de años.
Es a la luz de aquella
actividad misionera de los Sacerdotes hebreos, que viajaban en las “flotas de
Tharsis”, que debe observarse la fundación del Templo de Rus Baal, o de la Peña
de Baal. Los fenicios consagraban cada ciudad a Baal y designaban a Este con un
Nombre particular: así, el Baal de los sidonios se llamaba Baal-Sidón, el de
los de Tiro, Baal-Tsur, y el de los habitantes de Tharshish, Baal-Tars. De los tres Aspectos principales de
Baal, esto es, Baal Chon, el Productor, Baal Tammuz, el Conservador, y Baal
Moloch, el Destructor, los hebreos aceptaban al último como personificación de YHVH Sebaoth, el Aspecto Netsah de “YHVH de los Ejércitos”, que conduce a la Victoria por la destrucción de los enemigos del Pueblo Elegido o Shekhinah. El Templo de Rus Baal estaba
dedicado, sin embargo, al Culto de Baal Tammuz o Jehová Adonai. Cuando la Casa de Tharsis se hizo
cargo de aquel Señorío ibero, ya libre de los fenicios tras sangrienta guerra,
impidió que se continuara con el Culto de Baal Tammuz-Jehová y dedicó el lugar,
en un primer momento, al Culto del Fuego, y en una segunda instancia cultural,
al Culto del Fuego Frío.
Luego de la invasión de Amílcar
Barca, y de la destrucción del Imperio tartesio, los Golen establecieron el
Culto a Baal Moloch en Rus Baal, hasta la reconquista romana. Fueron éstos, que
reconocían en Baal Moloch y Jehová al Dios Saturno, quienes denominaron “Peña
de Saturno” a Rus Baal. Pero Saturno no era otro que el Dios griego Kronos o
Xronos, que entonces se encontraba activo en el panteón romano; los Sacerdotes
de Saturno, como se verá, sólo reemplazaron el Culto de Saturno, por el de su
nieta, Proserpina o Perséfone. Es
fácil demostrar, comparando el Mito hebreo con el griego, que Jehová es
equivalente a Kronos, y, desde luego, a Tammuz, a Moloch, y a Saturno. Para
empezar, Kronos es hijo de Urano, el Cielo Supremo, como YHVH Elohim lo es de Ehyeh:
y ambos, Kronos y YHVH Elohim, son
Dioses del inmanente Tiempo del Mundo, Xronos o Berechit. Y, lo más importante: ambos son enemigos de los Cíclopes, es decir de los Atlantes blancos.
Al respecto, conviene recordar lo que cuentan los Mitos griegos sobre Urano,
Kronos, Zeus, Deméter y Perséfone, y esclarecer tales leyendas por medio de la
Sabiduría Hiperbórea.
Urano es el Supremo Cielo, Padre de los Titanes, las
Titánides, los Cíclopes y los Hecatónquiros, generaciones de Dioses de las
cuales descienden todas las demás divinidades griegas y el género humano. Vale
decir que Urano, es otra representación del Origen, del cual han advenido al
Universo su propio Creador, Jehová Satanás, y los sucesivos Espíritus
Hiperbóreos, los primeros “Dioses”, tanto los “Traidores” que encadenaron a sus
Camaradas al animal hombre, como los “Leales” o “Liberadores”, que procuran su
orientación y Regreso al Origen. Pero uno de los hijos de Urano, Kronos-Jehová castra a su Padre y declara la guerra a
los Cíclopes, a los que impide habitar en su habitual morada, y precipita en el
Tártaro Infernal. Esto quiere decir que Kronos-Jehová cierra el acceso al Origen, punto de procedencia y regreso de todos
los Espíritus Increados como El mismo, “castrando”
el Principio Generador de los Dioses, evitando su nacimiento Divino. Se ve envuelto, entonces, en una guerra con los
Cíclopes. Mas, ¿quiénes eran los Cíclopes? Pues los Atlantes blancos, los
Constructores de Armas de la Atlántida: según las leyendas griegas, los
Cíclopes fabricaron el arco y las flechas de Apolo, el Hiperbóreo, y las de su
hermana Artemisa, la Diosa Osa; anteriormente, durante la guerra de
Kronos-Jehová, habían provisto a Zeus las Armas del Trueno, del Relámpago, y
del Rayo; a Poseidón, Rey de la Atlántida, el Arma del Tridente; y a Hades, o Vides,
el famoso Casco de la Invisibilidad. Luego de la Batalla de la Atlántida, y del Cataclismo que sumergió su
Continente, los Atlantes blancos tuvieron que marchar hacia las tierras
infernales, donde sólo habitaba el animal hombre, y las Razas híbridas más
degradadas de la Tierra: es entonces cuando la leyenda representa a los
Cíclopes, Constructores Divinos, vagando por las regiones infernales. Y
durante su tránsito por aquellas tierras de locura, ya lo vimos, iban
perseguidos de cerca por los Atlantes morenos, los secuaces de Kronos-Jehová.
Pero Kronos, pese a todos
sus esfuerzos, no puede impedir que nazca
Zeus, otro Hijo del Origen. La
imagen de Zeus ha sido atrozmente degradada por los Sacerdotes del Pacto
Cultural, mas, remontándose a las versiones más antiguas del Mito, es posible
reconocer en El a Kristos Lúcifer, el Señor de Venus que descendió a la
Atlántida para traer el Gral que
posibilitaría la orientación y liberación del Espíritu encadenado a la Materia,
el despertar del Espíritu del Hombre.
Por eso Zeus es aliado natural de los Cíclopes, quienes le proveen las Armas
con las que vence a Kronos-Jehová y afianza su poder en la región olímpica de
la Tierra, es decir, en K'Taagar, donde se inicia el Camino hacia Venus.
Zeus-Lúcifer lucha contra Kronos-Jehová en compañía de Poseidón y de Hades, y
con el apoyo técnico de los Cíclopes. Una vez vencedores, en una primitiva
versión de la Batalla de la Atlántida, los Dioses se instalan en determinadas
partes del Universo: Zeus-Lúcifer va al Olimpo, es decir, a K'Taagar, pero, a
través de su Puerta, su verdadero domicilio lo constituye “en el Cielo”, es
decir, en Venus; Poseidón en la Atlántida, como Rey, y también como Dios del
Mar; y Hades va igualmente a K'Taagar, pero sin regresar a Venus, como hiciera
Zeus-Lúcifer, sino permaneciendo como Señor de la Morada terrestre de los
Dioses Liberadores del Espíritu del Hombre, un lugar que los Sacerdotes del
Pacto Cultural, según expuse el Décimo Día, identificarían con el Tártaro
infernal: Hades es, pues, Vides, el Señor de K'Taagar.
Con Deméter, una Hija del Origen, Zeus procrea a
Perséfone, es decir, a Proserpina, la Diosa que los Sacerdotes romanos de
Saturno-Kronos-Jehová, evocaron en Rus Baal, para su Culto y a la que dedicaron
el Templo Cartaginés de Baal Moloch-Jehová. Era ésta una Diosa Cruel, que
habitaba en el Tártaro infernal junto a Hades y conciliaba perfectamene con
aquella remota región de la Tartéside, célebre por las antiguas leyendas que la
señalaban como residencia de Medusa. Deméter era la Diosa del Trigo, la que
entregó a las hombres por primera vez aquel cereal, y vivía junto a Zeus en el
Olimpo. No tuvo otros hijos salvo Perséfone, que fue raptada por Hades y
conducida al Tártaro a una Mansión que requería atravesar el País de los Muertos
para llegar hasta ella. Cuenta el Mito griego que entonces, entristecida por su
ausencia, Deméter abandona el Olimpo y desciende a la Tierra para buscarla,
porque ignoraba su paradero infernal. Se entera así que Zeus ha sido cómplice
de Hades en el Rapto. Durante nueve
noches Deméter busca en vano a Perséfone, portando una antorcha en cada
mano; al fin, guiada por Hécate, la Diosa de la Hechicería, a quien encuentra en la encrucijada de unos caminos,
averigua que Perséfone se halla en el País de los Muertos. Baja hasta allí
sola, para comprobar que el regreso definitivo de su hija es imposible: Perséfone ha comido un grano de granada y ya no puede regresar al mundo de
los vivos, pues todo aquel que prueba un
alimento en el País de los Muertos, queda allí prisionero para siempre: en los
Infiernos es preciso hacer ayuno para evitar a la Muerte.[4]
Al fin, Deméter regresa al Olimpo con Perséfone, quien no obstante debe volver
periódicamente al Infierno para realizar
la Muerte. El Mito de Perséfone formaba parte de los Misterios de Eleusis,
donde era explicado esotérica-mente a los Iniciados. Los atributos de Deméter,
por otra parte, eran la Espiga del Trigo
y la Grulla.
Hasta aquí el Mito griego;
mas ¿qué se oculta tras la leyenda de Deméter y Perséfone o Proserpina?: ya
expliqué que Hades es nombre
degradado de Vides, el Señor de K'Taagar, al que la conspiración del Pacto
Cultural equiparó a un Dios que es Señor del Infierno o Tártaro. Del
mismo modo, los Sacerdotes arrojaron allí a Perséfone, una antiquísima Diosa
Atlante blanca ¿A quién me refiero?: pues a Frya, la Esposa de Navután. A fin
de descubrir los verdaderos hechos tras la historia de Perséfone e interpretar
el móvil de la calumnia, hay que tener presente que para los Atlantes Blancos, como para todo miembro de
la Raza Hiperbórea, la “Esposa” es también la “Hermana”, identidad que va más
lejos que una simple asociación simbólica, y remite al Misterio de la Pareja
Original de los Espíritus Increados. Frya, además de Esposa, es así “Hermana”
de Navután y, por lo tanto, Hija como
éste de Ama, la Virgen de Agartha o de K'Taagar, a quien los Sacerdotes
griegos del Pacto Cultural igualaban a Deméter, la Diosa que entregó a los hombres, por primera vez, la Planta del
Trigo, la Portadora de la Semilla. De allí que no se mencione nunca a un Hijo de Deméter, al que habría
concebido siendo Virgen en Venus, vale decir, en el Olimpo, como ya relaté el
Día Decimosegundo. Su Hijo espiritual, Navután, se auto-crucificó en el Arbol
del Terror, el Granado de la Vida, para descubrir el Secreto de la Muerte, y
sería su Esposa Frya quien lo resucitaría al revelarle con su danza el Secreto
de la Vida y de la Muerte. Es
por eso que las leyendas sólo mencionan a Frya-Perséfone cuyo recuerdo estaba
muy arraigado en los pueblos del Pacto de Sangre, y echan el manto de un Tabú
sobre la Hazaña de Navután: los Atlantes morenos, y los Sacerdores del Pacto
Cultural, deseaban ocultar por todos los medios, el posterior legado que el
resurrecto Gran Jefe Blanco hiciera a los hombres, es decir, el Misterio del Laberinto.
Fue Navután, en efecto, el verdadero inspirador del
Misterio del Laberinto, en cuyo trayecto se administraba al Iniciado Hiperbóreo
un signo llamado Tirodinguiburr,
formado con Vrunas Increadas. Tal signo permitía, al Espíritu encadenado,
despertar y orientarse hacia el Origen, hallando la salida del Laberinto de Ilusión en el que se
hallaba extraviado. Empero, como en el caso de la Hazaña de Navután, la salida
nunca podrá encontrarse si el Héroe no cuenta con el concurso de su Pareja
Original: [5]de otro modo puede
morir, espiritualmente, al cabo de nueve noches de pender del Arbol del Terror.
Es así que la patraña cultural de los Sacerdotes quiera que Ama-Deméter, busque
a Frya-Perséfone durante nueve noches.
Quien la guía, finalmente, es Hécate, con la que coincide en una encrucijada de caminos, es decir, en el
interior de un Laberinto: Hécate es, pues, una representación general de lo que sería individualmente Frya para Navután: la
Pareja Original. Para los
griegos antiguos, en todas las encrucijadas de caminos se encontraba Hécate,
pronta para orientar al viajero extraviado hacia su mejor destino, símbolo que,
como se ve, venía de muy lejos. Sin embargo a esta Maravillosa Diosa, a la que
se erigían estatuas tricéfalas que indicaban la triple naturaleza del hombre
blanco, Cuerpo físico, Alma, y Espíritu Increado, se la acabó convirtiendo
finalmente en la Diosa de la Hechicería y Bruja, consecuencia, desde luego, del
Pacto Cultural.[6]
Naturalmente, el “rapto” de Frya-Perséfone es un rapto
espiritual realizado por Ella misma para resucitar a su Esposo, vale decir, es
el impulso de un éxtasis sagrado. Zeus-Lúcifer, presuntamente el Padre del
propio Navután, y Hades-Vides, el Señor de K'Taagar, son los “Sabios de
Hiperbórea” a quienes Ella consulta sobre el modo de salvar a Navután. Y el
consejo que recibe de Ellos es el que la decide a bajar al Infierno de la
Ilusión, al País de los “espiritualmente” Muertos, es decir, a la Tierra, al
Mundo de los Hombres Dormidos. Y, sabido es, que quien se “alimenta” de la
Ilusión, quien deja entrar dentro de Sí Mismo el Gran Engaño del Uno, queda
encadenado para siempre en la Materia, ya no puede regresar al Origen, se
extravía en el Laberinto Encantado de la Vida Cálida. Empero, Frya no
había probado del Fruto Prohibido, era libre de regresar, si lo deseaba, al
Origen, portadora del Secreto de la Muerte: fue su decisión resucitar a
Navután, revelándole mediante la danza, el conocimiento de la Llave Kâlachakra.
Mas, para ello, tuvo que creer en la
Muerte, tuvo que comer un grano de Granada y transformarse en Perdiz, tuvo que trascender la Máscara de la Muerte
y llegar hasta el fondo de Sí Mismo de Navután. Y Navután, al ver a la Muerte de Frente, despertó y
comprendió a la Muerte, resucitando luego y descubriendo a los Hombres Dormidos
el Secreto del Laberinto. Pero en este legado, Navután comprometió a su
Divina Esposa, quien accedió a permanecer periódica-mente en el Tártaro
infernal, es decir, en el Mundo de los Hombres Dormidos y mostrarse ante ellos
con la Imagen de la Muerte: para que ellos la trasciendan en el Misterio del
Fuego Frío y resuciten, también, como Hombres de Piedra, como Iniciados
Hiperbóreos, como Guerreros Sabios.
Un pálido reflejo de esta
parte de la historia se conserva en la leyenda de la Joven Perdix, “Hermana”, y
por lo tanto Esposa, de Dédalo, el “inventor” del Laberinto, o sea, de Navután:
cuando Perdix caía hacia un Abismo, la Diosa de la Sabiduría, Atenea, se apiadó
de Ella y la convirtió en Perdiz, de donde surgió la creencia griega de que la danza de la perdiz resolvía
el enigma del Laberinto, y que dio lugar a un Colegio de Sacerdotisas
empeñadas en reproducir dicho baile.
Ya expliqué que
Kronos-Saturno-Jehová “cierra el acceso
al Origen, punto de procedencia y regreso de todos los Espíritus Increados”,
es decir, corta el Camino hacia la
Salida del Laberinto. En el Mito cretense, el inventor del Misterio del
Laberinto es Dédalo-Navután, y quien corta el paso hacia la Salida, es el
Minotauro, un ser mitad hombre, mitad toro. Pero el Dios que también tenía pies
de toro era Dionisio, defecto que le obligaba a calzar borceguíes o coturnos; y
Dionisio, el Dios del Vino,
era clásicamente asimilado a Jehová por los hebreos antiguos, que veían
en ambos al Dios de la Cebada. Se cierra así un círculo trazado por los
Sacerdotes del Pacto Cultural en el que se unen, en diferentes Epocas y
lugares, las representaciones de Kronos, Saturno, Jehová, Dionisio Sebacio, y
el Minotauro o Guardián de la Salida.
Por último, diré que ya en
tiempos del Profeta Amós, siglo VIII A.J.C., la identidad de Jehová y
Saturno estaba establecida; y aceptada por los Sacerdotes: “Vosotros habéis llevado al Santuario a Sacut, Saturno, el ídolo de
Vuestro Dios; pero Yo Os deportaré más allá de Damasco –dice YHVH, cuyo nombre
es Adonai Sebaoth” [Amós 5,26]. Pero la situación no cambió luego del
Cautiverio, puesto que en la Epoca del Profeta Ezequiel, siglo VI A.J.C., se adoraba indistintamente a
Jehová o a Tammuz Adonis, es decir, a Adonai: “Luego me llevó a la entrada de la puerta del Templo de YHVH que mira
al Norte, y vi que había allí unas mujeres sentadas llorando la muerte de
Adonis (Rimmón) Tammuz” [Ezequiel, VIII,
14].
Vigésimonoveno día
Para comprender ahora
el por qué del Culto a Proserpina en Rus Baal, hay que adelantarse bastante en
el tiempo histórico, y llegar hasta una Epoca en la que los Sacerdotes del
Pacto Cultural habían conseguido confundir profundamente las características
individuales de Deméter-Ama y de Perséfone-Frya, a las que se nombraba
simplemente como “las Diosas”. El propósito de los Sacerdotes era sustituir a
las Diosas Hiperbóreas Atlantes por la imagen de la Gran Madre Binah, uno de
los Aspectos de YHVH, el Creador
Uno. Es aquí donde debe situarse el origen del Mito de Adonis, Nombre griego de
Adonai el Señor YHVH. Según el Mito
griego, la madre fue Mirra, a la que los Dioses convirtieron en Arbol cuando
estaba encinta de Adonis; Mirra, el mismo vegetal que uno de los Reyes Magos de
Oriente, enviados de la Fraternidad Blanca, ofrenda al niño Jesús. A los diez
meses, el Arbol de Mirra da a Luz y nace Adonis, un niño que representa la
belleza, lo que no es más que un modo simbólico de decir que Tiphereth, la Belleza en el Corazón de YHVH, uno de sus Diez Aspectos, nace del
Arbol Granado. Sigue el Mito afirmando que Afrodita, la Diosa del Fuego del
Amor, es decir, el Arquetipo del Fuego
Caliente en el Corazón, se enamora del niño y lo confía para su cuidado a Perséfone-Proserpina.
Ya tenemos presente, pues, a la Gran Madre Binah, el Aspecto “Inteligencia” de YHVH. Las dos Diosas, Afrodita y Perséfone, terminan rivalizando
por conquistar el amor de Adonis-Adonai, lo que significa que en el animal
hombre u hombre común, imagen de Adán, es normal que entren en conflicto el Fuego
Caliente en el Corazón, Tipheret, y la Inteligencia que infunde Binah en el
Cerebro. Esta ambivalencia se ve en la irresolución del Mito:
Adonis-Adonai debe contentarse con permanecer alternativamente con cada una de
las Diosas, aunque la preeminencia que los Sacerdotes conceden al Corazón como
asiento del Alma, quiso que el Bello Dios “pasase más tiempo con Afrodita que
con Perséfone”. Al corazón está ligado el símbolo de la rosa, y es así que la
muerte de Adonis-Adonai trae al mundo las rosas rojas, nacidas de las gotas de
sangre de su herida: es Artemisa, la Diosa Osa, quien causa que un jabalí hiera
mortalmente al Dios. La oposición entre el Jabalí, una de las Manifestaciones
de Vishnú, y la Osa, es tema clásico de la Sabiduría Hiperbórea. Sólo diré aquí
que el Jabalí está relacionado al Misterio de los Golen, como se vio durante el
asesinato de las Vrayas de Tharsis, y que el Mito indica alegóricamente un Grado alcanzado por Ellos, un nivel
jerárquico que les permitirá llevar adelante el estandarte de Israel cuando el
propio Pueblo Elegido se vea imposibilitado de hacerlo, cuando Adonis-Adonai se
desangre momentáneamente en el Pardes Rimmonim para crear las rosas que
florecerán durante la Sinarquía Universal.
En Frigia, los Golen
oficiaron como Sacerdotes de Cibeles y adoptaron la práctica de la Sodomía
ritual, vicio que aún subsiste en los grados altos de la Masonería por Ellos
creada. El Mito frigio de Adonis-Adonai era el de Atis, en cuyo Culto los Golen
desarrollarían un papel protagónico fundamental. Allí a la Gran Madre Binah se
la llamaba Cibeles, Diosa que propiciaba escandalosas orgías y exigía que sus
“Sacerdotes del Perro” fuesen eunucos: en el curso del Culto era común que,
llevados por el frenesí orgiástico, muchos participantes se castrasen
voluntariamente, como el Arquetipo Atis, pasando a integrar luego, si
sobrevivían a la mutilación, la corte de sodomitas que adoraban y servían a la
Diosa.
De acuerdo con la leyenda
frigia, Cibeles era adorada como Piedra de Fuego; deseoso de copular con Ella,
Zeus-Hokhmah deposita sobre la Piedra su semen, acto que deja encinta a la
Diosa. Nace así Agdistis, un ser hermafrodita a quien Dionisio-Jehová embriaga
y castra, con el fin de individualizar su sexo. De la herida de Agdistis brota
abundante sangre, la que se transforma en el
Arbol Granado, razón por la cual a Atis, así como a Adonis, se lo llamaba
Rimmón, Granado. Empero, el falo mutilado de Agdistis, arrojado en la Tierra,
se transforma a su vez en el Arbol
Almendro, un miembro de la familia de las rosas. Una granada, fruto del
Granado de Agdistis, deja encinta a Nana, hija del Dios Río Sangario. De ese
embarazo nace Atis, un Bello Dios semejante a Adonis; y como por Adonis, por
Atis también lucharán la Gran Madre Binah y la Diosa del Fuego Caliente en el
Corazón, Thifereth: Agdistis, ahora convertido en mujer, se enamora de Atis al
igual que Cibeles, con quien debe disputar los favores del Bello Dios.
Evidentemente, Atis es un Adonis frigio, un representante de la Belleza de YHVH en el Corazón, pretendido a la vez
por la Gran Madre Binah-Cibeles y por Tipheret Agdistis-Afrodita.
Pero el Mito frigio
contiene más detalles. Atis, enloquecido por Agdistis, se castra y muere, a
raíz de la mutilación, durante el Culto de Cibeles. La Diosa lo sepulta y
planta sobre su tumba un Arbol Almendro. Atis fue, pues, un eunuco y un
sodomita, signado por los símbolos del Granado
y el Almendro, lo que prueba
claramente que el origen del Mito es hebreo. Recuerde, Dr. Siegnagel, por otra
parte, que los Jacobinos que
produjeron la Revolución Francesa, cuyos Jefes eran judíos y Golen, se
identificaban con el gorro frigio,
es decir, con el gorro de los Sacerdotes
de Frigia, el cual tiene forma de prepucio
cortado para indicar el carácter sodomita de los Sacerdotes de la Gran
Madre Cibeles-Binah, la “Diosa Razón” de los enciclopedistas.
No ha de sorprender, a
esta altura, que haya sido Dionisio Sebacio, un Dios de la Cebada como Jehová,
quien haya castrado a Agdistis después de embriagarlo con vino de cebada.
Jehová había santificado el Sábado, el día que en todo el Mediterráneo se
dedicaba al Culto de Saturno y al que le estaba dedicado el Granado. Saúl, el primer Rey de Israel, consagró el Reino, Malkhouth, al Granado
que representaba a YHVH. Dionisio,
el de los pies de toro y borceguíes, era un Dios rengo, igual que el Minotauro,
así como rengueante era la Danza del Laberinto que bailaban, y aún bailan, las
perdices macho. Esta Danza era ejecutada por los Sacerdotes hebreos de Baal
Tammuz Adonis en tiempos de Elías, siglo IX
A.J.C.: “Tomaron los Sacerdotes el
novillo que se les había traído y, después de prepararlo, estuvieron invocando
el Nombre de Baal Tammuz Adonis desde la mañana hasta el mediodía, diciendo:
¡Baal, respóndenos! Pero no hubo ni Voz ni Respuesta. Entre tanto, Ellos
danzaban cojeando junto al Altar que
habían hecho” [I Reyes, 18, 26]. La palabra hebrea Pesach, que designa a la Pascua, significa justamente “baile
cojeando”, debido a que aquella fiesta era una y la misma que la de Baal
Adonis, el Dios Rimmón que había sido muerto por un Jabalí: esta identidad es
el origen de la prohibición hebrea de comer carne de cerdo los días Sábados.
Además, la tradición levítica decretaba que el cordero pascual, la víctima del
holocausto de la Pascua, fuese servida sobre una fuente de madera de Granado.
La granada era la única
fruta que se podía introducir en el Sancta Sanctorum y el Supremo Sacerdote, al
hacer la entrada anual en el Templo, llevaba cosidas en su efod pequeñas borlas
con forma de granada. El rollo de la Thora se envolvía sobre un palo llamado Es Chajim, es decir el Arbol de la Vida, el cual se hallaba
rematado en cada extremo por dos granadas talladas. Y el óctuple candelabro, Chanukah, posee una granada coronando cada
brazo, en los que brilla Yod, el Ojo de YHVH.
El séptuple candelabro, por su
parte, Menorah, tiene siete cálices
de Flor de Almendro, que recuerdan
la institución del Sacerdocio de Aarón, cuando floreció la vara de Almendro que le suministrara Moisés: “Y sucedió que, cuando al día siguiente entró Moisés en la tienda del
testimonio, la vara de Aarón, la de la Casa de Levi, había echado brotes y
flores, y había producido almendras”
[Números, 17,23]. Para perpetuar el recuerdo de este milagro, dice YHVH: “Harás un candelabro de oro puro, tanto su base como su tallo. Sus
cálices, sus capullos y sus flores formarán cuerpo con él. Seis brazos saldrán
de sus lados, tres brazos de un lado del candelabro y tres brazos del otro. Tres
cálices a modo de Flor de Almendro
tendrá el primer brazo, con sus capullos y sus flores; igualmente el segundo;
etc.” [Exodo, 25,31]. Y, según la visión del Profeta Zacarías, “Estas siete lámparas son los Ojos de YHVH
que recorren toda la Tierra” [Zacarías, 4,10], vale decir, una
representación de la Shekhinah.
Los Cultos de Rus Baal, el
antiquísimo de Baal Tammuz Adonis, practicado por los Sacerdotes hebreos, y el
de Baal Moloch, oficiado por los Golen, fueron interpretados por los romanos
como formas de adoración a Kronos-Saturno, un Dios equivalente a Jehová-Adonai
o Rimmón-Atis-Adonis-Dionisio. Desde el siglo III
A.J.C., los Sacerdotes del Pacto Cultural, que proliferaban en Roma, dedican
Rus Baal al Culto de Proserpina o Perséfone, la amante infernal de Adonis; en
la misma Epoca, y a escasa distancia, los Señores de Tharsis se consagran al
Culto de Vesta, la Diosa del Fuego del Hogar, tras la que ocultan su concepción
del Culto del Fuego Frío. Los dos Cultos opuestos, el del Fuego Frío de Vesta
de Tharsis, y el del Fuego Caliente de Proserpina de Palos, se desarrollan
simultáneamente sin que ninguno intente superar al otro. Y vale la pena repetir
que aquella versión de Proserpina equivalía a una Perséfone tardía, más cercana
a la Gran Madre Cibeles Binah que a la Perséfone antigua, o Frya, la Esposa de
Navután.
En el siglo II
D.J.C., siempre furtivamente, llegan Bera y Birsa a Huelva; pero esa vez no
atacan a la Casa de Tharsis sino que se dirigen a Rus Baal, “a supervisar el Culto de Proserpina por encargo de Melquisedec”, un
Supremo Sacerdote de la Fraternidad Blanca. Luego de la partida de los
Inmortales, el Templo de la comarca de Palos comienza a ganar fama por los
milagros que protagoniza la Diosa, el principal de los cuales consiste en la cura de la hidrofobia: de todas las
regiones de la península, y aún de ultramar, acudían entonces los mordidos o
infectados por las mordeduras de perros para recuperar la salud perdida. Recién
ahora, cuando oyeron a Birsa decir “contra
los perros, la ilusión de la rabia”, comprendieron los cuatro Sacerdotes
que aquellos milagros antiguos estaban relacionados con los poderes de Bera y
Birsa.[7]
Un siglo después, en el año 159, el misionero Ciriaco
convierte al Culto de Rus Baal en cristiano por el simple trámite de
identificar a Proserpina con la Virgen María, llamada desde entonces “Nuestra
Señora de la Rábida”, puesto que la Diosa continuó curando la
hidrofobia. Pero entonces, como María “Madre de Dios”, Proserpina-Perséfone era
ya imagen acabada de la Gran Madre hebrea Binah. El nombre “de la Rábida” fue,
pues, quinientos años anterior a la denominación, Rapta o Rápita con que los árabes señalaban la ermita edificada en
Rus Baal, sobre los cimientos de la antigua Capilla de Nuestra Señora de la
Rábida. Producida la Reconquista, la ermita pasó en principio a manos de los monjes
solitarios de San Francisco, que construyeron el Convento con sus dimensiones
actuales, pero pronto fue concedido por el Papa a los Templarios, quienes lo
ocuparon hasta la disolución de su Orden. El Obispo San Macario, para celebrar
la liberación del Convento, hizo donación al soldado Constantino Daniel de una
escultura que la tradición atribuía al Apóstol San Lucas y que representaba a
la Virgen María.
En el momento que estoy
evocando, cuando los Inmortales Bera y Birsa se hallaban reunidos con los
cuatro Sacerdotes en el Castillo de Aracena, aquella escultura aún se
encontraba en el Convento de la Rábida, en Rus Baal, frente a la comarca de
Palos.
Trigésimo Día
|
Los cuatro Sacerdotes de Jehová Satanás reflexionaban
sobre el Anuncio de los Inmortales: próximamente ocurriría la decimosegunda
manifestación de la Shekhinah, muy cerca de allí, en Rus Baal; y Ellos serían
protagonistas de aquel extraordinario portento: ¡sólo otro Sacerdote de Israel
podría comprender el éxtasis que experimentaban los cuatro ante semejante
posibilidad! ¡porque sólo el Alma de un judío es capaz de comprender a la
Shekhinah! El más emocionado era el Gran Maestre del Temple: –“¡Oh, qué gran
honor, pensaba estremecido, que a mi Orden se le haya confiado la custodia de tan
sagrado lugar! ¡Dios mismo descenderá ahora, en medio de los nuestros!”–. Y así
por el estilo, cada uno daba rienda suelta a sus fantasías rabínicas y Golen.
–¡En efecto, Sacerdotes!
–aprobó Birsa, adivinando el pensamiento de los presentes– ¡vosotros
contribuiréis como nadie a ejecutar los Planes de Dios! Miles de monjes Golen y
de Doctores hebreos trabajan para instaurar la Sinarquía Universal: ¡todos
ellos gozan del favor de Elohim y serán recompensados magníficamente! Pero sólo
vosotros cuatro conocéis hoy el Anuncio de la Shekhinah: ¡y sólo a Vosotros, y
a quienes vosotros llaméis para colaborar, YHVH
Sebaoth considerará responsables del Holocausto de Agua que Quiblón le
ofrendará en su día! ¡Alegraos, pues, Sacerdotes porque el Triple Holocausto de
Quiblón, uno de los más sangrientos de la Historia, os será atribuido si cumplís con la Misión que os
encomendaremos! ¡De ella depende que se realice el designio de YHVH; sobre ella reposa, Sacerdotes,
uno de los pilares de la Historia!
–¡Ahora que el Mal ha sido
extirpado en Huelva, –prosiguió Bera– ahora que la Sangre de Tharsis se ha
convertido en lejía, os encargaremos una
Misión muy simple, cual es la de afirmar el Bien sobre la Tierra! ¡Y el Bien es YHVH! ¡Y YHVH sólo puede descender en Tierra Santa!
¡A vosotros corresponde, Sacerdotes de YHVH,
purificar la Tierra! –la mirada de
Bera era interrogadora.
–¡Sí, –exclamaron Nasi y
Benjamín al unísono–. Purificar la
Tierra es tarea de Sacerdotes! ¡Santificarla es facultad de YHVH!
–De acuerdo, Sacerdotes:
¡Nosotros, los Representantes de Melquisedec, os ordenamos: purificad esta tierra de Huelva, borrad
todo vestigio del Misterio del Fuego Frío, limpiad la Mancha del Culto a la
Virgen de la Gruta! Por sobre todo: ¡eliminad el recuerdo de esta tenebrosa
Deidad! Pues no habrá paz, ni en la Tierra ni el el Cielo, y Rus Baal no será
Tierra Santa, mientras perdure la Presencia perturbadora de la Virgen de
Agartha portando su Semilla Maldita.
–Naturalmente –dijo Bera–
que una expiación semejante sólo será
efectiva si se reemplaza a un Culto por
otro. En consecuencia, os
ordenamos, también, implantar en todos los lugares necesarios el Nuevo Culto de la Virgen de los
Milagros: ¡Ella iluminará con
Su Fuego Caliente las Tinieblas que derramó la Intrusa! Cuando los Gentiles le
entreguen su Corazón sin reservas, la Intrusa será olvidada, se apagará el
recuerdo de su abominación, y la Tierra quedará purificada: ¡entonces, y sólo
entonces, descenderá la Shekhinah en Rus Baal!
–¡Pero ese Culto ya
existe! –interrumpió el Gran Maestre del Temple–. ¡Justamente en la Rábida se
adora a la Virgen de los Milagros, la antigua Proserpina de Palos, Señora de la
Rabia!
–¡Os equivocáis,
Sacerdote! –aseguró Bera, sonriendo horriblemente–. Me estoy refiriendo a un
Nuevo Culto que reemplazará también al
que vos mencionáis: el Culto a la Gran Madre Binah, a quien advocaréis como
Virgen de los Milagros para evitar que los Gentiles sospechen la sustitución,
pero que recibirá varios Nombres Sagrados, sólo conocidos por los Sacerdotes
Iniciados, Golen y Rabinos. Me estoy refiriendo, pues, a la
Virgen
de la Ciñuela,
o a la Virgen de la Cinta,
o a la Virgen de la Barca,
o a la Virgen del Niño de Barro,
o a la Virgen del Fuego Caliente.
–¡Buscad Sacerdotes,
buscad ya al monje escultor que habéis hecho venir desde Francia!
El Abad de Claraval salió
presuroso de la Biblioteca, y un instante después entraba seguido del humilde
monje cisterciense, que traía en sus manos un rollo de pergamino y un tizón de
carbón. El monje se detuvo frente a Bera, seguido del Abad, y contempló
aterrorizado el rostro diabólico del Inmortal.
–¡Escuchad bien,
miserable! –le espetó Bera con los ojos llameantes de odio–. Os voy a hacer una
advertencia: sobre lo que veréis en este lugar, no hablaréis jamás a nadie.
Cumpliréis vuestro trabajo y luego os enclaustraréis de por vida en un
Monasterio de clausura. ¡Y ni se os ocurra desobedecer nuestro mandato pues la
Tierra será chica para ocultar vuestra traición! No obstante, no confiamos en
vos y seréis vigilado día y noche desde ahora. ¡Pero debéis saber, criatura
mortal, que ni la Muerte os podrá librar de Nosotros, pues a los mismísimos
infiernos iremos a castigarte! ¿Habéis comprendido los riesgos que corréis?
El pobre monje se había
arrojado al suelo, a los pies de Bera, y temblaba como un perro asustado.
–”N...no o…osaría traicionaros” –balbuceaba, sin levantar la mirada de los pies
de Bera, sin atreverse a ver nuevamente la amenaza mortal de sus ojos.
–Mas vale que digáis la
verdad –dijo con ironía aquel Rey de la Mentira, que era Bera–. ¡Levantaos,
perro! –ordenó con dureza– y observad la página de este libro abierto.
¿Qué veis en ella?
Los cuatro sacerdotes se
miraron entre sí, asombrados de que los Inmortales mostrasen al monje escultor,
que no era ni Teólogo ni Cabalista, y mucho menos Iniciado, un dibujo secreto
del Sepher Icheh.
Tratando de serenarse, el
imaginero se apoyó con sus dos manos en el borde de la mesa rampa y observó la
hoja indicada. Lo que vio, pronto le hizo olvidar los amargos minutos
anteriores y, él se lo repetiría para sí mismo toda la vida, lo recompensó de
los sufrimientos padecidos hasta entonces. Por primera vez se sintió libre de
culpas, sin pecado, perdonado por una Piedad que venía de adentro del Alma,
como si el Alma participase de un Jubileo Divino: y quien inspiraba esa
sensación de libertad anímica, esa seguridad de ser aprobado por Dios y amado
por Cristo, era la Más Bella y Majestuosa imagen de la Madre de Dios que el
monje viera nunca; porque, desde luego, aquella Señora estaba viva; mientras sostenía al niño en sus brazos, la Madre lo
miró fugazmente, y fue en ese instante que él se sintió perdonado, en paz, como
si Ella le hubiese dicho –Anda, hijo de Dios, que yo intercederé para que el
Rigor de Su Ley, no sea recalcitrante contigo. ¡Cumple tu misión y retrátame
como me ves, en la Plenitud de Mi Santidad, para que los hombres vean también
el Milagro que tú ves; cumple con todo tu talento y el Gran Rostro de Dios te
sonreirá!
–¡Es tan Bella! –gritó el
escultor, completamente alucinado–. Sólo unas manos guiadas por la Gracia de
Dios, y una piedra bendecida por el Altísimo, podrían realizar la Obra que se
me pide. ¡Pero Yo pondré mis manos al Servicio de Dios, y Vosotros, que sois
poderosos, me proveeréis de la mejor piedra de alabastro del Mundo!
Y desplegando el pergamino
junto al libro, se puso a dibujar febrilmente el retrato de una Virgen con el
Niño de novedosas características. Los cuatro Sacerdotes lo miraban sorprendidos,
pues era evidente que su visión no provenía del libro Sepher Icheh, por lo
menos de la hoja que estaba a la vista, sino de otra realidad, de un Mundo
Celeste que se había abierto ante sus ojos y le había revelado la Señora de su
inspiración.
Con inusitada paciencia,
los Inmortales aguardaron una larga hora hasta que el monje pareció retornar a
la realidad: sobre la mesa, se hallaba completada la síntesis gráfica de la
visión sobrenatural.
–Eminencias: ahora
comprendo Vuestras reservas –dijo el tallista, aún emocionado–.
–Vosotros, indudablemente
con la autorización del Señor, me habéis permitido asomarme al Cielo y
contemplar a la Madre Santísima. Tened por seguro que aunque siempre lo
recuerde, y quede mi Obra como testimonio de esta visión, jamás saldrá de mi
boca el origen de la misma. ¡Como lo habéis advertido al comienzo, os respondo
de ello con mi vida! Empero –aquí entrecerró los ojos y reflexionó en voz alta,
para sí mismo– ¿qué es la Muerte, frente a la posibilidad aún más aterradora de
perder el favor de la Madre de Dios, de fallarle a Ella? ¡Cumpliré! –dijo ahora
gritando– ¡Oh, sí. Cumpliré. Por Ella Cumpliré!
–¿Os creéis capaz de
tallar la estatua que necesitamos? –interrogó Birsa, sin muchas contemplaciones
por el estado místico del monje escultor.
–¡Oh sí! ¡Pondré todo mi
Arte, y la Inspiración Divina que ahora me embarga, para dar el acabado más
perfecto a esta imagen! –y señalaba los dibujos esbozados a carbonilla sobre el
fino cuero del pergamino.
En estos se exponía una
Madre Sublime, dotada de un bello rostro de rasgos israelitas y vestido de
igual nacionalidad, cubierta la cabeza con una mantilla larga, hasta más abajo
de la cintura, y sosteniendo al Niño con la mano izquierda, mientras en la
derecha portaba un cetro coronado con
Granada. El cuerpo de la Madre daba la impresión de estar levemente
inclinado hacia la izquierda, quizá para dejar que el Niño Divino ocupase el
centro de la escena. El Niño, por su parte, miraba de frente y bendecía lo
observado con un gesto de la mano derecha, en tanto que en la izquierda
sostenía una sphaera orbis terrae.
Ambos, la Madre y el Niño, estaban coronados: la Madre lucía Corona de Reina,
que el imaginero anotaba, debía construirse de oro puro; y el Niño tenía sobre
un aro de plata en halo, tres flores de
almendro separadas proporcionalmente: del sexto pétalo de cada flor,
brotaban nueve rayos, símbolo de los Nueve Poderes del Messiah. A los pies de
la Virgen, diversos símbolos, como caracoles y peces, indicaban la naturaleza
marina de la advocación: Ella misma se
hallaba posada sobre las olas.
–Hasta cierto punto
confiaremos en vos, aunque igualmente seréis vigilado –amenazó Birsa, luego de
examinar el bosquejo–. Nos agrada lo que habéis visto y lo que pensáis hacer.
¡Sois afortunado, Siervo de Dios! Ahora retiraos a vuestra celda, que mucho
tenéis para orar y meditar.
Momentos después estaban
nuevamente los seis reunidos frente al Sepher Icheh.
–¿Qué es lo que vio el
monje, Oh Inmortales? De cierto que no ha sido esta figura de la página lamed,
–preguntó el Abad de Claraval.
–De cierto que no,
–respondió Birsa– Bera ha hecho comer al escultor un grano de este fruto –y
señaló la granada Binah.
–En efecto; –confirmó
Bera– hemos permitido al monje
asomarse al Séptimo Cielo, al Palacio donde mora el Messiah, en los amorosos
brazos de su Madre Binah. Y él ha visto a la Madre y al Messiah, a la Pareja
Divina de los Aspectos de YHVH que
rigen el Séptimo Cielo: la Madre Binah, derramando la Inteligencia creadora de YHVH Elohim con el Fuego Caliente de Su Amor; y el Soplo de YHVH que es el Alma del Messiah, el
Niño cuya Forma es la de Metatrón,
cuya cabalgadura es Araboth, las
nubes, cuya ronda se realiza sobre las aguas de Avir, el Eter, y cuya Manifestación es la Shekhinah, el Descenso de YHVH
en el Reino. Hemos hecho esto porque necesitamos que se represente esa
visión sobre una Primera Piedra, y se exhiba en la Rábida, en reemplazo de la
estatua del Obispo Macario que custodian los Templarios. La talla se realizará
en secreto y, cuando esté lista, vosotros la sustituiréis con la mayor
discreción. Se afirmará entonces, con más énfasis que nunca, que la misma es
obra del Evangelista, que el propio San Lucas la talló en el siglo I. Es
importante que así se haga porque Quiblón, algún día llegará a Rus Baal a confirmar su clave, que será S.A.M., es decir, Shekhinah, Avir, Metatrón, la clave universal del
Messiah: por la imagen nueva de la Virgen de los Milagros, él sabrá que allí se
manifestará la Shekhinah para dotarlo del Verbo de Metatrón a través de Avir,
el Eter.
Como sabéis, esta imagen
del Arbol Rimmón Sephirótico, simboliza a Adam
Ilaah, el Hombre de Arriba, también llamado Adam Kadmon, el Hombre Primordial, es
decir, la Forma Humana de YHVH, la cual se reproduce en Adam Harishón, el hombre terrestre. En
los frutos del Divino Granado de la Vida están los Diez Nombres-Números
arquetípicos con los cuales El adoptó dicha Forma y dio existencia a todos los
entes creados. Estos Nombres-Números llamados Sephiroth son el nexo entre la Unidad de YHVH y la pluralidad de los entes: para YHVH, los Sephiroth son idénticos y uno con El Uno; para el Mundo,
los Sephiroth son distintos y dan existencia a lo múltiple que constituye la
realidad. Visto desde el Mundo, por Nosotros, los Seres Creados, los Diez
Sepiroth emanan sucesivamente de El Uno sin dividirlo, y brotan del Arbol
Rimmón.
El primer fruto es Kether, la Corona de Ehyeh, el Aspecto
esencial de YHVH: bajo Kether recién
está el Trono de Dios, el Más Alto de la Creación. Kether es el Santo Anciano, attiká kadisha, o más aún, el Anciano
de los Ancianos, attiká deatikim. El
se sienta en el Trono y hasta El solo llega Metatrón, quien a veces desciende
hasta los hombres, como habló con Moisés en el Sinaí, y los conduce ante el
Anciano de los Días. El es el que dijo a Moisés –“Yo Soy El que Soy”, Ehyeh Asher Ehyeh [Exodo, 3,14]. El Poder de Ehyeh se extiende directa-mente sobre
los Seraphim o Serafines, Haioth Hakadosch, es decir, Almas
Santas, Angeles Constructores del Universo.
De Kether surge el segundo
de los Sephiroth, la Sephirah Hokhmah,
la Sabiduría de Yah, el Dios Padre. La Hokhmah es el Divino Pensamiento de
todos los entes: nada hay que haya existido, exista, o vaya a existir, que
antes no estuviese en potencia en la Hokhmah; muchos son los granos de este Fruto, Padre de todos los frutos de la
Tierra. Esta misma imagen del Arbol Rimmón es producto de la Sephirah
Hokhmah, que en este caso se revela a sí misma. Quien se hace presente en la
Hokhmah, e introduce a los hombres en la esfera del Padre, es Raziel, el Angel
que escribió para Adán el Primer Libro de la Ley.
Pero la Sabiduría del
Padre cruza del canal dahat y se
refleja en Binah, la Tercera
Sephirah, cuya Inteligencia Divina es necesaria para que se concrete la
creación de los entes pensados. Binah es la Gran Madre Universal: por Ella la
Sabiduría del Padre produce los frutos de los Mundos y del contenido de los
Mundos. El Fuego Caliente de su Amor Universal inunda el Eter Avir y transmite
a todos los Mundos la Inteligencia de YHVH
Elohim, el tercer Aspecto de El Uno.
Bajo su Poder se encuentran los enérgicos Angeles Aralim, que actúan en la esfera de Saturno, pero el Angel principal, el que comunica al hombre con la
Divina Madre, es Zaphkiel, el que
fuera guía de Noé, el gran nave-gante:
Binah es, pues, Señora de Marinos.
–Kether, Hokhmah y Binah
constituyen el Gran Rostro del Anciano, Arikh
Anpin: los siete Sephiroth de Construcción que restan forman, a su vez, el
Pequeño Rostro de Dios, reflejo de El Gran Rostro y primer acceso a El Uno que
el hombre puede obtener partiendo de cualquier cosa creada.
–Los siguientes Sephiroth
son Numeraciones emanadas de la Trinidad esencial Kether, Hokhmah y Binah: Hoesed y Netsah, que se encuentran a la
derecha del Arbol Rimmón, son masculinas como el Padre; Din y Hod, femeninas como la Madre, fructifican a la izquierda del
Granado. En la columna central de un tronco, crecen los frutos neutros, que
sintetizan los opuestos de las dos trinidades sucesivas: Din, Tiphereth, Hoesed, crea-dora y productiva, y Hod, Yesod, Netsah, ejecutora
y concretadora de los entes. Por último, está en el centro Malkhouth, el Reino, que refleja a Kether, la Corona, y es la síntesis manifiesta de la Forma de El
Anciano de los Días: por el Reino desciende la Shekhinah a la Tierra, y el
Reino de Dios se concretará en la Tierra cuando la Shekhinah tome la forma del
Pueblo Elegido, Gobernada por el Rey Messiah.
El cuarto Sephiroth es,
pues, Hoesed, la Gracia de Elohai, Su Misericordia y Piedad. Es La Mano Derecha de YHVH y bajo Su Poder
se hallan esas criaturas de los Cielos llamadas Dominaciones o Hasmalim, que actúan en la esfera de Júpiter. El Angel principal es Zadkiel, que fuera guía de Abraham.
El quinto Sephiroth es Din, el Rigor de Elohim Gibor. De este fruto procede la Ley de Dios, y sus granos
son las Sentencias de Su Tribunal: todo acto humano, y todo ente de la
Creación, deben someterse al Juicio, de Geburah,
de Elohim Gibor. Es La Mano Izquierda de YHVH y bajo Su
Poder están las Potestades denominadas Seraphines,
que influyen en la esfera de Marte. Su Angel principal es Kamael, el protector
de Sansón.
El sexto Sephiroth es Tiphereth, la Belleza de YHVH. Unido con las Sephirah Hoesed y
Din conforman la tríada productora de los entes creados, Din, Tiphereth, Hoesed, pero en realidad Tiphereth es el Corazón de YHVH, el asiento del Fuego Caliente de
la Gran Madre Binah. En Tiphereth, las Formas adquieren la perfección
arquetípica de la Belleza Suprema: los actos de los hombres, inspirados en
Tiphereth, sólo pueden ser actos de Amor; y los entes creados, se hallan
religados entre sí por el Amor Universal que irradia el Corazón de YHVH. En Tiphereth todo es Bello y
Perfecto, porque la Sabiduría Hokhmah de las cosas pensadas perfectas, y la
Inteligencia Binah de su concepción, producidas por la Gracia Hoesed y
ajustadas al Rigor Din de la Ley, brillan en su Fruto. Mas Tiphereth no es una Granada sino una Fresa, es decir, una Rosa,
otra parte del Mensaje Uno del Amor de YHVH hacia el Hombre Anímico. La Fresa Tiphereth se transforma en Rosa
cuando el Corazón del Hombre terrestre alberga el Fuego Caliente de la Pasión
Animal. Bajo Su Poder se encuentran los Angeles que operan a través de la
esfera del Sol, las Virtudes llamadas Malachim. Y existen aquí dos poderosos
Angeles: uno, Rafael, que fue guía de Isaac; y otro, Peliel, que dirigió el
destino de Jacob. Actúan también aquí unos Angeles que
deberían estar más alto: son los Seraphim Nephilim que los Atlantes blancos
acusan de “Angeles Traidores”, pero que en verdad sirven a YHVH con enérgica
dedicación, llevando adelante sus Planes de progreso humano y favoreciendo la
creación de la Sinarquía Universal del Pueblo Elegido. Ellos fundaron la
Fraternidad Blanca y fijaron su residencia en el Corazón de YHVH; y de Ellos
depende la Jerarquía Oculta de Sacerdotes de la Tierra.
El séptimo Sephiroth, Netsah, revela la Victoria de YHVH Sebaoth, el Dios de los Ejércitos
Celestes. Es La Columna Derecha del
Templo, Jaquim, y bajo Su Poder
están los Principados o Elohim, los Angeles que influyen desde la esfera de
Venus. Cerviel, el Angel director de
David, la preside.
El octavo Sephiroth es Hod, la Gloria de Elohim Sebaoth, la Columna
Izquierda del Templo, Boaz.
Domina a los Arcángeles Ben Elohim,
que se expresan desde la esfera de Mercurio: Miguel, el inspirador de Salomón,
es aquí el Angel principal.
El noveno Sephiroth es Yesod, el Fundamento de la Creación de YHVH Saddai, el Todopoderoso. Es el
órgano reproductor de YHVH, y, conjuntamente con Netsah y Hod, compone la
última tríada constructora o ejecutiva: Hod, Yesod, Netsah. Su Poder abarca a
los Angeles conocidos como Querubines,
que se manifiestan desde la esfera de la Luna, y su Angel principal es Gabriel,
protector de Daniel.
Y
el décimo Sephiroth es Malkhouth,
el Reino de Adonai Melekh, el Señor
Rey de la Creación, reflejo último del Anciano de los Ancianos. Por eso bajo Su
Poder se sitúan todos los miembros de la Jerarquía Oculta y de la Fraternidad
Blanca, los Issim del Pueblo
Elegido. Y por eso su Angel principal es Metatrón, el Alma del Messiah.
Malkhouth es la Madre Inferior, como
Binah es la Madre Superior, mas, si
el des-censo de la Madre Inferior se exterioriza en el Pueblo Elegido, éste
pasa a ser la Shekhinah, la Esposa
Mística de YHVH.
[1]
R. Mendieta: El concepto de la Batalla Final como el acontecimiento que precede
a la liberación definitiva del yugo impuesto por las Potencias de la Materia,
debe ser analizado con suma cautela. Si por un lado podría enmarcarse dentro
del concepto Casiopeo de la “guerra cósmica” como un desenlace histórico
inevitable, por otro lado podría ser parte de una agenda secreta tendiente a
reforzar 2 ideas básicas: primero, que la batalla tiene predominantemente un
carácter externo, en vez de un carácter interno; y segundo, que ella podría
justificar toda empresa armamentista y de militarismo abiertamente beligerante
cuando quiera que dicha empresa sea patrocinada por fuerzas que el consenso
general defina como representantes del “bien”. Además, no debe perderse de
vista el hecho de que ciertos grupos interesados en llevar al cumplimiento de
profecías de carácter apocalítico (sea que estén contenidas en la Biblia o en
la Torah) podrían ya estar fraguando las condiciones necesarias para que esto
se de, sin revelar su intención oculta de hacer que esta Batalla Final conduzca
a las Potencias de la Materia a perpetuar su control sobre la Tierra de la 3ra.
Densidad durante el siguiente ciclo histórico.
[2][1] (Dordge en tibetano).
[3] R. Mendieta: Esta afirmación
resulta sumamente reveladora a la luz de una serie de claves que apuntan a
descubrir una oscura agenda de parte de la cúpula sionista internacional: su
velada intención de provocar una enorme conflagración en el Oriente Medio que
lleve a la destrucción de los pueblos semíticos. Recordemos que la casta
sacerdotal de los Levitas (Cohen) es esencialmente Aria, y con características
raciales y genéticas diferentes del grueso de la población judía. El desarrollo
de las llamadas “ethnic specific weapons” o armas genéticamente específicas
podría ser parte de este plan para escenificar un holocausto racial
[4] R: Mendieta: Ver mas adelante
la propuesta del autor sobre la forma original de este mito, antes de que los
“ejecutores” (“enforcers”) lo alteraran, y en el que Perséfone/Frya baja
voluntariamente al Infierno de la Ilusión (la Tierra) para resucitar a Navután,
y cómo el fruto de la granada que come y la ata a los Infiernos representa la
Ilusión, en clara referencia a que todo aquel que se alimente de la Ilusión
queda encadenado a la Materia
[5] R. Mendieta: Ver referencias
al concepto de “polar opposite” formulado por Mouravieff.
[6]R. Mendieta: Este ejemplo ilustraría
la afirmación Casiopea de que las fuentes originales dentro de las que se
encontrarían numerosas claves para esclarecer la verdadera naturaleza de la
realidad, tales como el Zodíaco, la Biblia, los textos mitológicos, etc., han
sido deliberadamente alteradas para neutralizar su carácter de hilo de Ariadna
que originalmente orientaría hacia la salida del Laberinto de la Ilusión.
[7] R. Mendieta: ¿Sugiere esto
acaso que la cura de ciertos males “ilusorios” fácilmente puede adoptar la
forma de un milagro justamente por el carácter ilusorio de los mismos?