Décimo Día
Supongo que aguardará Ud.,
sufrido Dr. Siegnagel, una respuesta a la pregunta pendiente: “¿Cuál sería la
siguiente reacción de los Golen frente al poderío tartessio, que se
desarrollaba fuera de su control y que frustraba todos sus planes?” Esta es la
respuesta, muy simple, si bien habrá que aclararla: los Golen
dirigieron contra Tartessos el Mito de Perseo.
Con todo rigor, se puede afirmar que el de Perseo, así
como otras leyendas que tardíamente se han agrupado bajo la denominación
general de “Mitos Griegos”, es en realidad un antiquísimo Mito pelasgo.
Con algunas de las historias “griegas” de Heracles ha pasado lo mismo: por
ejemplo, con aquella en la que el héroe lucha con el Gigante Gerión para
robarle sus bueyes rojos y que oculta, bajo un símbolo caro a los pelasgos, una
antigua incursión de los argivos primitivos contra el “pueblo triple” de los
iberos, o Virtriones, con el fin de conquistar el secreto de la ganadería que
desconocían o habían perdido; y la prueba está en que aquellos argivos,
“enemigos de los geriones”, se consideraban parientes de estos, desde que
Heracles mismo era bisnieto de Perseo. Pero Perseo fue bisabuelo de Heracles
sólo en el Mito argivo; en verdad, el tema está tomado de un Mito pelasgo mucho más antiguo, de origen
ibérico atlante, que se refiere a la aventura emprendida por un Espíritu
Hiperbóreo típico para alcanzar la inmortalidad y la Sabiduría. En el tema
primordial el Espíritu Perseo no era argivo sino oriundo de los iberos
atlantes, es decir, de un pueblo mucho más occidental; por eso su proeza no la
lleva a cabo por encargo de un mero Rey mortal como Polidectes sino de la Diosa
de la Sabiduría, Frya, la esposa de Navután: todos los Nombres, y las funciones
de los Dioses, fueron luego cambiados, y trastocados, por los pueblos del Pacto
Cultural, quedando la historia de Perseo en la forma conocida.
El tema es simple y, en
cuanto lo exponga, Ud. comprobará que no puede proceder más que de la Sabiduría
Hiperbórea de los Atlantes blancos. Una representación Hiperbórea del Origen,
como ya lo mencioné más atrás, fue Thule, el centro isotrópico de donde
procedía el Espíritu. De manera semejante, para los primeros descendientes de los Atlantes blancos, el
Origen fue Ponto, al que luego se personificó como un Dios del Mar y se
identificó con la Ola, seguramente porque de este “Origen” provenían sus
Antepasados. Este Ponto se desposa con Gea, la Tierra, quien da nacimiento
entre otros a Forcis y Ceto, símbolos prototípicos de los seres híbridos, mitad
animales mitad Dioses: en un trasfondo esotérico esta imagen alude al Espírtu
aportado por Ponto, el Origen, al animal hombre hijo de la Tierra. Los hermanos
Forcis y Ceto se aparean a su vez y, junto a una serie de Arquetipos híbridos,
dan vida a tres mujeres que ya nacen “viejas”: las Grayas o Greas, es decir,
las Grises. Naturalmente, las Grayas no son otras que las Vrayas, las Guerreras
Sabias encargadas de custodiar el Arado de Piedra y la Piedra de Venus: son
“viejas” porque deben ser Sabias y los que ignoran el significado de los
instrumentos líticos afirmarán luego que “entre las tres sólo tenían un Ojo y
un Diente”.
Perseo es la idealización del Espíritu cautivo que
intenta la hazaña de liberarse de la prisión material; su objetivo es descubrir
el Secreto de la Muerte, conseguir la Más Alta Sabiduría, y hallar a la Pareja
Original. Navután y Frya lo inspiran para que consulte a las Vrayas y
ellas, con la Piedra de Venus, le indican el camino a seguir: debe dirigirse a
un Bosque Sagrado de Fresnos y reclamar la ayuda de los Dioses para enfrentar
con éxito a la Muerte. Es lo que hace Perseo y se produce el encuentro con
Navután. El Dios le informa que la Sabiduría está en poder de su Esposa, Frya,
pero que no resulta fácil llegar hasta Ella pues la Muerte se interpone al paso
de los simples mortales. Para allanarle el viaje hacia Frya, Navután revela a
Perseo el Secreto del Vuelo y le entrega el Signo de la Media Luna, es decir,
el símbolo de los Pontífices Hiperbóreos, los Constructores de Puentes Más
Sabios de los Atlantes blancos: según los Atlantes Blancos, los
Pontífices Hiperbóreos sabían el modo de tender un puente infinito entre el
Espíritu y el Origen (Ponto). El grado de Pontífice Hiperbóreo lo confirma Vides, el Señor de
K'Taagar, cuando entrega a los que franquean la Puerta a la Morada de los
Dioses Libera-dores la túnica y el casco: sobre la frente de ese casco los
Pontífices fijan el Signo de la Media Luna. Es tradición que los Pontífices así
vestidos disponían de la Facultad de tornarse culturalmente invisibles, no por efecto de tal indumentaria, desde
luego, sino por la Sabiduría que implica el poseerla. Navután enseña a Perseo
la Lengua de los Pájaros y lo guía hasta la Morada de Vides, quien lo inviste
de Pontífice Hiperbóreo: en su Viaje hacia Frya, Perseo llevará en la mano un
buche de grulla conteniendo dieciséis piedras, en cada una de las cuales está
grabada una Vruna. Al aproximarse a Frya, Navután aconseja al héroe no
detenerse a mirar el Rostro de Muerte, lo que causaría su inmediata
destrucción, y concentrarse en el Espejo
que la Diosa de la Sabiduría significa tras
la Muerte: ¡sólo así podrá vencer a la Muerte!, Perseo cumple las indicaciones con exactitud y,
contemplándose en el Espejo de Frya, consigue comprender a la Muerte y se transforma en Hombre de Piedra Inmortal. A su regreso de la Muerte, Perseo emplea
la Lengua de los Pájaros para comprender
a la Serpiente con el Signo del Origen: entonces adquiere la Más Alta
Sabiduría y encuentra a su Pareja Original.[1]
Hasta aquí, lo más
importante del tema original transmitido a los pueblos nativos por los Atlantes
blancos. Es evidente que gran parte del mismo, milagrosamente recordado gracias
a la misión familiar, fue incorporado por los Señores de Tharsis en la Reforma
del Fuego Frío. Los lidios, posteriormente, contribuirían a su degradación
mediante la “perfección de la forma ritual”, que consistía en el demencial
intento de exhibir exterior-mente, plasmados en la materia, unos signos que
sólo pueden ser metafísicos. Claro que quienes más harían para pervertir el sentido del Tema del Espíritu Perseo
serían los Sacerdotes del Pacto Cultural; y después que el sentido fuera
restituido por el Culto del Fuego Frío, sin dilación, los acompañarían los
Golen con todos sus recursos, trabados en una guerra que consideraban de vida o
muerte para los planes de la Fraternidad Blanca a la que servían.
En tiempos de la caída
cultural de los pelasgos, mucho antes de que los Golen iniciasen su siniestro
desplazamiento hacia Europa, el tema original se consteló como Mito, los
Nombres fueron cambiando, y los significados se distorsionaron e invirtieron.
En el Mito argivo, Perseo, por encargo del tirano de Sérifos a quien prometió
imprudentemente traer “la Cabeza de Medusa”, se dirige a la Tartéside pues el
Monstruo habita un bosque de la península ibérica: semejante localización no es
gratuita puesto que Vides, el Señor de K'Taagar, fue denominado por los
Sacerdotes Ides, Aides o Hades, el Señor de Tar, es decir, del Tártaro o Infierno,
con lo que Thar-sis, Tar-téside, Tar-tessos, etc., pasaron a designar lugares
infernales. A esa ubicación contribuyeron también, en gran medida, los Golen,
cuando lograron observar la escultura de la Diosa Pyrena y la identificaron en
todo el mundo antiguo como “la Gorgona Medusa”. Al Perseo argivo lo ayudan Hermes y Atenea, en quienes aún
es posible reconocer a Navután y Frya. Navután, en efecto, fue llamado
Hermes, Mercurio, Wothan, etc.; como Hermes, según los griegos, era hijo de una
mujer “atlante”, hija de Atlante, y de un Dios (Zeus), lo que no está lejos de
la genealogía del Gran Jefe de los Atlantes blancos; fue inventor de un
alfabeto, de la lira y la siringa, las que canjeó a Febo, el Sol, por el
caduceo con el que éste pastoreaba a sus rebaños: si se considera que el
caduceo es una vara con dos serpientes enrolladas, que El Sol representa al
Dios Creador, y el rebaño a los animales hombres, es fácil distinguir en la
figura de Hermes a la del que ha comprendido, mediante un lenguaje, al Símbolo
de la Serpiente con que el Dios Creador pastorea a sus siervos. Y Frya, por su
parte, fue conocida como Atenea, Minerva, Afrodita, Freya, etc.; de Ella, los
griegos decían que “había nacido ya armada”: era, pues, Diosa de la Guerra, de
la Sabiduría, y del Amor.
A partir de su viaje
inverso a la Tartéside, el Perseo argivo comienza a comportarse como un claro
exponente del Pacto Cultural: no consulta a las Vrayas sino que les roba el ojo
común; éstas lo envían a Alsos, el hogar de las Alceides, es decir, a un bosque
sagrado, donde encuentra a las Ninfas Melíades, las que no son otra cosa que
personificaciones de los Fresnos; las Ninfas le suministran un saco de piel de
grulla, donde colocará la Cabeza de Medusa, y unas sandalias que permiten
volar; Hades le presta el casco de la invisibilidad; y Hermes le entrega una
hoz con forma de media luna para cortar la cabeza del monstruo. Pero lo que más delata a esta
falsificación engendrada por los Sacerdotes del Pacto Cultural es la prevención
del Perseo argivo que teme convertirse
en Hombre de Piedra. Porque en el Mito egeo no es una Sabiduría posterior
sino la propia mirada de Medusa la que convierte en piedra; la
Sabiduría, por el contrario, no está atrás de la Muerte sino afuera, junto a
Perseo, definitivamente independizada e inalcanzable para él. Ella no permite
que él se refleje en su Verdad Desnuda: se limita a colocar un espejo objetivo
donde el “héroe” contemplará la Muerte sin que ésta lo atrape. Es toda la ayuda
que le brinda Atenea: viéndola desde el espejo, Perseo clavará la hoz en el
cuello de Medusa y dará muerte a la Muerte, sin que esta “hazaña” le permita
alcanzar la inmortalidad. El espejo de Atenea es su escudo protector; la Cabeza de Medusa, obtenida en
la inútil hazaña del perseo argivo, es colocada por la Diosa en el centro del
escudo, dando a entender claramente que en esta Era, luego del triunfo del
Pacto Cultural, la Sabiduría está escudada en la Muerte, sin que exista
posibilidad alguna a los mortales de llegar a ella. Desde luego, esto es sólo
una amenaza de los Sacerdotes del Pacto Cultural para desalentar la búsqueda de
la liberación del Espíritu. En fin, como el Perseo argivo ni alcanzó la
inmortalidad ni consiguió la Sabiduría, no podrá comprender a la Serpiente y
por eso se ve obligado a matarla también, cosa que hará a la vuelta de su
“hazaña”, cuando lucha contra un dragón y libera a Andrómeda, con la que se une
y procrea numerosa prole.
Finalmente, corriendo el
riesgo de ser ejecutados sin piedad por los tartesios, los Golen lograron
infiltrarse en el Bosque Sagrado y espiar el Ritual del Fuego Frío. Desde aquel
infausto día, los Golen supieron que habían hallado un Rostro y un Hogar para
Medusa. En pocos años, merced a su incesante prédica y a la de los incontables
Sacerdotes que los secundaban en todos los pueblos del Pacto Cultural, se
popularizó con renovado vigor la leyenda argiva de Perseo: los hijos de Forcis
y Ceto, las Grayas, las Gorgonas, y la Serpiente que cuida el Arbol de las
Manzanas de oro, habitan en un bosque sagrado de la Tartéside, región que
pertenecía a la sazón al Reino de Tartessos. Lógicamente, no se verá con claridad la ventaja estratégica
que podía significar para los Golen el reflotar y adaptar un “Mito” si partimos
del principio erróneo de que entonces nadie creía en él o de que todo el mundo,
aunque le concediese veracidad “legendaria”, sabía que ello “ya había
ocurrido”. Pensar eso demostraría no conocer la ideología de los Golen.
Junto con su revolucionaria concepción de la unidad de Dios en el Sacrificio
ritual, los Golen sustentaban el asombroso concepto de que los Mitos tenían carácter profético. Vale decir, que los Mitos, y
todo argumento procedente del Cielo o de los Dioses, jamás se cumplen del todo, jamás están realizados totalmente.
Tenían fe ciega en que si se repetían las circunstancias y los personajes, el
Mito, como una Profecía, se iba a desarrollar nuevamente en la Tierra ; en
síntesis, afirmaban:
Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, eso mismo se hará:
nada nuevo hay bajo el sol.
De manera que, a
juicio de los Golen, si se profetizaba
el Mito del Perseo argivo éste se iba a cumplir infaliblemente: entonces la
sentencia de exterminio que pesaba sobre la Casa de Tharsis quedaría también
cumplida.
Por supuesto, no hay que
engañarse con respecto a la actividad de un Mito descripto hasta en sus menores
detalles: si bien en las mentes crédulas del pueblo, Perseo y Medusa, eran
imaginados como personajes reales, los Reyes y jefes militares que ambicionaban
el botín de Tartessos tenían en claro que se trataba de representaciones; en los siglos de la expansión
tartesia, los que deseaban “emular a Perseo”, por ejemplo, sabían muy bien que
la “Cabeza de Medusa” que debían cortar significaba “destruir a Tartessos”;
algo semejante ocurría cuando en las guerras del siglo XIX se proponía
“destruir al Oso”, aludiendo a “la conquista de Rusia”, o “humillar al León”,
en lugar de “someter a Inglaterra”. Sin embargo, el hecho de que un Rey
estuviese al tanto del sentido alegórico del Mito, no le resta a éste capacidad
de actuar sino que, por el contrario, aumenta sus posibilidades de concretarse
realmente: el que adopta inteligentemente el papel de personaje del argumento
mítico, interpreta a la descripción del Mito como una especie de plan o
proyecto a realizar; pero entonces no es el personaje quien actúa para realizar
el proyecto del Mito sino el Mito el que, inconscientemente, motoriza al
personaje para concretar el argumento: quien
aspire a ser Perseo, acabará cortando la cabeza de Medusa, aunque crea que
podrá auto-controlarse porque conoce el significado alegórico del personaje.
Así pues, Dr. Siegnagel,
los Golen “dirigieron contra Tartessos el Mito de Perseo” como reacción a la
expansión económica y militar que se desarrollaba fuera de su control y
frustraba todos sus planes: la respuesta es ahora clara. Durante los siglos
posteriores muchos serían los “Perseos” que intentarían la hazaña de conquistar
Tartessos; y casi siempre, integrando las expediciones guerreras, guiando a los
Reyes invasores o a los Jefes piratas, llegaba el Golen, caricatura de Hermes
que señalaría la morada de las Grayas y la ubicación del Ojo único, es decir,
de la Espada Sabia. Porque los Golen no olvidarían nunca su objetivo principal:
robar la Piedra de Venus. Esa sería su parte del botín: todo lo demás, el oro y
la plata, los muelles, barcos y prósperas ciudades, todo sería para el Perseo
vencedor, para el “héroe” del Pacto Cultural. No era mucho lo que solicitaban y
no serían pocos los que responderían a sus intrigantes propuestas. Empero, pese
a esta ofensiva que se fundaba en la acción universal de un Mito y que obligaba
a los tartesios a vivir en permanente estado de guerra, el Reino se defendió
con éxito hasta el siglo III, época en que su poderío comenzó a
declinar frente a otras potencias nacientes: Cartago, Grecia y Roma escribirían
el final de la historia.
Los griegos del período
preclásico fueron muy receptivos a la Estrategia de los Golen y ello los
condujo a emprender muchas expediciones de conquista contra Tartessos: desde
sus pujantes colonias en Sicilia, Italia, Galia, y, finalmente, en la misma
España, habrían acabado con Tartessos si no fuese porque debían cuidar sus
espaldas del creciente poder de Roma. Los romanos, en cambio, se mostraron
siempre amistosos con los tartesios y poco permeables a la influencia de los
Golen: ello no debe extrañar si se recuerda que por las venas de la nobleza
romana circulaba la sangre de los pelasgos de Etruria, parientes directos de
los tartesios. El destino no reservaría, pues, ni a griegos ni a romanos la
“hazaña” de destruir Tartessos. Sería un hombre de Cartago, un fenicio, un rojo o púnico, el nuevo Perseo
que empuñaría la hoz de hierro, símbolo invertido y pervertido de la media
luna, y cortaría la Cabeza de Medusa, dando así cumplimiento a la profecía de
los Golen.
En el siglo XII
A.J.C., cuando los filisteos la ocupan y saquean, comienza la decadencia de
Sidón, la ciudad más importante de Fenicia. Se inicia así el poderío de Tiro,
que no cesaría de crecer hasta que Nabucodonosor, tras un sitio de trece años,
la arruina definitivamente en el 574 A.J.C. Mas, para ese tiempo, Tiro se ha
expandido en todo el mundo antiguo y posee colonias, como Gades (Cádiz), en el
Sur de España, en las costas de Sicilia, en las Baleares, en Cerdeña, y, desde
el 814 A.J.C., en las costas de Africa, donde han fundado la rica y próspera
ciudad de Cartago. Con la ruina comercial de Tiro cobra preponderancia, a
partir del siglo VI, la colonia cartaginesa, poseedora de
la mayor flota del Mediterráneo occidental.
Cartago alcanzó en la Historia la triste celebridad de
haber constituido una sociedad amoral, formada por mercaderes cuya única
ambición era la riqueza, que imponía su comercio con la protección de un
ejército mercenario; sólo unos pocos Jefes militares, en efecto, eran
cartagineses: el grueso del ejército estaba integrado por hombres sin patria y
sin ley, vale decir, por soldados cuya patria era la del que más pagaba y cuya
ley dependía del pago acordado. Pero lo que más impresionó siempre a los
observadores, de manera análoga a la repugnancia que causó en los europeos del
siglo XVI el conocer el sangriento Culto azteca de los Corazones
Palpitantes, fue el Culto de Moloch, una deidad a la que se debían ofrendar
permanentes sacrificios humanos para aplacar su inextinguible sed de vidas. En
Tiro, los fenicios adoraban a Dioses muy semejantes a los de otros pueblos de
la Mesopotamia y el Asia Menor: rendían Culto a la Diosa Astarté o Tanit, que
para los asiriobabilonios era Ishtar o Innana, o Nana, para los griegos Io,
para los egipcios Isis, y que en otras partes se llamaba Ashataroth, Cibeles,
Atenea, Anatha, Hathar, etc.; y también ofrendaban a Adón, que equivalía al
Adonis frigio; y creían en Melkarth, que correspondía al Heracles argivo; y
ofrecían sacrificios a Baal Zebul, Baal Sidón, Baal Zaduk, Baal Il, Baal Tars,
Baal Yah[2],
etc., todos Nombres del Dios Creador al que se representaba ora como el Sol,
ora como el planeta Júpiter u ora como una fuerza de la naturaleza. Fue en el siglo IX
A.J.C., cuando el Rey Itobal, sacerdote de Astarté, casó a su hija Jezabel con
el Rey Ajab de Israel, que los Golen se infiltraron en Tiro y trataron de
unificar los Cultos en el Sacrificio al Dios Uno Il. Aquel intento no daría
grandes resultados hasta el siglo siguiente, luego de que el Gran Rey Sargón II
de Asiria conquistase el país de Canaán y los Golen se trasladasen a Cartago
para oficiar como Sacerdotes del Culto a Moloch.
Hay que advertir que el cartaginés fue el primer
pueblo en el que los Golen se establecieron, fuera de los pueblos europeos que
les estaban asignados por la Fraternidad Blanca, para cumplir con su misión de
unificar los Cultos. Pero sería el primero y el último pues, según ellos
mismos declaraban, su interés sólo estaba en trabajar sobre los Cultos de
Europa: si permanecían en Cartago ello se debía pura y exclusivamente a la
herejía tartesia, a la necesidad de orientar a aquel pueblo Perseo para que
cortase la Cabeza de Medusa y diese cumplimiento a sus profecías. Y fue así como, impulsado por el
siniestro designio de los Golen, el Culto de Moloch llegaría a dominar por el
terror a todos los otros poderes del gobierno de Cartago: el Rey, la
Nobleza, los Consejos de Estado, los Jefes militares, todos acabaron sometidos
a Moloch y sus Sacerdotes Golen. Al final, todas las familias de Cartago
estaban obligadas a ofrendar sus hijos primogénitos para ser sacrificados en la
“boca de Moloch”, es decir, para ser arrojados en la boca de un ídolo de metal
que daba a un horno incandescente; y allí terminaban sus días también los
prisioneros, los esclavos, los acusados por algún delito, las vírgenes
consagradas, o cualquiera que a los Golen se les ocurriese eliminar. Mas el
Dios jamás estaba satisfecho: exigía más y más pruebas vivientes de la Fe del
pueblo en el Sacrificio ritual; su Ley reclamaba una cuota de sangre
difícilmente disponible. Quizás Moloch esperaba un Sacrificio aún mayor, quizás
se calmaría con la ofrenda de todo el linaje que lo había ofendido, con el
exterminio en Su Nombre de la estirpe de los Señores de Tharsis.
Al estallar las guerras púnicas; en el año 264 A.J.C.,
los Golen creyeron llegada la oportunidad de dar cumplimiento a las Profecías.
Y no sólo lo creyeron Ellos sino también los miembros de la Fraternidad Blanca,
quienes enviaron desde Chang Shambalá a dos misteriosos personajes de nombre Bera y Birsa. Eran dos Sacerdotes de
grado superior, a los que daban el título de “Inmortales”; dos Sacerdotes que
por haber pertenecido en remotas Epocas a la misma Raza de los Golen, la
Fraternidad Blanca les había encargado la misión de dirigir sus planes. Eran
dos “Golen Supremos”, pues; que superaban cuanto pudiesen haber demostrado sus
hermanos de Raza en materia de crueldad y artes diabólicas: entre otras
potestades, por ejemplo, poseían la facultad de viajar por el Tiempo,
dominio que mi familia comprobó amargamente toda vez que los mismos actores
aparecieron en distintos siglos posteriores con el fin de procurar su
destrucción. En aquella ocasión, Bera y Birsa se pusieron al frente de los
Golen de Cartago para dirigir personalmente el ataque a Tartessos pues, aparte
de la Raza, los unía a todos un mismo odio contra la Casa de Tharsis. El
General Amílcar Barca sería el nuevo Perseo, el instrumento que el Mito
empleaba para desarrollarse nuevamente en la Tierra. Con el propósito de que
este militar demostrase ante el Dios Uno que estaba preparado para realizar la
hazaña, se lo impulsó a que asesinase a cuarenta mil hombres de su ejército
mercenario, a los que previamente se había incitado a la rebelión
suprimiéndoseles el pago de la soldada: desde el Desfiladero del Hacha, un Río
de sangre fue a parar así a las fauces de Moloch, para satisfacción de los
Golen y como clara señal de que la profecía podría ser cumplida. A continuación el gobierno de
Cartago, siguiendo las instrucciones de los Sacerdotes Golen, encargó en el año
237 A.J.C. a Amílcar Barca la conquista de España. Esta invasión, la última que
iba a soportar Tartessos, fue el tema de una saga familiar de leyendas orales
denominada “El Ataque de los Veintidós Golen”.
Cuenta la saga que en el
año 229, mediante un hábil e inesperado repliegue de tropas, el General Barca
consigue “sorprender a Tartessos dormida”, como el Perseo argivo a Medusa, y la
somete a sangre y fuego. Empero, mientras los soldados se entregan a la matanza
y al saqueo, otros hechos están sucediendo. Acompañando al ejército cartaginés
han llegado hasta Tartessos veintidós Golen, es decir, veinte Sacerdotes Golen
conducidos por Bera y Birsa. El Mito del Perseo argivo se ha hecho realidad, la
profecía se está cumpliendo en ese momento, y es necesario actuar con rapidez y
precisión: en tanto los veinte Golen ocupan el Bosque Sagrado, y efectúan los
rituales convenientes para consagrarlo al Dios Uno El Moloch y neutralizar la
influencia mágica de Pyrena, los Inmortales Bera y Birsa irán en busca de la
Espada Sabia. Los Golen se aplican a su tarea y pronto se encuentran profanando
la Lámpara de Pyrena, concentrados junto al Manzano de Tharsis y a la escultura
de la Diosa. Lo que ocurre a continuación obedece a que cada uno comete un
error de evaluación sobre la capacidad y el modo de reacción del adversario: los Golen erraron al no considerar
la locura mística y heroica que los Hierofantes
tartesios disponían por ser descendientes de los Señores de Tharsis; y los
Hierofantes subestimaron los poderes y la determinación de los Golen, quizá por
desconocer hasta entonces la existencia de los Inmortales como Bera y Birsa.
El error de los Golen fue
suponer que los Hierofantes, desprevenidos tanto como los centinelas de
Tartessos, aceptarían con resignación la pérdida del santuario del Bosque
Sagrado o que, a lo sumo, ofrecerían resistencia armada, caso en el que
actuaría en su defensa una tropa que los escoltaba. La realidad, muy distinta,
era que los Hierofantes habían considerado muchos años antes la posibilidad de
que el Bosque Sagrado cayese en poder del Enemigo y tenían tomada, ya, una
decisión al respecto: jamás permitirían que ello ocurriese; la caída del Bosque
Sagrado implicaría, necesariamente, su destrucción. Por eso cuando el fuego,
que avanzaba perimetralmente, rodeó y abrasó el centro del Bosque, los veinte
Golen y la Guardia no pudieron hacer nada para evitar la horrible muerte: los
esqueletos carbonizados mostraron, después, que todos se habían refugiado bajo
el Manzano de Tharsis y que finalmente ardieron y se consumieron como éste y
los restantes árboles del Bosque. Todo se incineró en aquel incendio que había
sido cuidadosamente planificado durante años y preparado mediante una estudiada
distribución de leña seca en distintas partes del área: al ingresar al Bosque Sagrado en tren de conquista los
Golen no ganarían una plaza sino que caerían en una trampa mortal. Por supuesto,
ellos jamás hubiesen supuesto que los Hierofantes tartesios “sacrificarían” su
Bosque Sagrado antes de verlo ocupado por el Enemigo y esta reacción sería
tomada como una lección por los Golen que, en lo sucesivo, continuarían
luchando contra los descendientes del Pacto de Sangre.
Y la subestimación que los
Hierofantes cometieron al evaluar el real poder de los Golen a punto estuvo de
causar la pérdida definitiva de la Espada Sabia. Si ello no ocurrió el mérito
sólo debe atribuirse al valor increíble de las Vrayas; y a una lealtad al Pacto
de Sangre que iba más allá de la muerte. El caso era que a unos veinte kilómetros de
Tartessos, sobre la ladera del Cerro Candelaria, se hallaba la entrada secreta
a una Caverna que había sido acondicionada en tiempos remotos por los Atlantes
blancos: era una de las obras que se debían conservar de acuerdo al compromiso
del Pacto de Sangre. Naturalmente, luego de la derrota cultural de los
iberos tal compromiso se olvidó y la Caverna, oculta y solitaria, permaneció
abandonada miles de años. Sin embargo, los efectos purificadores de la prueba
de familia que culminaron con la Reforma del Fuego Frío, causó su
redescubrimiento, a pesar de que no todos, ni en cualquier momento, podían
penetrar en ella: el motivo era que la entrada secreta estaba señalada con las
Vrunas de Navután y sólo los de Sangre Pura, los que eran capaces de escuchar
la Lengua de los Pájaros, lograban encontrarla; quien no reunía estos
requisitos no conseguía descubrirla ni así estuviese delante de ella. Pues
bien, esa Caverna había sido elegida por las actuales Vrayas para guardar la
Espada Sabia. Un corredor de guerreros tartesios se formó para permitir la
salida de Tartessos de las Vrayas y salvar, a último momento, la valiosa
herencia de los Atlantes blancos: muchos perecieron para consumar este heroico
rescate, muchos que hoy han de estar inmortalizados por su valor, aguardando en
K'Taagar el momento en que regresarán a ocupar sus puestos de combate, cuando
se libre sobre la Tierra la Batalla Final. Gracias a su leal entrega, las
Vrayas, que en ese tiempo eran la Reina de Tartessos y dos princesas, pudieron
llegar hasta la entrada secreta de la Caverna. En verdad iban perseguidas tan
de cerca por Bera y Birsa que sólo una princesa, portando la Espada Sabia,
logró atravesar el umbral, mientras las otras dos Vrayas se retrasaban para
detenerlos. Y aquí fue donde se vio el terrible poder de los Inmortales Golen
pues, aún cuando las Vrayas los enfrentaban con sus temibles hachas de piedra,
ellos no necesitaron emplear arma alguna para dominarlas, salvo sus artes
demoníacas. El Poder de la Ilusión, en el cual eran Maestros, les bastó para
inmovilizarlas y apoderarse de ellas. Empero, la Espada Sabia ya estaba a salvo en la Caverna Secreta
puesto que a los Golen, que sólo poseían Alma pero carecían de Espíritu, les
resultaría imposible comprender las Vrunas de Navután.
La saga familiar concluye
esta parte de la historia narrando el espectáculo observado por los Hierofantes
tartesios cuando se dirigieron a la Caverna Secreta, luego de incendiar el
Bosque Sagrado. Tendidos en el suelo de la base del Cerro Candelaria, no muy
lejos de la entrada secreta que ellos no habían conseguido encontrar, estaban
los cadáveres de la Reina de Tartessos y la princesa espantosamente mutilados:
de aquel cuadro resultaba evidente que Bera y Birsa sometieron a cruel tormento
a las valientes Iniciadas con el objetivo de obligarlas a confesar la clave de
la entrada secreta; y era indudable que ellas habían preferido morir con Honor
antes de traicionar la misión familiar y el Pacto de Sangre; habían así
resistido primero a la presión mágica del encantamiento de los Golen, con
Voluntad de acero, y después a la tortura física, a la Prueba del Dolor.
Entonces, seguramente al comprobar el fracaso de sus planes y temiendo un
enfrentamiento con los Hombres de Piedra, los Inmortales se apresuraron a
asesinarlas y a partir hacia la Isla Blanca, no sin dejar tras de sí una
inequívoca señal de sus infernales presencias: antes de irse, escalpelaron los dos cadáveres y se llevaron
la totalidad del cabello, las dos trenzas teñidas con lechada de cal que las
Vrayas, como todas las Iniciadas consagradas a Io-a, lucían hasta los tobillos. Y con la sangre que se escurría
desde los cráneos desnudos, escribieron en lengua fenicia sobre una roca algo
así como: el castigo para los que
ofendan a Yah provendrá del Jabalí. Sin dudas, otra de sus malditas
profecías.
Decimoprimer Día
Así, estimado Dr. Siegnagel,
desapareció para siempre el Reino de Tartessos. El General Barca representó nuevamente el Mito del Perseo
argivo, al cortar la Cabeza de Medusa, y también el de Heracles Melkarth, al
vencer al pueblo triple de los Geriones. No obstante, aunque de
Tartessos no quedó piedra sobre piedra, el Bosque Sagrado se redujo a cenizas,
y la escultura de Pyrena fue demolida por orden de Amílcar Barca, la profecía Golen no se cumplió
puesto que la Piedra de Venus, el Ojo único de las Vrayas, no pudo ser robado
por Bera y Birsa. Eso demuestra que aunque sea cierto que los argumentos
míticos pueden desarrollarse muchas veces sobre la Tierra, su repetición no
siempre es idéntica y hasta pueden deparar más de una sorpresa a quienes los
hayan propiciado. En esta ocasión no sólo falló la profecía, al quedar a
salvo la Espada Sabia, sino que la sentencia de exterminio que pesaba sobre la
Casa de Tharsis tampoco pudo ser cumplida.
En
el Mito argivo, cuando Perseo clava la hoz en el cuello de Medusa, de la herida
surgen dos seres extraordinarios: Crisaor y Pegaso. De acuerdo con el Mito,
sólo Poseidón, el Rey de la Atlántida y Dios del Mar Occidental, se atrevió a
amar a Medusa, en la que engendró dos hijos, Crisaor y Pegaso, los que nacerían
de la herida infrigida por Perseo. Crisaor sería un gigante destinado a
desposar a Calirroe (Kâlibur), una “Hija del Mar”, de cuya unión nacería el
Gigante triple Geriones. Creo, Dr. Siegnagel, que la última manifestación del
Mito, concretada en el drama de Tartessos, determinaría su repetición hasta en
los menores detalles, a pesar de no cumplir, felizmente, con la profecía de los
Golen. Creo, por ejemplo, que efectivamente
del cuello seccionado de Medusa, de las ruinas de Tartessos, nació Crisaor, el
gigante Hijo de Poseidón: éste fue, sin dudas, Lito de Tharsis, que, como verá
más adelante, desposó a una Hija del Mar, a una princesa de América, “la otra
orilla del Mar Occidental”; Crisaor nacería armado con una Espada de Oro, igual
que Lito de Tharsis, quien partiría hacia América portando la Espada Sabia de
los Reyes iberos. Y creo también que como Pegaso es mi hijo Noyo, quien ha
nacido con alas para volar hasta las Moradas de los Dioses Liberadores y, como
él, tiene el poder de abrir las Fuentes con sus golpes, sólo que en su caso se
trata de las Fuentes de la Sabiduría.
Los sobrevivientes de
la Casa de Tharsis, curiosamente dieciocho en total, se hallaban reunidos cerca
de la Caverna Secreta, en una estrecha terraza protegida naturalmente con
enormes rocas que permitían una cierta defensa y desde la cual se podía dominar
la ladera de la sierra. Cuenta la saga familiar que, un momento antes, los
Hombres de Piedra, únicos que sabían ingresar en ella, habían sostenido un
consejo en la Caverna Secreta: frente al desastre que se abatía contra la Casa
de Tharsis, juraron dedicar todos los esfuerzos para dar cumplimiento a la
misión familiar y para salvar a la Espada Sabia. Era preciso que la Estirpe
continuase existiendo a cualquier costo; en cuanto a la Espada Sabia,
decidieron que, tras la muerte de la última Vraya, quedase perpetuamente
depositada en la Caverna Secreta, por lo menos hasta el día en que otros
Hombres de Piedra, descendientes de la Casa de Tharsis, observasen en ella la
Señal Lítica de K'Taagar y supiesen que deberían partir: hasta esa ocasión la Espada Sabia no volvería a ver la luz del día.
Al salir, comunicaron
estas determinaciones a sus parientes y requirieron noticias sobre el Reino.
Pero las noticias que llegaban al improvisado refugio eran extrañas y
contradictorias. Se debería descartar una pronta ayuda de los romanos pues los
Golen habían sublevado contra ellos a todos los pueblos de las Galias,
cortándoles el camino hacia España: el acudir en socorro de Tartessos exigía
ahora una expedición muy numerosa, que dejaría desguarnecida a la misma Roma.
Por otra parte, en Tartessos, la victoria cartaginesa había sido aplastante:
toda la tartéside estaba en poder del General Barca, lo que completaba la
ocupación total del Sur de España. A los Señores de Tharsis sólo les quedaban
sus vidas y un batallón de fieles y aguerridos guardias reales. Sin embargo,
algo extraño y contradictorio ocurrió.
Amílcar Barca, es cierto,
hizo arrasar Tartessos hasta convertirla en escombros. En esta acción tanto él,
como el ejército mercenario, actuaron movidos por una furia homicida que superaba
todo razonamiento, por una fuerza indominable que se apoderó de ellos y no los
abandonó hasta no haber destruido completamente la ciudad ya ocupada. Fue como
si el odio experimentado durante siglos por los Golen contra la Casa de Tharsis
se hubiese acumulado en algún oscuro recipiente, quizás en el Mito de Perseo, para descargarse todo junto en el Alma
de los cartagineses. Empero, luego de consumarse la irracional destrucción, el
General Barca y los Jefes militares que lo acompañaban recobraron bruscamente
la lucidez, no siendo ajeno a ese fenómeno la muerte de los veinte Golen y la
partida de Bera y Birsa. Momentáneamente, algo se había interrumpido, algo que
impulsaba al General Barca a desear la aniquilación de la Casa de Tharsis; y no
quedaban más Golen en la tartéside para reiniciarlo. Entonces, libre por el
momento de la pasión destructiva del Perseo argivo, Amílcar Barca obró con la
sensatez de un auténtico cartaginés, es decir, pensó en sus intereses
personales. Para Amílcar Barca el enemigo no estaba solamente en Roma; allí, en
todo caso, estaba el enemigo de Cartago; pero en Cartago también estaban los
enemigos de Amílcar Barca, los que envidiaban su carrera de General exitoso y
desconfiaban de su poder; los que lo habían enviado ocho años antes a
conquistar aquel país inhóspito y no tenían intenciones de hacerlo regresar.
Pero Amílcar Barca les
pagaría con la misma moneda, demostraría hacia el Gobierno de Cartago la misma
indiferencia y usufructuaría en provecho propio y de su familia el inmenso
territorio conquistado:
¡España sería la Hacienda particular de los Barca! Mas, para eso, habría
que contar con la imprescindible colaboración de la población nativa, que había
manejado hasta entonces al país y conocía todos los resortes de su funcionamiento.
Y aquellos pueblos belicosos, que fueron libres por siglos, no se someterían
fácilmente a la esclavitud, esto lo advertían claramente los Bárcidas, a menos
que sus propios Reyes y Señores los convenciesen de que era mejor no resistir
la ocupación. La solución no sería imposible pues, según la particular
filosofía de los cartagineses, “sólo debería ser destruido aquel que no pudiese
ser comprado”.
La extraña y
contradictoria noticia llegó así al refugio de los Señores de Tharsis: Amílcar
Barca les ofrecía salvar sus vidas si renunciaban a todo derecho sobre la
tartéside y aceptaban entrar a su servicio para gobernar el país; en caso
contrario, serían exterminados como reclamaban los Golen. Con mucho dolor, pero
sin alternativas posibles, los Señores de Tharsis tuvieron que acceder a tan
deshonrosa oferta: lo hacían por un interés superior, por la misión familiar y
la Espada Sabia.
Una vez arreglada la
rendición, los de Tharsis pasaron a servir a los Bárcidas y se ocuparon de
pacificar la tartéside y reorganizar la producción agrícola e industrial. Por
la buena disposición demostrada se los recompensó con una granja situada muy
cerca del emplazamiento de la desaparecida Tartessos, adonde viviría en
adelante la “familia Tharsis”, salvo los miembros que desempeñaban funciones en
las ciudades o acompañaban a los Bárcidas en los viajes de inspección. Mientras
duró la ocupación cartaginesa, no obstante la protección asegurada por los
Bárcidas, la tranquilidad fue escasa debido a las constantes acechanzas de los
Golen, que exploraron palmo a palmo la región buscando la Espada Sabia y habían
sumado ahora la muerte de veinte de los suyos a la lista de cargos a saldar por
la Casa de Tharsis.
A la muerte de Amílcar
Barca, en el 228 A.J.C., le sucede su hijo Asdrúbal Barca, pero, tras ser
asesinado en el 220 A.J.C., asume el mando del ejército cartaginés el hijo de
éste, Aníbal Barca. El nieto de Amílcar invade la colonia griega de Sagunto en
el año 219 A.J.C., que estaba bajo la protección de Roma, e inicia con esa
acción la segunda guerra púnica, que finalizaría en el 201 A.J.C., con la
rendición incondicional de Cartago. ¡Treinta años después de la destrucción de Tartessos, España se veía
libre para siempre del invasor cartaginés! Pero ya era tarde para Tartessos: el
nuevo ocupante romano no abandonaría la península hasta la desmembración de su
propio imperio, seiscientos años más tarde.
Con los romanos la Casa de
Tharsis tuvo un relativo buen pasar pues se la consideró como una nobleza
nativa aliada y se les restituyeron las funciones de gobierno de la región,
ahora provincia romana, sujetos a la ley de la República y a la autoridad de un
procónsul o propretor. La región de la antigua Tartessos, entre los ríos Tinto
y Odiel, quedó comprendida en la provincia de “Bética”, denominada así por el
río Betis, hoy Guadalquivir, que se extendía hasta el río Anas, hoy Guadiana, frontera de la Lucitanía; los
romanos dieron a los tartesios el nombre de “turdetanos” y a la tartéside el de
“turdetanía”: en pocas décadas la turdetanía se romanizó, el uso del latín se
popularizó, y se constituyeron grandes latifundios rurales, propiedad de los
gobernadores de provincia, magistrados, o Jefes de ejército.
Hacia el siglo I A.J.C. la Casa de Tharsis se había
emparentado con la nobleza romana y era bastante poderosa en la Bética, una
provincia que contaba con 175 ciudades, muchas de ellas ricas y pujantes como
Córduba (Córdoba), Gades (Cádiz), Hispalís (Sevilla) o Malaca (Málaga). Sobre
la base de la hacienda cedida por los cartagineses y las restituciones hechas
por los romanos, los Señores de Tharsis desarrollaron una Villa romana rústica,
edificando una Residencia Señorial y ensanchándola con la adquisición de
grandes extensiones de campos para cultivo; cereales, olivos, y vides,
integraban la principal producción, además de algunos minerales que aún se
explotaban en la sierra Catochar. Cabe aclarar que los romanos la catastraron
como “Villa de Turdes” y que sus moradores fueron llamados “Señores de Turdes”
mientras gobernó el Imperio Romano, aunque yo los seguiré mencionando Señores
de Tharsis para mantener la continuidad del relato.
Como todas las familias de
terratenientes hispano romanos poseían una vivienda en la Ciudad donde
permanecían la mayor parte del año; sin embargo, siempre que podían, preferían
retirarse a la finca campestre pues su mayor interés era estar cerca de la
Caverna Secreta.
Los Golen no tenían ninguna posibilidad de influir
sobre la población romana y su poder sólo se conservaba intacto en la
Lusitanía, en algunas regiones de la Galia, en Britania e Hibernia. Después de
las campañas de Julio César, este poder pareció decrecer completamente y,
durante un tiempo, se creyó que la amenaza estaba definitivamente conjurada. Esto, como se vio luego, era un error de
apreciación, una nueva subestimación sobre la capacidad de los Golen para
llevar a cabo sus planes.
Con respecto al Culto del
Fuego Frío, los Señores de Tharsis no tuvieron problemas en reimplantarlo pues
los romanos eran notablemente tolerantes en materia religiosa y, además, ellos
también adoraban el Fuego desde Epocas remotas. En la Villa de Tharsis
construyeron un lararium dedicado a
Vesta, la Diosa romana del Fuego del Hogar: allí frente a la estatua de la
Diosa Vesta-Pyrena, ardía la Lámpara Perenne del Hogar, la flamma lar que no debía apagarse nunca. A pesar de tratarse ahora
de un Culto privado, la Casa de Tharsis no había perdido su fama de familia de
místicos y taumaturgos, y pronto su Villa se convirtió en otro lugar de
peregrinación para los buscadores del Espíritu, sin alcanzar, naturalmente, las
proporciones de la Epoca de Tartessos. La familia dio a Roma buenos
funcionarios y militares, aparte de contribuir con su producción de alimentos y
minerales, pero también la proveyó de Arúspices, Augures y Vestales.
Decimosegundo Día
El emperador Constantino, con
el edicto de Milán del año 313, legaliza al Cristianismo y le concede derechos
equivalentes a los de los Cultos paganos oficiales. Hacia el final del siglo IV,
en el año 381, y por obra del emperador Teodosio I, se declara al Cristianismo “religión oficial del Estado” y se prohíben los Cultos paganos; en
386 se ordena, mediante un decreto imperial, “el cierre de todos los templos paganos”; y en 392, por ley imperial,
“se considera y castiga el Culto pagano
como crimen de lesa majestad”, es decir, sancionado con la pena de muerte.
Estas medidas no afectaron a los Señores de Tharsis pues años antes ya habían
adoptado el Cristianismo como religión familiar. El Culto de Jesús Cristo provenía del país de Canaán, la
patria de los Golen, y tal origen resultó, como es lógico, sospechoso de
entrada; pero además estaba el pretendido fundamento cultural del drama de
Jesús: las profecías registradas en un conjunto de libros canónicos de los
hebreos, quienes afirmaban ser “el Pueblo Elegido del Dios Creador”. Nada de
esto convencía a los Señores de Tharsis y, por el contrario, cuanto más
observaban aquel nuevo Culto oriental, más se persuadían de que tras él se
ocultaba una colosal conspiración urdida por la Fraternidad Blanca. ¿Cómo fue,
entonces, que adoptaron el Cristianismo como religión familiar? Porque, por
sobre la procedencia del Culto y la filiación de sus cultores, existía un hecho
incuestionable: que la historia narrada
en los evangelios era en parte verdadera.[3] Esto lo podían
asegurar los Señores de Tharsis sin ningún género de dudas pues ellos la
conocían desde miles de años atrás, mucho tiempo antes de que Jesús viviese en
Palestina. Pues aquélla era,
indudablemente, una nueva versión de la historia de Navután.
Para conocer la historia
en toda su pureza habría que remontarse miles de años en el pasado, hasta la
Epoca de los Atlantes blancos, Padres de todos los pueblos blancos del Pacto de
Sangre. Ellos aseguraban estar guiados por Navután, el Gran Jefe Blanco que había descubierto el
secreto del encadenamiento espiritual y les había revelado el modo en que el
Espíritu podría abandonar la materia y ser libre y eterno más allá de las
estrellas, es decir, más allá de las Moradas de los Dioses y de las Potencias
de la Materia. De acuerdo con los relatos de los Atlantes blancos,
Navután era un Dios que existía, libre y eterno como todos los Espíritus
Hiperbóreos, allende las estrellas. El Dios Incognoscible, de quien nada puede
afirmarse desde más acá del Origen, Navután, y otros Dioses, estaban furiosos
porque un sector de la Raza del Espíritu se hallaba detenida en el Universo de
la Materia: y la ira no iba dirigida solamente contra las Potencias de la
Materia que retenían a los Espíritus, sino también contra el Espíritu débil,
contra el Espíritu carente de Voluntad Graciosa para quebrar la Ilusión del
Gran Engaño y liberarse por Sí Mismo. En la Tierra, el Espíritu había sido encadenado al animal hombre para que
su fuerza volitiva acelerase la evolución de la estructura psíquica de éste: y
tan férreo era el encadenamiento, tan sumido estaba el Espíritu en la
naturaleza anímica del animal hombre, que había olvidado su Origen y creía ser
un producto de la Naturaleza y de las Potencias de la Materia, una creación de los Dioses. En otras ocasiones, desde que el
Espíritu permanecía en la Tierra, los Dioses Liberadores, sus Espíritus
Hermanos, acudieron en su ayuda y muchos fueron liberados y regresaron con
Ellos: por esa causa, se libraron terribles Batallas contra las Potencias de la
Materia. Ultimamente, por ejemplo, había atravesado el Origen, y se
había presentado ante los hombres de la Atlántida, el Gran Jefe de Toda la Raza
Hiperbórea prisionera, el Señor de la Belleza de las Formas Increadas, el Señor
del Valor Absoluto, el Señor de la Luz Increada, el Enviado del Dios
Incognoscible para Liberar al Espíritu, es decir, el Kristos de Luz Increada,
Kristos Luz, Luci Bel, Lúcifer, o Kristos Lúcifer. Pero la manifestación de Kristos Lúcifer en la
Atlántida causó la destrucción de su civilización materialista: la
Batalla de la Atlántida culminó con el hundimiento del continente, mucho
después de que Aquél hubiese regresado al Origen.
En esas circunstancias,
frente a la catástrofe inminente de la Atlántida, se desarrolla la historia de
Navután. Los hombres amarillos, los hombres rojos, los hombres negros, todos
perecerán en un cataclismo peor que el que se avecina en la Atlántida: el que
preocupa a los Dioses Liberadores es el cataclismo espiritual, el abismo en el
que se sumergirán aún aquellos que sobrevivan al hundimiento de la Atlántida; y
ese resultado parece inevitable debido a la insistencia y tenacidad con que la
Fraternidad Blanca mantiene el encadenamiento espiritual, pero, más que nada,
debido a la imposibilidad demostrada por el Espíritu para evitar la Ilusión y
despertar del Gran Engaño; esas Razas, estratégicamente confundidas, seguirán
ciegamente a los Sacerdotes Atlantes, quienes las conducirán con derechura
hacia su definitiva decadencia espiritual. La Raza blanca es la única, en ese momento, que dispone de
una posibilidad de liberación, posibilidad que los Dioses no van a ignorar.
Pero el hombre blanco se halla muy dormido, con el Espíritu muy sumergido en la
Ilusión de la Materia, muy proyectado en el Mundo Exterior: no será capaz de
comprender la Revelación Interior del Espíritu, no podrá liberarse por Sí
Mismo. Se hace necesaria una Revelación Exterior del Espíritu apta para la Raza
blanca, mostrar desde afuera al hombre blanco una vía de liberación que
conduzca a la Sabiduría Hiperbórea: para
eso desciende Navután al Infierno. Navután, “Dios libre y eterno”, acepta
bajar al Infierno, venir al Mundo de la Materia, y nacer como hombre blanco. Y
como hombre blanco, realizar la hazaña de liberar por Sí Mismo su Espíritu
encadenado: demostrará así a los hombres, con el ejemplo de Su Voluntad, el
camino a seguir, la Orientación hacia el Origen.[4]
Resumiendo, la historia
que los Atlantes blancos trasmitieron en
forma de Mito a los pueblos nativos, sería la siguiente. Vivía en la
Atlántida una Virgen Blanca Muy Santa, consagrada al servicio del Dios
Incognoscible y entregada a la contemplación de la Luz Increada. Afligida por
la terrible hambruna que azotaba a su pueblo, aquella Virgen pidió auxilio al
Incognoscible; y este Dios Supremo, cuya Voluntad es la Gracia, le enseñó un
camino hacia el Planeta Venus. Ya allí, la Virgen recibió del Enviado del
Incognoscible varios ejemplares de la Planta del Trigo, con la que se saciaría
el hambre material de los hombres, una Vara, que serviría para medir la
Traición Blanca, y la semilla de un Niño
de Piedra, que algún día sería hombre, se pondría a la cabeza de la Raza
Blanca, y saciaría su hambre espiritual. Al regresar de Venus, la Virgen
Blanca, que no había tenido jamás un contacto carnal con ningún hombre, estaba
encinta de Navután. Los Dioses Liberadores le habían anunciado ya que sería
madre y daría a luz un niño cuya Sabiduría espiritual libraría a la Raza blanca
de la esclavitud material. Una serpiente intenta impedir que la Virgen cumpla
su cometido pero Ella la mata aplastándole la cabeza con su pie derecho. Pasado
el plazo, la Virgen alumbra a Navután y lo educa como Guerrero Constructor,
contando con la ayuda de los Guardianes de la Sabiduría Lítica.
Existía en la Atlántida un
sendero que conducía hasta un Jardín Encantado, el cual había sido construido
por el Dios de la Ilusión. Crecía allí un Antiguo Arbol Granado, conocido como el Arbol de la Vida y también como el Arbol del Terror, cuyas raíces se extendían por toda la Tierra y cuyas
ramas se elevaban hasta las Moradas
Celestes del Dios de la Ilusión. Cerca de ese Granado Hechizado se hallaba
un Arbol Manzano, tan Antiguo como Aquél, al que se llamaba el Arbol del Bien y del Mal o el Arbol de la Muerte. Era creencia
corriente entre los Atlantes que el hombre, en un Principio, había sido
inmortal: la causa de que el hombre tuviese que morir se debía a que los
Grandes Antepasados habían comido del Fruto de este Arbol y la Muerte se había
trasmitido a los descendientes como una Enfermedad. En verdad, la sangre del
Arbol, su Savia Maldita, se había mezclado con la Sangre Inmortal del Hombre
Original y regulaba desde adentro la Vida y la Muerte. Y nadie conocía el
Remedio para esa Enfermedad. Navután, que carecía de padre humano, había nacido
inmortal como los Hombres Originales, pero su inmortalidad era, por eso mismo, esencial, propia de su especial
naturaleza espiritual; en consecuencia, su inmortalidad era incomunicable a los res-tantes hombres
blancos, no servía para que ellos recuperasen la inmortalidad perdida. Por eso
Navután, con el apoyo de su Divina Madre, la Virgen Ama, decide hacerse mortal
y descubrir para los hombres el secreto de la inmortalidad.
Desde que los Grandes
Antepasados comieran el Fruto del Arbol de la Muerte, nadie se atrevía a
acercarse a él por temor a la Muerte. Pero Navután era inmortal como los
Grandes Antepasados y pudo, como Ellos, aproximarse sin problemas. Una vez
junto al Arbol, Navután cortó y comió el Fruto prohibido, quedando
inmediatamente hechizado por la Ilusión de la Vida: ahora sólo le faltaba
descubrir el secreto de la Muerte sin
morir, puesto que si perecía en el intento jamás podría comunicar la
Sabiduría a los hombres blancos. Es entonces cuando Navután se auto-crucifica en el Arbol del Terror,
para vencer a la Muerte, y pende nueve noches de su tronco. Empero, mientras el
tiempo transcurría, la Muerte se avecinaba sin que Navután consiguiese
comprender su secreto. Al fin, ya agonizante, el Gran Jefe Blanco cerró su
único ojo, que mantenía fijo en la Ilusión del Mundo, y miró hacia el Fondo de
Sí Mismo, en una última y desesperada reacción para salvar la vida que se
apagaba sin remedio. Y en la cima de Sí Mismo, en medio de la Negrura Infinita
de la Muerte insinuada, vio surgir una Figura Resplandeciente, un Ser que era
Pura Gracia: se trataba de Frya, la Alegría del Espíritu, su Divina Esposa del
Origen que acudía en su auxilio.
Cuando Navután abre
nuevamente su ojo, Frya sale por él y se interna en el Mundo del Gran Engaño:
va a buscar el secreto de la Muerte para salvar a su Esposo agonizante. Sin
embargo no logra conseguirlo y el tiempo se acaba inexorablemente. Al fin, sin
desesperar, Frya se dirige a Hiperbórea para consultar a los Dioses
Liberadores; Ellos le aconsejan buscar a un Gigante bicéfalo que habita en un
Mundo situado bajo las raíces del Arbol del Terror y que ejerce el oficio de
clavero: a ese Gigante debe robarle la Llave
Kâlachakra, pues en ella los Dioses Traidores han grabado el secreto de la
Muerte. El Mito de los Atlantes blancos es aquí muy complejo y sólo conviene
mencionar que Frya, transformada en Cuervo, desciende al Mundo del Gigante
bifronte y le roba la Llave Kâlachakra: mas, para conseguirla, ha tenido que
convertirse en asesina y prostituta; Frya, en efecto, quiebra con un golpe de
su hacha la Llave Kâlachakra, pero el paletón, al caer, se transforma en siete
gigantes de siete cabezas cada uno, quienes “duermen para que las Razas raíces
vivan por ellos”; acto seguido, y sin alternativas pues está urgida por el
tiempo, Frya se viste con el Velo de la Muerte que aquellos gigantes tienen
sujeto con un lazo en cada cuello: luego los despierta sucesivamente y se
entrega a ellos como amante, pero inexorablemente los va decapitando en la
culminación del orgasmo; y las cabezas de los Gigantes, ensartadas en una
cuerda o sutrâtma, forman el collar de Frya Kâlibur, en el que cada cráneo
representa un Signo del Alfabeto Sagrado de la Raza Blanca. Por fin el Velo de
la Muerte queda suelto y Frya, nuevamente transformada en cuervo, regresa
velozmente junto a Navután.
Pero ya es tarde: justo en
el momento de llegar, Navután exhala el último suspiro y su ojo se está
cerrando para siempre. Frya comprende que será imposible revelarle a Navután el
secreto de la Muerte pues acaba de morir y ya no podrá leer la Llave
Kâlachakra. Y es así como, sin perder un instante, Frya toma la decisión que
salvará a Navután y a la Raza blanca: se transforma en Perdiz y penetra nuevamente
en Navután. La Llave Kâlachakra debe dejarla afuera, puesto que sólo Ella puede
existir en el Fondo de Sí Mismo. Frya debe revelar a Navután el Secreto de la Muerte, no sólo para lograr
su resurrección, sino también para que su Esposo lo comunique a los hombres; de
otra manera su inmolación habría sido en vano. Mas ¿cómo exponer a Navután el
Secreto de la Muerte sin la Llave Kâlachakra, sin mostrarle ese instrumento del
encadenamiento espiritual, para su comprensión? Y Frya lo decide en ese
instante: como perdiz, danzará el
Secreto de la Vida y de la Muerte. Expresará, con la danza, la Más Alta Sabiduría que le sea posible
comprender al hombre mortal desde Afuera de Sí Mismo.
Y Frya, danzando en el
Fondo de Sí Mismo, revela a Navután el Secreto procedente de Afuera de Sí
Mismo. Y Navután lo comprende, se corta el hechizo causado por el Fruto del
Arbol de la Vida y de la Muerte, y resucita nuevamente como inmortal. Y al bajar de su crucifixión en el
Arbol, repara que su cuerpo se ha trasmutado y ahora es de Piedra Pura; y que
puede comprender y expresar la Lengua de los Pájaros. Entonces Navután enseña a
los Atlantes blancos las trece más tres Vrunas mediante la Lengua de los
Pájaros y los encamina a comprender el Signo del Origen, “con lo que obtendrán
la Más Alta Sabiduría, serán inmortales mientras el Espíritu permanece
encadenado al animal hombre, y conquistarán la Eternidad cuando ganen la
Batalla contra las Potencias de la Materia y sean libres en el Origen”.
Hasta aquí resumí, Dr.
Siegnagel, la historia de Navután, de acuerdo al relato mítico de los Atlantes
blancos. Es fácil advertir que tenía muchos puntos comunes con la historia
evangélica de Jesús Cristo: ambas
historias tratan de un Dios hecho hombre; ambos Dioses nacen de una Virgen;
ambos mueren por crucifixión voluntaria; ambos resucitan; ambos dejan el
testamento de su Sabiduría; ambos forman discípulos a los que revelan la “buena
nueva”, que estos deberán comunicar a sus semejantes; ambos afirman que “el
Reino no es de este Mundo”; etc. Pero es evidente que existen, también,
diferencias fundamentales entre ambas doctrinas. Quizá las más acentuadas sean
las siguientes: Navután viene
para liberar al Espíritu del Hombre
de su prisión en el Mundo del Dios Creador; el Espíritu es Increado, es decir,
no Creado por el Dios Creador y, por lo tanto, nada de lo que aquí acontece
puede mancillarlo esencialmente y mucho menos afectarlo éticamente; el Espíritu
es Inocente y puro en la Eternidad
del Origen; de allí que Navután afirme que el Espíritu Hiperbóreo,
perteneciente a una Raza Guerrera, sólo puede manifestar una actitud de hostilidad esencial hacia el Mundo del
Dios Creador, sólo puede rebelarse ante el Orden Material, sólo puede dudar de
la Realidad del Mundo que constituye el Gran Engaño, sólo puede rechazar
como Falso o Enemigo a todo aquello que no sea producto de Sí Mismo, es decir,
del Espíritu, y sólo puede alentar un único propósito con Sabiduría: abandonar
el Mundo del Dios Creador, donde es esclavo, y regresar al Mundo del
Incognoscible, donde será nuevamente un Dios. Contrariamente, Jesús Cristo
viene para salvar al Alma del Hombre
del Pecado, de la Falta a la Ley del
Dios Creador; el Alma es Creada por el Dios Creador y debe obedecer ciegamente
a la Ley de su Padre; todo cuanto aquí acontece afecta éticamente al Alma y
puede aumentar su cuota de Pecado; el Alma no es inocente ni pura pues el
hombre se halla en este Mundo como castigo por un Pecado Original cometido por los Padres del Género Humano y hereda,
por consiguiente, el Pecado Original; de allí que Jesús Cristo afirme que el
Alma del Hombre, la creatura más perfecta del Dios Creador, sólo debe
manifestar una actitud de amor esencial
hacia el Mundo del Dios Creador, sólo debe aceptar con resignación su puesto en
el Orden Material, sólo debe creer en la Realidad del Mundo, sólo debe aceptar
como Verdadero y Amigo a aquello que prueba venir en Nombre del Dios Creador, y
sólo debe alentar un único propósito con Sabiduría: permanecer en el Mundo del
Dios Creador como oveja y ser
pastoreada por Jesús Cristo o los Sacerdotes que lo representen. Ser Dios o ser oveja, ésa es la cuestión,[5] Dr. Siegnagel.
Según anticipé, cuando la
ley imperial del año 392 amenazó considerar “crimen de lesa majestad” la
práctica de los Cultos paganos, hacía tiempo que la Casa de Tharsis había
aceptado el Cristianismo como su religión familiar. Lógicamente, los Señores de
Tharsis veían claramente la marcha de los tiempos, y su única prioridad, desde
la destrucción de Tartessos, era dar cumplimiento a la misión familiar y
preservar la Espada Sabia. Esta prioridad familiar determinaba una Estrategia
para la supervivencia de la Estirpe, supervivencia que podía verse fuertemente
amenazada tras una nueva persecución: eran tiempos difíciles aquellos del siglo IV,
la decadencia de Roma presentida por Polibio en el siglo II A.J.C., se había convertido en realidad. El Imperio,
acechado en todas sus fronteras por pueblos invasores, ha incorporado
regimientos enteros de mercenarios y ha entregado el mando de los ejércitos a los
bárbaros; la agricultura de los pequeños productores hace siglos que se arruinó
y desapareció en Italia, absorbida por los grandes terratenientes: sólo
sobreviven, en esos días, los latifundios coloniales, entre ellos, el que
poseen en España los Señores de Tharsis, contribuyendo con sus bajos precios a
desestabilizar aún más la economía de la metrópolis.
Frente a este panorama de
inseguridad generalizada, los Señores de Tharsis, que ya no son Reyes sino
familia de terratenientes y funcionarios hispano romanos, deben actuar con
extrema cautela. El Cristianismo, que se ha impuesto en la cumbre del Poder
imperial, está ahora apoyado por las lanzas y las espadas de los legionarios.
Pero este “Cristianismo”, a todas luces, no contiene principios doctrinarios
que resulten absolutamente inaceptables para los Señores de Tharsis: tal como
ellos aprendieron duramente en su guerra contra los Golen, los Mitos, las
Historias Legendarias, los Argumentos que están escritos en el Cielo, pueden
volver a repetirse en la Tierra. Y ellos están dispuestos a aceptar la historia de Jesús, y hasta el
mensaje, la buena nueva, como una especie de actualización del Mito de Navután:
los Señores de Tharsis se harán Cristianos porque mirarán a la historia de
Jesús con la óptica de la Sabiduría Antigua; y no discutirán las diferencias,
aunque las tendrán presentes y no las olvidarán.
Abrazarán la Cruz y
celebrarán los sacramentos de la Iglesia de Roma; para todos los efectos serán
Cristianos consagrados; incluso darán de sus hijos a la Iglesia. Pero entre
ellos, en el seno de la Casa de Tharsis, sólo reconocerán como Verdad lo que
coincide con la historia de Navután o con otros fragmentos de la Sabiduría
Hiperbórea que la familia aún conserva. Como en su momento los Gnósticos y Maniqueos,
y como luego harán los Cátaros y Albigenses, ellos aceptarán sólo parte de los
Evangelios, especialmente el de Juan, y rechazarán de plano el Antiguo
Testamento. Esto es lo que alegaban: el Dios de los judíos no era otro que Jehová Satanás, un aspecto o rostro
del Dios Uno Creador del Universo Material; en el Génesis se narra la historia
de la Creación del Universo Material, donde sería esclavizado el Espíritu
Increado y Eterno; El Universo creado es, pues, intrínsecamente maligno para el
Espíritu Increado, el Espíritu sólo concede valor al Mundo Verdadero de donde
él procede; y de donde provino también el Dios Creador, puesto que el Universo
Material ha sido evidentemente Creado a imitación
del Mundo Verdadero.
Y en el Antiguo Testamento
se narra asimismo la historia del “Pueblo Elegido”, por Jehová Satanás, para
reinar por sobre todos los pueblos de la Tierra. No fue clara, acaso, la
Promesa que el Creador le hizo a Abraham “Alza tus ojos y mira desde el lugar
donde estás hacia el Septentrión y el Medio Día, hacia el Oriente y el
Poniente; pues te daré para ti y para tu posteridad para siempre todo el país
que tú divisas, y haré que tu descendencia sea numerosa como el polvo de la
Tierra. Si alguien puede contar el polvo de la Tierra, puede contar también tu
posteridad. Levántate, recorre la Tierra a lo largo y a lo ancho pues a ti y a
tu descendencia se la daré” [Gen. 13,14].
Promesa que es luego reafirmada “Y sacándolo fuera, Jehová le dijo: mira al
Cielo y cuenta, si puedes, las estrellas. Y añadió: así será tu descendencia”. Pero más claro fue el Creador con
Moisés, cuando le reveló la misión del Pueblo Elegido: “Ahora bien, si de veras
escucháis mi voz y guardáis mi Alianza, seréis
Propiedad mía particular entre todos los pueblos, porque toda la Tierra me
pertenece. Vosotros seréis para mí, un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa.
Estas son las palabras de Jehová que dirás a los hijos de Israel”. Y luego: “Yo
concluiré la Alianza. Yo realizaré a la vista de todos los pueblos Gentiles
maravillas, cuales no han sido hechas jamás en toda la Tierra y nación alguna,
para que todos los pueblos que estén en torno a ti Israel, vean la obra de
Jehová; porque es terrible lo que voy a hacer por medio de ti. Cumple, pues, lo
que Yo voy a ordenarte en este día. Guárdate de pactar con los habitantes del
país en el que vas a entrar, no sea que se conviertan en un lazo para ti. Por
el contrario, derribad sus altares, romped sus estelas, y destruid
sus postes y piedras sagradas” [Ex. 19,6; 34,10].
Al cumplir con la Alianza,
el Pueblo Elegido será Bendito por el Creador, según le comunica a Moisés: “No
os haréis ídolos, ni erigiréis estatuas ni estelas, ni pondréis en vuestro país
piedras sagradas para postraros ante ellas, pues Yo Soy Jehová, vuestro Dios.
Guardaréis mis sábados y respetaréis mi santuario. Si camináis de acuerdo a mis
leyes, ..., comeréis vuestro pan a saciedad y habitaréis seguros en vuestro
país. Daré paz a la Tierra y dormiréis sin que nadie os inquiete. No pasará por
vuestro país la espada. Perseguiréis a vuestros enemigos y caerán ante vosotros
al filo de la espada. Cinco de vosotros
perseguirán a cien, y cien de vosotros pondrán en fuga a diez mil, y
vuestros enemigos caerán ante vosotros al filo de la espada. Yo me volveré a
vosotros, Yo os haré crecer y multiplicaré, y mantendré con vosotros mi
Alianza. Pondré mi morada en medio de
vosotros y Yo no sentiré hastío de vosotros. Andaré en medio de vosotros, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi
Pueblo. Yo soy Jehová, vuestro Dios, quien os sacó del país de Egipto” [Lev. 26].
Ese “Pueblo Elegido”
sería, pues, aquél que anunciaban miles de años antes los Atlantes morenos, los
Enemigos del Pacto de Sangre: era cuando menos irónico que ahora se pretendiese
derivar de ese pueblo maldito un émulo de Navután, el Fundador del Pacto de
Sangre. Pero Jesús no venía a salvar al Pacto de Sangre sino
precisamente a destruirlo para siempre[6], lo que demuestra
que era consecuente con su procedencia del Pueblo Elegido: por Jesús Cristo, la
Sangre Pura se degradaría como nunca, la humanidad entera se bastardizaría, el
Valor se cuajaría en las venas y sería reemplazado por el Temor del Dios Uno; y
cuando el hombre se materializase, y ya no respondiese al Temor del Dios Uno,
el Valor igualmente no podría aflorar pues el hombre se habría hundido en la
degradación moral de la decadencia cultural, se habría afeminado y ablandado,
se habría confundido en una universal Canalla del Espíritu: pero de esa Vil
Canalla, naturalmente, tanto la Iglesia como las otras sectas fundadas por el
Pueblo Elegido y la Fraternidad Blanca, extraerían lo mejor de la Tierra, es
decir, a aquellos que los apoyarían y secundarían con ardor, los Sacerdotes y
los fieles, los miembros de las Sociedades Secretas que dominarían el Mundo y
la Canalla del Espíritu que aprobaría su gobierno, gusanos y serpientes,
borregos y ovejas, palomas de la paz, ningún águila, ningún cóndor, Dr.
Siegnagel.
Por supuesto, que la excepción a esta regla deja a
salvo a los de Sangre Pura; a todos los que intuyen que con la crucifixión se
debe liberar el Espíritu Eterno, que
jamás pecó, y no salvar el Alma
pecadora; a los que quieren un Kristos Guerrero y no un Cristo Pastor; a
los que presienten un Kristos de Luz Increada y no a los que perciben un Cristo
Material. El Kristos que concebían los Señores de Tharsis, por ejemplo, era un
Dios Espíritu Puro, de Luz Increada, que si se manifestase en la Tierra, lo
harían luciendo la Corona de Rey y empuñando la Espada; y en esa Parusía, la
sola Presencia de Kristos bastaría para causar una Aristocracia del Espíritu
entre los hombres, que pondría fin a la confusión de la Canalla Espiritual:
Kristos se comunicaría entonces carismáticamente a los hombres, les hablaría
directamente en su Sangre Pura; y quienes mejor le escuchasen, serían realmente
los más Virtuosos, los más Espirituales, los Verdaderos Kristianos.
Decimotercer Día
Como se ve, los
Señores de Tharsis eran Cristianos sui
géneris, y si la Iglesia hubiese descubierto su modo de pensar seguramente
los habría condenado como herejes. Pero ellos se cuidaron siempre de expresar
públicamente sus ideas: lejos estaban los tiempos en los que la Casa de Tharsis
custodiaba el Culto del Fuego Frío y asumía la obligación de su conservación y
difusión. Luego de la destrucción de Tartessos y del juramento hecho por los
últimos Hombres de Piedra, la prioridad que se habían impuesto consistía en
cumplir con la misión familiar y salvar la Espada Sabia: y para ello sería
menester pasar lo más desapercibidos posible, concentrados sólo en sus
objetivos. No olvidaban que la Espada Sabia todavía aguardaba en la Caverna
Secreta y que pesaba sobre ellos la sentencia de los Golen, o Gorren, es decir, de los Cerdos, como despectiva-mente los
calificaban los Señores de Tharsis en alusión a la sentencia escrita con la
sangre de las Vrayas.
Si bien los Señores de
Tharsis no hablaban sobre sus ideas religiosas, en cambio actuaban: y lo hacían
ostensiblemente, para atraer la atención sobre el comportamiento ejemplar y desviarla
de los pensamientos discutibles. Los favorecía, en gran medida, la gran
ignorancia que caracterizaba a los clérigos y Obispos de la Epoca: éstos sólo
se fijaban en la parte exterior del Culto y en la fe y obediencia demostrada
por los creyentes. Y, en ese sentido, los de Tharsis constituían un modelo de
familia cristiana: eran ricos terra-tenientes pero muy humildes y virtuosos;
siempre trabajando sus propiedades en Huelva pasaban gran parte del año en la
campaña; ayudaban generosa-mente a la Iglesia y mantenían, en la Villa de
Tharsis, una Basílica consagrada a la Santísima Virgen; ¡hasta habían formado,
con la gente de la aldea de Turdes, una “Orden Menor de Lectores” encargada de
exponer el Evangelio a los Catecúmenos que iban a ser bautizados! Sí, la
Iglesia podía estar orgullosa de la Casa de Tharsis.
En verdad, los Señores de
Tharsis no mentían en esto pues afirmaban que la Imagen más Pura del “nuevo
Cristianismo” era la de la Virgen María. Por eso, ya a mediados del siglo III,
transformaron la Basílica romana donde se oficiaba el Culto de Vesta en una Ecclesiae Cristiana. Conservaron el
edificio intacto, pero reemplazaron la Estatua de Vesta y construyeron un Altar
para celebrar la Eucaristía, en el que depositaron, también, la Lámpara Perenne.
En lo posible, los Señores de Tharsis trataron de que la Capilla fuese atendida
siempre por clérigos de la familia, aunque debido a su importancia recibía
periódicas visitas del Obispo de Sevilla y de los Presbíteros de la zona. La
adoración elegida para el Culto de la Virgen tenía origen autóctono pues los
mismos Señores de Tharsis, cuando se presentaron frente a los Sacerdotes
Cristianos, lo hicieron asegurando que habían presenciado una manifestación de
la Virgen. Según ellos la
Virgen se había aparecido en una gruta poco profunda situada a escasos metros
de la Villa de Turdes, caso que podían atestiguar todos los miembros de la
familia y algunos criados: la Virgen se había mostrado en el Esplendor de Su
Majestad y les había pedido que adorasen a su Divino Hijo y que la recordasen
con un Culto.[7] Entonces los
Señores de Tharsis, presa de visible excitación, declararon que deseaban
abandonar el Culto Pagano y convertirse en Cristianos. Semejante conversión
voluntaria de tan poderosa familia hispano romana, causó gran satisfacción a
los Sacerdotes Católicos pues agregaría prestigio ejemplar a sus misiones
evangelizadoras en la región. De allí que aceptasen de buen grado la iniciativa
de los de Tharsis de destinar la Basílica al Culto de la Virgen de la Gruta.
Y así comenzó en la Villa
de Turdes el Culto a Nuestra Señora de la Gruta, que sería famoso en el Sur de
España hasta el fin de la Edad Media, hasta que el último de los Señores de
Tharsis abandonó definitivamente la península y la Iglesia promovió su prudente
olvido. Para comprender las intenciones que los Señores de Tharsis ocultaban
tras su conversión e instauración del Culto a la Virgen, no hay nada más
revelador que observar la Escultura con la que reemplazaron la Estatua de
Vesta.
Las cosas habían cambiado
bastante desde la Epoca de los cartagineses. Ahora la Villa constaba de una
enorme Residencia Señorial en la terra
dominicata y de unas cincuenta hectáreas de terra indominicata entregadas al cultivo; una aldea campesina,
también llamada Villa de Turdes, se había levantado cerca de la Residencia de
los Señores de Tharsis; y en un límite de la aldea, sobre una colina que
descendía suavemente hacia la Residencia Señorial, los Señores de Tharsis
habían destinado para Iglesia y Parroquia local una excelente Basílica romana.
Los Catecúmenos, que iban a escuchar la missa
catechumenorum, y los Fieles, que luego asistirían a la particular missa fidelium, llegaban hasta el atrium, un patio rodeado de columnas, y
pasaban junto a la fuente llamada Cantharus,
antes de ingresar a la nave central. Construída sobre un plano rectangular, la
Basílica tenía tres naves: dos naves laterales que formaban la Cruz, y la nave
central, que estaba dividida por dos
columnas de asientos, ocupados, a la derecha por los hombres y, a la izquierda,
por las mujeres; la nave central terminaba en el ábside, un ensanchamiento abovedado y elevado donde estaba el Sanctuarium. Normalmente, en todas las
iglesias de la Epoca, al fondo del ábside se encontraba la Cátedra Episcopal,
que era el trono ocupado por el Obispo, conjuntamente con otros asientos, para
los Presbíteros. En la Basílica de Tharsis, la Cátedra Episcopal, como se verá
enseguida, había sido cedida a la Santísima Virgen. Delante de la Cátedra
Episcopal, en el centro del Santuario, se hallaba la sacra mensa del Altar y, sobre ella, los instrumentos del Culto: el
Cáliz, la Patena, y la Lámpara Perenne.
El momento culminante de
la Misa de los Fieles, tiene lugar inmediatamente después de que el Sacerdote
pronuncia las palabras que instituyen la Eucaristía: entonces recita la epíclesis, una invocación al Espíritu
Santo solicitando su concurso para propiciar el milagro de la trasmutación del
Pan y del Vino, y corre una cortinilla
que deja expuesta, a la vista de los fieles, la Divina Imagen de la Virgen.
Los Fieles estaban absortos en la Contemplación: la Escultura de la Virgen es
de madera pintada, de pequeñas dimensiones: setenta centímetros de alto,
treinta de ancho y treinta de profundidad; se halla sentada, en actitud majestuosa,
sobre una Cátedra también de madera; el rostro es de bellas facciones
occidentales, puesto que reproduce a una de las Damas de Tharsis, y sonríe
suavemente mientras sus ojos se dirigen fijos hacia adelante; el cabello cae en
la forma de dieciséis trenzas finamente talladas, que surgen inmediatamente por
debajo de la Corona; porque tanto Ella, como el Niño, exhiben los atributos de
la Dignidad Real: ambas Coronas son triples y octogonales; en cuanto al Niño,
se halla sentado en su regazo, sobre la rodilla izquierda, en tanto Ella
amorosamente, lo sostiene del hombro con su mano izquierda: a diferencia de la
Escultura de la Virgen, que es de madera pintada, la del Niño es de Piedra
Blanca; Virgen de Madera, Niño de Piedra: el Rostro de la Virgen está pintado
de Blanco inmaculado, el Cabello de Oro, el Cuerpo de Rojo y la Cátedra de
Negro; con la mano derecha, la Virgen empuña un haz de dieciséis Espigas de
Trigo y una Vara, con la mano izquierda
sos-tiene al Niño; sus pies están separados, así como sus rodillas, y bajo el
pie derecho se ve, aplastada, asomar la cabeza de una serpiente; el Niño
Kristos Rey, por su parte, mira fijamente hacia adelante, en la dirección que
mira su Divina Madre, y tiene un libro en la mano izquierda mientras con la derecha realiza un gesto que destaca
el ángulo recto entre los dedos índice y pulgar.[8]
Es evidente por qué a esta
adoración se daba el nombre de “La Virgen Blanca del Niño de Piedra” o “Nuestra
Señora del Niño de Piedra”. No es tan claro en cambio el nombre “Nuestra Señora
de la Gruta” puesto que, salvo la mención hecha por los Señores de Tharsis
sobre el lugar de aparición de la Virgen, la “gruta” no intervenía para nada en
el Culto. Pero el caso era que la Virgen, cuya descripción acabo de hacer,
representaba claramente a Ama, la Madre de Navután, a quien los Atlantes
blancos llamaban “La Virgen de K'Taagar” pues pretendían que Ella se encontraba aún en la Ciudad de
los Dioses Liberadores. Pero ¿qué significa K'Taagar? es una aglutinación de
tres palabras antiquísimas: la primera es “Hk”,
de la cual sólo se conserva la “K”
final, que era para los Atlantes blancos un Nombre genérico de Dios: con Hk tanto solían referirse al
Incognoscible como a los Dioses Liberadores; la segunda es “Ta” o “Taa”, que
significa Ciudad: pero no cualquier Ciudad sino Ciudad Hiperbórea, Ciudad de
Atlantes blancos; y la tercera es “Gr”
o “Gar”, que equivale a Kripta,
gruta, o recinto subterráneo.
K'Taagar quiere decir, pues, aproximadamente: “La Ciudad Subterránea de los
Dioses Liberadores”. Con la supresión de la “K” y la trasposición de las restantes palabras, otros pueblos se
han referido a la misma Ciudad como Agarta, Agartha, o A'grta, que significa
literalmente “Ciudad Subterránea”. La Virgen de K'Taagar es también La Virgen
de Agartha. Pero “A'grta” puede ser interpretado asimismo como “la gruta”: surge así el verdadero
origen de la ingeniosa denominación “Nuestra Señora de la Gruta” que los
Señores de Tharsis adoptaron para referirse públicamente a la Virgen de
Agartha.
En conclusión, al dictarse
la ley imperial del 392 que reprimía la práctica de los Cultos paganos, los
Señores de Tharsis ya eran Cristianos, católicos romanos, y sostenían en su ecclesiae propiae el Culto a Nuestra
Señora de la Gruta, la Virgen de Agartha. No es que con este cambio hubiesen
renunciado al Culto del Fuego Frío: en verdad, para celebrar aquel Culto no se
requería de ninguna Imagen. Fue la necesidad figurativa de los lidios la que,
al “perfeccionar la Forma del Culto”, introdujo en el pasado la Imagen de
Pyrena. Pero Pyrena era el Fuego Frío en el Corazón y su representación más
simple consistía en la Lámpara Perenne: a los Elegidos de la Diosa, a los que
aún creyesen en Su Promesa, sólo debía bastarles la Lámpara Perenne, puesto que
el Ritual y la Prueba del Fuego Frío debían realizarse ahora internamente. Así
que, todo el Antiguo Misterio del Fuego Frío estaba expuesto a la vista en
aquella Basílica de la Villa de Turdes. Mas, como antes, como siempre, sólo los
Hombres de Piedra lo comprendían. Sólo Ellos sabían, al orar en la Capilla, que
la Mirada de la Virgen de Agartha, y la del Niño de Piedra, estaban clavadas en
la Flama de la Lámpara Perenne; y que esa Flama danzante era Pyrena, era Frya,
la Esposa de Navután, expresando con su baile el Secreto de la Muerte.
Apenas comenzado el siglo IV,
tres pueblos bárbaros se lanzan al asalto de España: dos son germanos, los suevos y los vándalos, y otro, el de los alanos,
iraní. En el reparto que hacen, a los alanos les toca ocupar la Lucitanía y
parte de la Bética, incluida la región de la Villa de Turdes: llegan en el 409
y, en los ocho años que consiguen sostenerse en la región, su presencia se
reduce al usufructuo en provecho propio de los impuestos correspondientes a los
funcionarios romanos y al periódico saqueo de algunas aldeas. Para hacer frente
a la invasión, el General romano Constancio, en nombre del Emperador Honorio,
contrata al Rey Valia de los visigodos mediante un foedus firmado en el año 416: por este tratado los visigodos se
comprometen a combatir, en calidad de federados del Imperio, contra los pueblos
bárbaros que ocupan España, recibiendo a cambio tierras para asentarse en el
Sur de la Galia, en la terraconense y en la narbonense. Los alanos son así
rápidamente aniquilados, en tanto que los vándalos todavía realizan incursiones
a la Bética por unos años hasta que finalmente abandonan la península rumbo al
Africa.
Cuando en el 476 el eskiro
Odoacro depuso al Emperador Romano Augústulo, dando fin al Imperio Romano de
Occidente, hacía ya cinco años que el Rey Eurico de los visigodos había ocupado
España. Esta vez, los visigodos ingresaron para acabar con los suevos, en
cumplimiento del foedus del año 418, pero ya no se irían durante los siguientes
doscientos cincuenta años.
La presencia permanente de
los visigodos en España no afectó de manera determinante la vida de los hispano
romanos, salvo en el caso de los propietarios de grandes latifundios que se
vieron obligados por el foedus a repartir sus tierras con los “huéspedes”
germanos. Tal era el caso de los Señores de Tharsis, al tener que hospedar a
una familia visigoda de nombre Valter
y cederle un tercio de la terra
dominicata y dos tercios de la terra
indominicata. Pero, luego de esta expropiación, que constituía un justo
pago por la tranquilidad que aseguraba la presencia visigoda frente a las
recientes invasiones, todo continuaba igual a los días del Imperio Romano: sólo
el destino de los impuestos había cambiado, que ya no era Roma sino la más
cercana Toledo; el monto y la periodicidad de la exacción, y hasta los
funcionarios recaudadores, eran los mismos que en el Imperio Romano.
Tres cuestiones
fundamentales separaban desde un principio a los visigodos y a los hispano
romanos: Una ley que prohibía los casamientos entre godos e hispano romanos, la
diferencia religiosa, y la desproporción numérica entre ambos pueblos. La
primera cuestión se solucionó en el año 580 con la anulación de la ley,
quedando levantada la barrera que impedía fusionarse a los dos pueblos: a
partir de entonces, la familia
Valter se integra con varios casamientos a la Casa de Tharsis, quedando
restituido el primitivo patrimonio de los Señores de Tharsis.
La segunda cuestión,
significa que, mientras la totalidad de la población hispano romana profesaba
la religión católica, los huéspedes visigodos sostenían la fe arriana. De
hecho, ambos pueblos eran Cristianos e ignorantes de las sutilezas teológicas
que los Sacerdotes establecían dogmáticamente. Y en este caso, la diferencia
que Arrio había señalado era de sutileza extrema. Los visigodos fueron
evangelizados, cuando aún habitaban las orillas del Mar Negro, por el Obispo
godo Wulfilas, partidario de Arrio; al avanzar luego sobre Occidente, empujados
por los hunos, descubrirían con satisfacción que su Cristianismo era diferente
al de los romanos y se aferrarían tenazmente a esa diferencia, a menudo
incomprensible. Obrarían así porque los godos poseían desarrollado en grado
eminente el orgullo nacional y
necesitaban disponer de una diferencia tangible, un principio unificador
propio, que les evitase el ser fagocitados culturalmente por el Imperio Romano:
el significado de la diferencia en sí no tenía mayor importancia; lo concreto
sería que el arrianismo los mantendría separados religiosamente de la población
romana en tanto que, al unirlos entre sí, les permitiría conservar la Cultura
goda.
¿En qué consistía aquella diferencia
con el dogma católico, que pocos comprendían pero que los godos nacionalistas
defenderían hasta el fin? Específicamente, se refería a una definición sobre el
problema de la Divinidad de Jesús Cristo. La postura de Arrio, natural
de Libia pero enrolado en la diócesis de Antioquía, surgió como reacción contra
la doctrina de Sabelio: éste había afirmado que no existía distinción esencial entre las tres Personas de la Trinidad
Cristiana; el Hijo y el Espíritu Santo en realidad eran manifestaciones del
Padre bajo otro Aspecto o prósopa:
la esencia del Dios Uno, al presentarse con un Aspecto era el Padre, con otro
era el Hijo, y con otro el Espíritu Santo. Contra esto, Arrio comenzó a enseñar
desde el 318 que “sólo el Dios Uno es eterno e incomunicable: Jesús Cristo fue
creado de la nada y por lo tanto no es eterno; es una creatura del Dios Uno y
por lo tanto algo diferente de El, algo no
consubstancial con El”.
Sabelio no establecía
distinción alguna entre las tres Personas de la Trinidad mientras que Arrio
diferenciaba de tal modo al Padre y al Hijo que éste ya no era Dios ni
consubstancial con el Padre: ambos serían condenados como herejes a la Doctrina
Católica. ¿Y cuál era entonces la verdad? Según lo decidió en Nicea, en el 325,
un Concilio de trescientos Obispos, Jesús Cristo respondía a la fórmula consubstantialis Patri, es decir, era
consubstancial con el Padre, de su misma substancia, Dios igual que El. De
manera que la diferencia religiosa que separaba a godos y romanos versaba sobre
el complejo concepto de la consubstancialidad entre Dios y el Verbo del Dios,
diferencia que no alcanzaría a explicar la obstinación goda a menos que se considere
que con ella se estaba preservando una Cultura, una tradición, un modo de vida.
Quizá no se evidencie en su real dimensión el peligro de inmersión en la
Cultura romana que denunciaban los nacionalistas godos si no se repara en la
tercera cuestión, la de la desproporción numérica entre ambos pueblos: porque
los visigodos sólo sumaban doscientos mil; vale decir, que una comunidad de
doscientos mil miembros, recién llegados, debía dominar a una población nativa
de nueve millones de hispano romanos, exponentes de un alto grado de
civilización. A la luz de tales cifras se entiende mejor la reticencia de los
godos a suprimir las diferencias religiosas y jurídicas que los aislaban de los
hispano romanos.
La realidad de
su escaso número obligó a los visigodos a tolerar la religión de los hispano
romanos aunque sin ceder un ápice en sus convicciones arrianas. Sin embargo,
pese a la desesperación de los nacionalistas, la universalidad de un mundo que
entonces era católico y romano los fue penetrando por todos lados y al fin
tuvieron que aceptar una integración cultural que ya estaba consumada de hecho.
En el año 589 el Rey Recaredo
se convierte al catolicismo durante el III
Concilio de Toledo concretando la unificación religiosa de todos los pueblos de
España. Siendo el de los godos un pueblo de Raza indogermana, que se contaba
entre los últimos que abandonaron el Pacto de Sangre, es decir, que estaban
entre los de Sangre más Pura de la Tierra, es fácil concluir que su presencia
en la península sólo podía beneficiar a la Casa de Tharsis; pero aquel paso
dado por Recaredo elevaría, ya sin obstáculos, a los Señores de Tharsis a las
más nobles dignidades de la Corte de Toledo: desde el siglo VII
los de Turdes-Valter serían Condes visigodos.
La unificación política de
España completada por su padre, el Rey Leovigildo, y la unificación religiosa
llevada a cabo por Recaredo, iban a dejar al descubierto a un Enemigo interno
que, hasta entonces, había medrado con las diferencias que separaban a los dos
pueblos. Se trataba de los
miembros del Pueblo Elegido, por Jehová Satanás, quienes profesan hacia los
Gentiles, es decir, hacia los que no pertenecen al Pueblo Elegido, un odio
inextinguible análogo al que los Golen experimentan hacia la Casa de Tharsis.
A pesar de que el último Cristianismo, el de Jesús Cristo, registraba el claro
origen de sus Libros Sagrados, de sus tradiciones, de sus Sinagogas, y de sus
Rabinos, ellos lo despreciaban y explicaban su existencia como un mal
necesario, como la fábula que pondría en evidencia la moraleja de la Verdad
Judía. El falso Cristianismo
católico duraría hasta la venida del Mesías Judío, el verdadero Cristo, quien
se sentaría en el Trono del Mundo y sometería a todos los pueblos de la Tierra
a la Esclavitud de los Judíos. Era ésta una Profecía que se cumpliría
inexorablemente, tal como aseguraban en el Talmud incontables Rabinos y
Doctores de la Ley. Creían ciegamente que la Diáspora tenía por objeto
infiltrarlos entre los pueblos Gentiles como una suerte de preparación mística
para el Futuro que vendría, para la Restauración Universal del Templo a Jehová
Satanás y la Resurrección de la Casa de Israel, el verdadero Mesías Judío:
durante la dispersión, los Gentiles aprenderían quiénes son los judíos, la
expresión del Dios Uno sobre la Tierra, y los judíos demostrarían a los
Gentiles cuál es el Poder del Dios Uno. En toda la Diáspora, y en aquel Sefard de España, los
judíos, persuadidos de su protagonismo mesiánico, se entregaban a minar por
cualquier medio los fundamentos sociales de los pueblos Gentiles[9];
la religión, la moral, las instituciones de la nobleza y de la realeza, la
economía, y toda base legal, sufrían sistemáticos ataques por los miembros del
Pueblo Elegido.
Ya Recaredo tuvo que
actuar contra ellos debido a la evidencia de su infatigable tarea corruptora,
pero los sucesores de aquel Rey no obraron con la necesaria energía y
permitieron que los judíos prosiguieran con sus planes. Al Rey Sisebuto,
extraordinario guerrero y cristiano celoso, que venció sucesivamente a los vascos,
cántabros, sucones, asturianos y griegos bizantinos, le tocó corregir esa
situación: en abril del 612 dicta una ley que prohíbe a los judíos “la posesión
de esclavos cristianos”. No se le ha de escapar, Dr. Siegnagel, la profunda
ironía que implicaba aquella prohibición desde el punto de vista teológico,
habida cuenta de que las Profecías talmúdicas anunciaban “la pronta esclavitud
de los cristianos y goim”. Desde luego, a los efectos jurídicos, la ley se
reglamentó apuntando a los esclavos concretos, y así ordenaba que “a todo judío
que después del primero de julio de 612 se sorprendiese en posesión de un
esclavo cristiano le serían confiscados la mitad de sus bienes, en tanto que al
esclavo se le concedería la libertad en calidad de ciudadano romano”. También
se puso en vigencia, por la misma ley, una disposición de los tiempos de
Alarico II que mandaba ejecutar a
los judíos que hubiesen convertido a un Cristiano a su religión, incluso si se
tratase de hijos de matrimonios mixtos.
Muerto Sisebuto, se reúne
en 633 el IV Concilio de Toledo al
que asiste el Conde de Turdes en su carácter de Obispo local. Se tratan muy
variados asuntos, tales como la sucesión real, los casos de sedición, las
normas para la disciplina eclesiástica, etc., y en lugar central se debate
apasionadamente sobre el problema judío. El Rey Sisenando que preside el
Concilio, carente por completo de las dotes estratégicas y de la Visión
Hiperbórea de Sisebuto, permite que una facción pro judía tome la voz cantante
y cuestione las medidas decretadas recientemente contra el Pueblo Elegido. Es
allí cuando el Conde de Turdes Valter se enfrenta violentamente contra el
Obispo Isidoro de Sevilla, quien no poseee ni remotamente la Sangre Pura de
Recaredo y Sisebuto, no obstante ser uno de los hombres mejor instruidos y más
inteligentes de España: su enciclopedia en veinte tomos “Etymología” es una obra maestra para la Epoca, además de otros
numerosos libros dedicados a los más variados temas; incluso escribió un
tratado de apologética con el sugestivo título “De fide cathólica contra Iudeos”. Empero, Isidoro profesaba una
admiración sin límites por la historia del Pueblo Elegido y consideraba al
Antiguo Testamento como la base teológica del Cristianismo, tal como lo
demuestra en su tratado de exegética “Allegoriae
S. Scripturae” donde comenta los libros hebreos. Esta postura lo condujo a
la contradicción de sostener por un lado la necesidad de combatir el judaísmo y
por otro a procurar la defensa de los judíos, a evitar que sobre ellos se
ejerciese “cualquier tipo de violencia”. En el curso del Concilio, llevado por
esa falsa “piedad cristiana”, intenta dar marcha atrás a las leyes de los Reyes
visigodos.
Gracias a la intervención del Conde de Turdes Valter
se aprueban diez cánones sobre los judíos, pero sin el rigor de la ley de
Sisebuto: se prohíbe a los judíos, entre otras cosas, la práctica de la usura,
el desempeño de cargos públicos, los matrimonios mixtos, se ordena la
disolución de los matrimonios mixtos existentes, y se reafirma la prohibición
de mantener esclavos cristianos. Para evaluar la importancia de las
resoluciones tomadas sólo hay que notar que los Concilios de Toledo eran
Sínodos Nacionales de la Iglesia Católica: de allí la seriedad de uno de los
cánones, que establece expresamente la pena de excomunión para los Obispos y
demás jerarquías de la Iglesia, así como a los nobles que les correspondiesen
las generales de la ley, en caso de que no cumpliesen con exactitud y
dedicación las disposiciones sobre los judíos.
En ese IV Concilio de Toledo, el Conde de Turdes
Valter se lanzó con ardor a defender la causa que denominaba “de la Cultura
hispano goda”, en un momento en que la facción pro judía encabezada por el
Obispo Isidoro parecía tener controlado el debate. Su irrupción fue decisiva:
habló con tal elocuencia que consiguió definir a la mayoría de los Obispos a
favor de tomar urgentes medidas para contrarrestar el “peligro judío”. Todos
quedaron fascinados, especialmente los nobles visigodos, cuando le escucharon
asegurar que “la Cultura
hispano goda era la Más Antigua de la Tierra”, y que ahora esa herencia
invalorable “estaba amenazada por un pueblo enemigo del Espíritu, un pueblo que
adoraba en secreto a Satanás y contaba con Su Poder Infernal para esclavizar o
destruir al género humano”: Satanás les había conferido poder sobre el
Oro, del que siempre se valían para llevar a cabo sus planes inconfesables, y
“con el que seguramente habían comprado el voto de los Obispos que los
defendían”. Esta posibilidad de estar al servicio del Oro judío llevó a más de
un Obispo pro judío a cerrar la boca y permitió que, finalmente, se aprobasen
las medidas esperadas por el Conde de Turdes Valter. Empero, tal victoria no
fue positiva para la Casa de Tharsis pues puso en evidencia algo que hasta
entonces había pasado desapercibido para todo el mundo: en la actitud del Conde
de Turdes Valter se trasuntaba algo más que celo católico, algo vivo, algo que
sólo podía proceder de un Cono-cimiento Secreto, de una Fuente Oculta; el Conde
Obispo estaba demasiado seguro de lo que afirmaba, era demasiado categórico en
su condena, para tratarse de un fanático, de alguien cegado por la fe; a todas
luces era evidente que el
Conde sabía lo que decía, mas
¿cuánto y qué sabía? ¿de dónde procedía su Sabiduría? A partir de allí la Casa
de Tharsis sería nuevamente observada por el Enemigo: y al odio de los Golen se
agregaría ahora el del Pueblo Elegido y el de un sector de la Iglesia Católica,
quienes no cesarían ya de perseguir a los Señores de Tharsis y de procurar su
destrucción; en adelante, a pesar de que contribuiría con su riqueza y sus
miembros al fortalecimiento de la Iglesia, la Casa de Tharsis sería siempre sospechosa de herejía.
Decimocuarto Día
De Mahoma sólo haré notar aquí que si impuso a los fieles del Islam la
obligación de orientarse diariamente
hacia una piedra, la Piedra Negra o
Kaaba, y la Guerra Santa como modo
de cumplir con Dios, era porque conocía los Principios de la Sabiduría
Hiperbórea: pues guerrero orientado es una definición adecuada para el Iniciado
Hiperbóreo. Segura-mente la Sabiduría esotérica de Mahoma fue
desvirtuada o no comprendida por sus seguidores. De todos modos, aún cuando no
comprendidos total-mente, la simple aplicación de los Principios de la Sabiduría
Hiperbórea es suficiente para trasmutar a los hombres y a los pueblos, para
neutralizar el pacifismo degradante del Pacto Cultural. Así, al Morir Mahoma en
632, casi toda Arabia estaba en poder de los Califas; en 638 caen Siria y
Palestina, en 642 Egipto, en 643 Trípoli, y en 650 toda Persia. Por último, la
Civilización romana pierde Africa: en 698 es destruida Cartago.
En España, el Rey Egida
tuvo que convocar de urgencia el XVII Concilio de Toledo, que se reunió en
la Iglesia de Santa Leocadia el 9 de Noviembre del año 694. El motivo fue el
siguiente: la ciudad africana de Ceuta, frente a Gibraltar, era la única plaza
cristiana que todavía resistía el empuje árabe; al frente de la misma se
encontraba el Conde Julián, vasallo del Rey de España: la resistencia de Ceuta
dependía exclusivamente de las provisiones que les enviaban los hispano godos;
pues bien, los ceutis habían descubierto algo terrible: los hebreos de Africa estaban negociando la invasión
árabe de España, con apoyo de sus hermanos peninsulares; una vez arreglado el
precio de la traición, los judíos de España suministrarían a los sarracenos
toda la información necesaria, y su colaboración personal, para asegurar el
éxito de la invasión. Naturalmente, el Pueblo Elegido odia tanto a los mahometanos
como a los cristianos, pero su Estrategia profética prescribe que se debe
enfrentar a unos contra otros hasta que todos acaben dominados por ella.
Y entonces era el turno para destruir los Reinos Cristianos de Europa. Cuando
estas noticias llegaron al Rey Egida, que pertenecía a un clan enemigo de la
alta nobleza y del clero, es decir, pro judío, no tuvo otra alternativa que
reunir el Concilio y exponer el caso de Alta Traición. Esta vez hay cuatro
Obispos de la Casa de Turdes Valter para defender la causa del Cristianismo
espiritual y de la Cultura hispano goda. Se debate arduamente y al final se
opta por actuar con el máximo rigor: todos los judíos de España serán sometidos
a la esclavitud y sus bienes confiscados en favor del Estado visigodo. Es claro
que estas medidas no eran duras sino blandas pues, al no aplicar la pena de
muerte contra los traidores, sólo se conseguía que éstos ganasen tiempo y
continuasen conspirando. ¡Ya les devolverían los árabes, quince años después,
todas sus antiguas posesiones y les concederían un lugar prominente en la
sociedad, en retribución por los servicios prestados!
El partido de la alta
nobleza y del alto clero, apoyado por los Señores de Turdes Valter, se agrupaba
en torno de la familia del extinto Rey Chisdavinto; el partido de la “monarquía
progresista” se reunía alrededor de la familia del Rey Wanda, muerto en 680.
Egida, que era miembro de la familia de Wanda, arregla la sucesión al Trono de
su hijo Vitiza, quien comienza a reinar en el año 702. Mientras tanto, en la
Bética, gobierna el Duque Roderico, del clan de Chisdavinto. Al morir Vitiza en
710, el Aula Regia de Toledo, donde lograron mayoría los del partido de
Chisdavinto, proclama nuevo Rey a Roderico. Despechados los hijos de Vitiza, a
la sazón gobernadores de provincia y funcionarios, por lo que consideran un
despojo, solicitan a los judíos que les concierten una entrevista con el
General Ben Naser Muza. Mientras tanto, sublevan la terraconense, la narbonense
y la navarra, obligando a Roderico a concentrar todas sus fuerzas en el Norte
para sofocar el alzamiento: estas campañas causan la interrupción de los
suministros a Ceuta, que resulta rápidamente aplastada por los árabes. Al fin
parte hacia Africa aquella embajada de traidores: la integran los hijos de
Vitiza, Olmundo, Ardabasto y Akhila, y los hermanos del difunto Rey, Sisberto y
el Obispo de Sevilla, Oppa, a quienes acompaña el Gran Rabino de Sevilla,
Isaak. Increíblemente, el Conde Julián, que se ha puesto al servicio de Muza
luego de entregar la plaza, y llevado por una enemistad personal con Roderico,
aconseja al General árabe intervenir en España.
Muza les promete enviar
ayuda para derrotar a Roderico. Los traidores regresan y simulan pactar la paz
con el Rey, que no desconfía. En 711 el general bereber Tarik transporta en
cuatro barcos un ejército compuesto de árabes y bereberes, y desembarca en
Gibraltar. Roderico, que aún combate a los vaskos en el Norte, debe cruzar el
país para cortar el paso de Tarik que se dirige a Sevilla. La batalla tiene
lugar a orillas del río Guadalete; en las filas de Roderico están al mando de
dos columnas los hermanos de Vitiza; al producirse el encuentro los traidores Sisberto y el Obispo Oppa se
pasan al bando de Tarik, dejando al Rey Roderico en posición comprometida; y
tras varios días de combates, el ejército visigodo resulta completamente
aniquilado por Tarik, desconociéndose la suerte corrida por el último Rey
visigodo. La “ayuda” brindada por judíos y árabes a los partidarios de
Vitiza no redundaría en el beneficio de éstos puesto que al año siguiente el
General Muza, al frente de un ejército más numeroso, iniciaría la conquista de
España; en pocos años toda la península, salvo una pequeña región de Asturias,
caería en su poder. España se convertía así, en un Emirato dependiente del
Califa de Damasco.
Aunque a medida que avanzó
la Reconquista cristiana el dominio árabe fue retrocediendo, la Bética
permaneció ocupada durante más de quinientos años. Para la Casa de Tharsis, la
catástrofe visigoda no causó otro efecto más que la pérdida inmediata del poder
político: “los Condes de Turdes Valter” volvieron a ser “los Señores de
Tharsis”. Por lo demás, conservaron sus propiedades aunque tuvieron que
tributar fuertemente al Emir por su condición de Cristianos. Los Señores de
Tharsis, que ya tenían sobrada experiencia en sobrevivir a situaciones
semejantes, eran plenamente conscientes que por el momento no existía en Europa
una fuerza militar capaz de expulsar a los árabes de España: el Emir Alhor, que
gobernó entre los años 718 y 720, consigue atravesar los Pirineos y tomar la
ciudad de Narbona, atacando desde allí los territorios francos; sólo el noble
don Pelayo los resiste y logra mantener una región bajo el dominio cristiano en
las montañas de Cantabria y en los Pirineos: de este núcleo surgiría el reino
de Asturias, al que luego, en el siglo X,
se agregarían León y Castilla, y se formarían en el siglo IX
Cataluña y Navarra y en el siglo XI Aragón,
por sucesivas reconquistas de territorios a los árabes. Pero en el año 732 el
Emir de Córdoba, Abd-el-Rahmán, se movía libremente por las Galias y
con-quistaba Burdeos: sólo la decisión de Carlos Martel impediría la conquista
y destrucción del Reino franco; mas también quedaba en claro, ya en el año 737,
que a los Estados Cristianos les resultaba imposible atravesar los Pirineos
hacia España. Así pues, la suposición de los Señores de Tharsis era muy
realista, como también lo fue su Estrategia para afrontar la circunstancia.
Enseguida comprendieron que los árabes sólo respetaban
dos cosas: la Fuerza y la Sabiduría. Quien los resistía con valor suficiente
como para despertar su respeto podía obtener concesiones de ellos. Y sólo la
admiración que experimentaban por la Sabiduría, y por los hombres que la
poseían, les permitía tolerar las diferencias religiosas: una cosa era un
Cristiano y otra un Cristiano Sabio; al primero se lo debía forzar a abrazar el Islam, era lo que
ordenaba el Profeta; al segundo se lo procuraba convencer de la Verdad islámica, atrayéndolo sin prejuicio hacia la
Cultura árabe. De aquí que los Señores de Tharsis decidiesen mostrarse
amistosos con ellos y demostrarles, concluyentemente, que formaban parte de una
familia de Sabios. Esta actitud no constituía propiamente una traición a la
religión católica puesto que los Señores de Tharsis continuaban siendo
“paganos”, es decir, continuaban sosteniendo el Culto del Fuego Frío, y puesto
que la inmensa mayoría de la población hispano goda, ahora llamada “mozárabe”,
se iba integrando poco a poco a la Cultura árabe, adoptando su lengua y
religión. Los Señores de Tharsis se convertirían en exponentes del conocimiento
en su más elevado nivel y serían durante siglos profesores de los centros de
enseñanza árabes de Sevilla y Córdoba, obteniendo por esta colaboración, y por
las contribuciones económicas de la Villa de Turdes, el derecho a profesar la
religión cristiana y a mantener como Templo privado la Basílica de Nuestra
Señora de la Gruta.
Los miembros del Pueblo
Elegido, como es lógico, aprovecharon su influencia para alentar persecuciones
contra los cristianos, y especialmente contra la Casa de Tharsis, durante todo
el tiempo que duró la ocupación árabe. Sin embargo, fieles a sus principios
talmúdicos, intentaron continuar con su tarea corruptora en perjuicio ahora de
la sociedad árabe, lo que les valió que los sarracenos, conseguido el objetivo
de conquistar España, olvidasen bien pronto sus favores y los sometiesen
también a periódicas persecuciones.
Decimoquinto Día
Conviene informarle a esta altura de la historia, Dr., sobre la
reaparición de los Golen. Como dije en el Día Sexto, aparte de su presencia,
siempre poco numerosa entre los fenicios y cartagineses, habían arribado
masivamente a Europa a partir del siglo IV A.J.C. “acompañando a un pueblo escita
del Asia Menor”; tal pueblo recibió muchos nombres, de acuerdo al país donde
transitó o se asentó: fundamentalmente eran celtas, pero se los conoció como galos, irlandeses, escoceses, bretones, galeses, córnicos, gálatas, gallegos, lucitanos, etc. Veamos ahora con más
detalle cómo fue que los Golen se unieron a los celtas, y cuál era su verdadero
origen.
Más adelante explicaré el
significado de las Tablas de la Ley, que Moisés recibe de YHVH al concretar Su Alianza con el Pueblo Elegido. Ahora cabe
resumir que las Tablas de la Ley contienen el Secreto de la Serpiente, es
decir, la descripción de las veintidós voces que el Dios Creador empleó para
realizar su obra, y los diez Aspectos, o Sephiroth,
con que se manifestó en el Mundo al ejecutar la Creación: son los treinta y dos misteriosos caminos del
Uno. Este conocimiento, da lugar a una Alta Ciencia denominada Cábala acústica y numeral, la que se
encuentra ex-presada sólo en las
primeras Tablas de la Ley: en las segundas, que siempre fueron exotéricas,
no hay más que un Decálogo Moral, pálido reflejo de los diez Arquetipos
Supremos o Sephiroth. Las primeras tablas poseen, pues,
el Secreto de la Serpiente, el Secreto de la Construcción del Universo: para
preservar este secreto de las miradas profanas, las Tablas fueron guardadas en
el Arca de la Alianza,
mientras que una “interpretación” de la Cábala Acústica era cifrada por Moisés,
Josué, los Ancianos, etc., en el pentateuco o Thorá escrita. Las veintidós
letras hebreas, con que fueron escritas las palabras cifradas, guardan una
relación directa con los veintidós sonidos arquetípicos que pronunció el
Creador Uno, lo que les otorga un inestimable valor como instrumento mágico.
Pero tales letras poseen también un significado numérico arquetípico, de modo
que toda palabra es suceptible de ser analizada e interpretada. Ese es el origen de la Cábala
numérica judía, exclusivamente dedicada a comprender la Escritura de la Torah,
la que no debe confundirse con la Kábala acústica Atlante blanca, que se halla
referida a las Vrunas de Navután.[10]
Pero la Cábala acústica se
encontraba revelada en las Tablas de la Ley y éstas encerradas en el Arca, de
donde sólo podían ser extraídas una vez al año, para privilegio de los
Sacerdotes. Finalmente, el Rey Salomón hizo enterrar el Arca en una cripta
profunda bajo el Templo, unos mil años A.J.C., y permaneció en el mismo lugar
hasta la Edad Media, es decir, por espacio de veintiún siglos. Podría agregar que fue la manera mágica como se la enterró la que impidió que el Arca
fuese hallada antes.
A la muerte de Salomón, el
Reino de Israel se dividió en dos partes. Las tribus de Judá y Benjamín, que
ocupaban el Sur de Palestina, quedaron bajo el mando de Roboam, hijo de
Salomón, y el resto del país, formado por las otras diez tribus, se alineó tras
la autoridad de Jeroboam. En el año 719 A.J.C. el Gran Rey Sargón destruyó el
Reino de Israel, y las diez tribus de Jeroboam fueron transportadas al interior
de Asiria para servir en la esclavitud. Las dos tribus restantes formaron el
Reino de Judá, del cual descienden, en mayor o menor medida, los judíos
actuales.
Las “diez tribus perdidas
de Israel” no desaparecieron de la Historia como la propaganda interesada de
los judíos pretende hacer creer, dado que se sabe sobre el asunto mucho más de
lo que se dice. Por ejemplo, es
cierto que hubo hebreos en América antes de Colón, y también que una gran parte
de la población actual de Afganistán desciende de los primitivos miembros del
Pueblo Elegido. Pero lo que aquí interesa es señalar que hubo entonces una
migración de hebreos hacia el Norte, los cuales iban guiados por una poderosa
casta levita. Después de atravesar el Cáucaso, adonde fueron diezmados
por tribus germánicas, llegaron a las estepas de Rusia y allí chocaron con un
pueblo escita. La masa del pueblo hebreo se mezcló con los escitas, mas, como
eran muy inferiores en número, no afectaron la identidad étnica de estos; por
el contrario, la casta levita no aceptó perder su condición de miembros del
Pueblo Elegido degradando su Sangre con
los Gentiles. Los levitas
permanecieron así, dedicados al Culto y al estudio de la Cábala numérica,
durante muchos años, llegando a alcanzar notables progresos en el campo de la
hechicería y la magia natural. Cuando, siglos después, los escitas se
desplazaron hacia el Oeste, una parte de ellos se estableció en los Cárpatos y
en las orillas del Mar Negro, mientras que otra parte continuó su avance hacia
Europa central, adonde fueron conocidos como celtas. Acompañando a los celtas iban los descendientes de aquellos
Sacerdotes levitas, llamados ahora Golen
por creerse que su procedencia era la fenicia Ciudad de Sidón, adonde los
denominaban Gauls o Gaulens. Pero de Sidón, los Golen se
expandieron a Tiro, desde donde navegaron con los fenicios hasta Tharsis e
hicieron las primeras incursiones que recuerdan los Señores de Tharsis; tras la
caída de Tiro, en el siglo IV
A.J.C., habrían de asentarse, como se vio, en Cartago, desempeñando el
Sacerdocio de Baal Moloch. Algunos Golen se establecieron también en Frigia,
como oficiantes del Culto de Cibeles, de Adonis, y de Atis. Es que para
entonces, los Golen poseían ya un terrible poder, fruto de siglos consagrados
al estudio del Satanismo y la práctica de la Magia Negra. En síntesis, los
celtas avanzaron por Europa guiados por los Golen. Y el tiempo diría que
aquella alianza no acabaría jamás, extendiéndose hasta nuestros días.
Mas, ¿cómo llegaron los levitas de las
tribus perdidas a convertirse en Golen, es decir, cómo obtuvieron su siniestro
conocimiento? La explicación debe buscarse en el hecho de que estos levitas,
cosa que no ocurrió con otros Sacerdotes judíos ni entonces ni después, no se conformaban con el saber que sólo
podía extraerse de la Torah escrita: ellos deseaban acceder a la Hokhmah, o Sabiduría
Divina, por un contacto directo con la Fuente de la Cábala Acústica, que es la
Ciencia de los Atlantes morenos. Su insistencia y perseverancia por
conseguir ese propósito, y su carácter de miembros del Pueblo Elegido,
convenció a los Demonios de la Fraternidad Blanca de que se hallaban frente a
invalorables colaboradores del Pacto Cultural. Y esa convicción los
decidió a confiarles una importantísima misión, una empresa que requeriría su
intervención dinámica en la Historia. El cumplimiento de los objetivos
propuestos por los Demonios redundaría en beneficio de los levitas, ya que les
permitiría avanzar cada vez más en el conocimiento de la Cábala acústica. ¿Qué
clase de misión les habían encomendado los Demonios? Una tarea que tenía
directa relación con sus deseos: serían ejecutores del Pacto Cultural; trabajarían para neutralizar las
construcciones megalíticas de los Atlantes blancos, tratarían de recuperar las
Piedras de Venus, combatirían a muerte a los miembros del Pacto de Sangre, y
colaborarían para que el plan de la Fraternidad Blanca, consistente en
instaurar en Europa la Sinarquía del Pueblo Elegido[11],
pudiese llevarse a buen término. Pero los Golen, en el fondo, seguían siendo
Sacerdotes levitas, hijos del Pueblo Elegido, y ahora poseedores de la
“Sabiduría Divina” de YHVH, la Hokhmah; por eso su fundamental
ocupación, el objetivo principal de sus desvelos, sería teológico: Ellos intentarían unificar los Cultos,
demostrando que, “tras la pluralidad de los Cultos”, existía “la Singularidad
de Dios”; que, desde entonces, se debería cumplir rigurosamente con el
Sacrificio del Culto. “Porque, cualquiera que fuese la forma del Culto, «el
Sacrifico es Uno», vale decir, el Sacrificio participa de El Uno”.
A partir del siglo V,
están ya los celtas y los Golen recorriendo Europa hacia el Oeste. Los Galos
fueron los que se unieron a Amílcar Barca e impidieron que Roma auxiliase a
Tartessos; luego se unirían a Amílcar Barca en la invasión de Italia; pero
mucho antes, en el siglo IV, habían humillado a Roma y destruido el
Templo de Apolo, en Delfos. Julio César, en su célebre campaña de las Galias,
consigue someterlos definitiva-mente al control de Roma en 59 A.J.C.; Augusto
divide a la Galia transalpina en cuatro provincias: la Narbonense, la
Aquitania, la Céltica o Lionesa, y Bélgica. Los Golen, que detentaban gran poder sobre todos estos
pueblos, comienzan a retirarse poco a poco de las provincias romanas, incluso
seguidos por algunos contingentes celtas: pasan primero a Gran Bretaña, o
“Britania”, pero el objetivo final es Irlanda, o sea “Hibernia”. En los
primeros siglos de la Era cristiana no son muchos los Golen que se mueven
libremente por Europa: en el siglo IV, cuando se castiga con la pena de
muerte la práctica de los Cultos paganos, ya no parece haber Golen en las
regiones romano cristianas. De hecho, para entonces las Galias e Hibernia están
totalmente romanizadas y, en las regiones que aún se practica el paganismo, los
misioneros católicos derrumban los templos paganos, a veces árboles centenarios,
y ponen en fuga a los Golen. Invariablemente, estos parten hacia Gran Bretaña e
Irlanda.
La llegada de los bárbaros
en el siglo V no les brinda una oportunidad de reimplantar su poder pues
estos pueblos son cristianos arrianos y de Raza germánica, tradicionalmente
enemistada con los celtas que los consideran también barbarii. Así, en el Reino visigodo de España, los Señores de
Tharsis recogerán entonces la impresión de que, al fin, los Golen han
desaparecido de la Tierra. Empero, estaba por ocurrir todo lo contrario, pues
en poco tiempo los Golen protagonizarían el regreso más espectacular. Sí,
porque los Golen no retornaban a Europa para cumplir su antiguo rol de
Sacerdotes paganos del Dios Uno, para cumplir la misión de unificar los Cultos
en el Sacrificio ritual: ahora corrían otros tiempos; de aquella misión se ocuparían directamente los miembros del Pueblo Elegido,
quienes ofrendarían a El Uno el
Sacrificio de toda la Humanidad Gentil o Goim. La Fraternidad Blanca había
encargado a los Golen, en cambio, el desempeño de una función superior, una
ocupación que favorecería como nunca la unificación de la humanidad. Por eso
ellos no volvían esta vez como Sacerdotes paganos sino como “Cristianos”; y no
sólo como “Cristianos” sino como “católicos romanos”; y no sólo como
católicos sino como “monjes misioneros”
de la Iglesia Católica; y luego serían considerados “constructores sabios” de la Iglesia, título absurdo cuya mención
iba a arrancar risas irónicas a los Hombres de Piedra.
Es ésta una larga historia
que aquí sólo puedo resumir, y que tiene su principio en los planes de la
Fraternidad Blanca. Los Dioses
Traidores, para cumplir sus pactos con el Dios Creador y las Potencias de la
Materia, debían favorecer el Control del Mundo por parte del Pueblo Elegido.
Para ello sería necesario afianzar definitivamente el modo de vida materialista
fundado en el Pacto Cultural, vale decir, sería necesario afianzar el
Culto en las sociedades germano romanas recientemente formadas en Europa. Y la
mejor manera de afianzar el Culto, tal como se desprende de lo que expuse en el
Tercer Día, es formalizarlo y plasmar esa forma en las masas; centrar a la sociedad en torno a la
forma del Culto. ¿Dónde comienza la forma de un Culto, cuál es el extremo más
visible para las masas? Evidentemente, el Culto comienza por el Templo, lo que primero aparece al creyente. En verdad, lo más
importante del Culto es el Ritual;
pero todo sitio donde se practica el Ritual es un Templo pues el Templo es el Espacio Sagrado donde se puede realizar el Ritual: la prioridad
aparente del Templo surge de que, efectivamente, puede existir un Templo, es
decir, un Espacio Sagrado o Centro de Manifestación metafísica, sin que haya Ritual, pero es
inconcebible que pueda ejecutarse un Ritual fuera de un Espacio Sagrado o
Templo. El plan de la
Fraternidad Blanca para afianzar el Culto comenzaba, pues, por la implantación
masiva de Templos y por la evolución de la forma de los Templos en
concordancia con los objetivos del Ritual.
Pero esos planes apuntaban a un objetivo final mucho
más complejo: la instauración de un
Gobierno Mundial en manos del Pueblo Elegido. La Fraternidad Blanca crearía
las condiciones culturales adecuadas para que una sociedad futura aceptase tal
forma de gobierno: en esa empresa ocuparían el esfuerzo de toda la casta
sacerdotal de Occidente, figurando en primer término la misión encomendada a
los Golen. Cuando la sociedad es-tuviese lista para el Gobierno Mundial
entonces se realizaría, Mesías mediante, la reunificación del Cristianismo con
la Casa de Israel y se elevaría al Pueblo Elegido al Trono del Mundo. Tales
eran los planes de la Fraternidad Blanca y de los Sacerdotes del Pacto
Cultural. La transformación de la sociedad, que esos planes exigían, se
lograría principalmente por la unificación religiosa y la función fijadora del
Culto que ejerce todo Templo sobre las masas. Pero habría más: también se
requería la formación de un poder financiero y militar que prestase apoyo, en
su oportunidad, a la constitución del Gobierno Mundial.[12]
El Culto oficial de las sociedades europeas era el cristiano, así
que los Templos habrían de responder a los Ritos de la Iglesia. Claramente, se
advierte que el plan de los Dioses Traidores requiere la efectivización de dos
condiciones: la primera es que las masas tomen conciencia de la necesidad del Templo para la eficacia
del Ritual; y la segunda es que se disponga, en el momento en que esta
necesidad alcance su máxima expresión, de los hombres capaces de satisfacerla mediante la construcción
de Templos en grandes cantidades y volúmenes. La primera condición se cumpliría
por la constante y permanente prédica misionera; la segunda, con la fundación
en Occidente, de un Colegio Secreto de
Constructores de Templos: este Colegio, Dr. Siegnagel, fue confiado a los
Golen. Mas ello no ocurrió de entrada, pues se debía concretar el plan de la
Fraternidad Blanca comenzando por la primera condición: cuando en la Iglesia
estuvo preparado el lugar que iban a ocupar los Golen para desarrollar su Colegio de Constructores, en
el siglo VI, recién entonces se los convocó en Irlanda para que hicieran su asombrosa reaparición continental.
La oportunidad que los
Golen aprovechan para regresar a Europa es producto del nacimiento, en el siglo VI,
del “monacato occidental”, tradicionalmente atribuido a San Benito de Nurcia. Realmente, sólo la ignorancia de los
europeos pudo sostener semejante atribución durante mil doscientos años;
empero, pese a que desde el siglo XVIII
se conoce en Occidente con bastante precisión la historia de las religiones del
Asia, todavía hoy en día hay quienes sostienen tercamente esa patraña, entre
ellos, el dogma oficial de la Iglesia Católica: mas, para comprobar el engaño,
sólo hay que tomar un avión, viajar al Tíbet, y observar allí los monasterios
budistas de los siglos III y II A.J.C., es decir, ochocientos años
anteriores a San Benito, cuyas reglas internas y construcciones son análogas a
las benedictinas. La oración y el trabajo eran allí la Regla, tal como en
la fórmula ora et lavora de San Benito;
pero, lo más importante, lo más revelador de la comparación, resultará sin
dudas el descubrir que los monjes tibetanos se dedicaban al oficio de copistas, es decir, de reproducir y
perpetuar antiguos documentos y libros, y a conservar y desarrollar el arte de
la construcción de Templos, igual que
los benedictinos. Y no hay que insistir, porque es suficientemente
conocido, que aquellos monasterios constituían centros de difusión religiosa
por la acción de los monjes misioneros y
mendicantes que allí se preparaban y enviaban por toda el Asia.
A la luz de los
conocimientos actuales, sin embargo, cualquier persona de buena fe ha de
admitir que la institución del monacato oriental data del siglo X
antes de Jesús, o sea, es por lo menos 1.400 años anterior a la aparición del
monacato occidental. Para refrescar la memoria a este respecto, conviene
recordar los siguientes datos: en primer lugar, que los himnos más antiguos del
Rig Veda y los Upanishads mencionan las comunidades brahmánicas munis y vrâtyas; en segundo lugar, que
en la Epoca de Buda, personaje histórico del siglo VII A.J.C., ya
existían âshrams desde cientos de años antes; y por último, que si la reforma religiosa budista se extiende
rápidamente en la India, China, Tíbet, Japón, etc., es porque ya existían los
grupos que se iban a transformar en Sanghas.
Pero no se trata de que
los benedictinos fuesen budistas o tuviesen algo que ver con el budismo sino de
que tanto los Sacerdotes
budistas, como los Sacerdotes benedictinos, obedecían secretamente a la
Fraternidad Blanca, verdadera Fuente Oculta del Monacato “Oriental” y
“Occidental”. La Fraternidad
Blanca, en efecto, fue autora de una obra titulada “Regla de los Maestros de
Sabiduría”, de difusión universal y que en Occidente era conocida desde el
siglo II como “Regula Magistri
Sapientiae” por numerosas sectas cristianas y también por los gnósticos
judíos. Así que, nada original habría en el monacato occidental el cual
respondería, por el contrario, a las más ortodoxas disposiciones que dictamina
la Fraternidad Blanca en la materia.
En los primeros siglos de
la Era Cristiana cuando el Imperio Roma-no admitía el “paganismo” y mantenía
contacto con los pueblos del Asia, se conocía perfectamente la existencia de la
vida monacal oriental; incluso hombres ilustres como Apolonio de Tiana,
contemporáneo de Jesús, habían viajado al Tíbet y recibido instrucción en sus
monasterios. Algunas sectas gnósticas, que llegaron a comprender y a oponerse a
los planes de la Fraternidad Blanca, han dejado testimonio de que ello se
conocía en las principales ciudades del Medio Oriente: Alejandría, Jerusalén,
Antioquía, Cesarea, Efeso, etc. Pero la institución de los monasterios no se
establece de la noche a la mañana: es necesario seguir un estricto proceso de
formación, un método que se conoce desde la época de la Atlántida y que los
Sacerdotes del Pacto Cultural han utilizado universalmente; con ese método los
Sacerdotes brahmanes impusieron el hinduísmo y los sacerdotes budistas, previa
deformación de la doctrina del Kshatriya Sidhartha, crearon el monacato budista
tibetano, chino, indio y japonés. Ese método determina que se debe comenzar por una etapa de
anarcomisticismo social, caracterizada por la proliferación de iluminados,
ermitaños, y Santos: esta fase tiene el objetivo de fomentar la creencia de que
la futura institución monacal es un producto espontáneo del pueblo, que nace y
se nutre del pueblo. De este modo los pueblos aceptarán naturalmente la
existencia y obra de los monasterios, y, lo que es más importante,
también lo aceptarán los Reyes y gobernantes. Y ese método infalible es
aplicable en cualquier pueblo y con el concurso de cualquier religión.
En el marco del
judeocristianismo, ya en el siglo I comienza
a aplicarse el método y así surgen en Medio Oriente multitud de ascetas y
Santos que se retiran a los desiertos y las montañas para vivir en soledad.
Durante los siglos II y III crece tanto la población de
anacoretas que muchos deciden juntarse bajo el mando de un Santo superior y el
orden de alguna regla: se constituyen entonces las comunidades de cenobitas; no
obstante, la comunidad de los cenobitas no alcanza aún el grado de unión
requerido para el modo de vida monacal pues cada miembro continúa con la vida
ermitaña y sólo se reúnen para orar y alimentarse. Y junto a los anacoretas y
los cenobitas, vagan por todas partes los “frailes errantes”, versión
occidental de los “monjes mendicantes orientales”. Para el siglo V,
las colonias de anacoretas y los cenobios, sumaban miles y miles de miembros en
Egipto, Palestina y Medio Oriente: en una sola diócesis de Egipto, Oxyrinthus,
vivían veinte mil ermitañas y cien mil ermitaños anacoretas, mientras que en
vida de San Pacomio existían siete mil monjes cenobitas en sus monasterios, que
llegan a cincuenta mil en el siglo V. Con esto le quiero ejemplificar, Dr.
Siegnagel, sobre la magnitud del movimiento premonacal, un movimiento que todos
sabían era de inspiración extremooriental.[13]
El momento propicio para instituir el monacato
occidental, y para difundir el engaño de que consistía en una creación original
judeocristiana, se iba a presentar después de la muerte del Emperador Teodosio,
en el año 395, cuando el Imperio Romano se reparte entre sus dos hijos
Arcadio y Honorio. Arcadio se establece en Constantinopla, dando inicio al
Imperio Romano de Oriente, que duraría hasta el año 1453. Honorio hereda el
Imperio Romano de Occidente, con Roma, que se deshacería ochenta años después
frente a la presión de las hordas bárbaras: luego del año 476, el Imperio de Occidente
se divide en múltiples Reinos romanogermánicos y comienza un proceso colectivo
de aislamiento y decadencia cultural. No sólo con el Asia quedan cortados los
lazos culturales sino con la misma Grecia; pero la sociedad europea ya estaba
preparada para la institución monacal: durante siglos había visto pasar a los
frailes errantes procedentes de Tierra Santa y escuchado las historias de los
anacoretas y cenobitas orientales; incluso muchos peregrinos viajaban a Tierra
Santa y allí adoptaban la vida ascética, conservando a su regreso las
costumbres adquiridas; en ese momento, siglo
VI, no existe zona montañosa
europea donde no habiten ermitaños cristianos. Pero una vez establecido el
orden de los monasterios, todos olvidarían el origen oriental de la institución
monacal.
Justamente, de los monasterios benedictinos saldrán
las copias y traducciones de los libros más fecundos de la cultura griega, que no tuvo institución monacal, y se
“perderá” todo vestigio de las culturas de Extremo Oriente; vestigios que
habían existido en el Imperio Romano y que misteriosamente desaparecen de
Europa al tiempo que “aparecen” los libros más adecuados para empujar a
occidente hacia el desastre espiritual del Renacimiento y la Edad Moderna, es
decir, los libros en que se expone el racionalismo y la especulación griega,
raíz de la “Filosofía” y de la “Ciencia” moderna. Nada se dirá, a partir
de la Cultura benedictina, sobre el origen Atlante de las civilizaciones
europeas, ni sobre las religiones de los pueblos del Asia, ni siquiera sobre la
de los recientes germanos, a quienes se obligará a olvidar sus Dioses y
creencias, y sus alfabetos rúnicos. Y nada se dirá, por supuesto, que pueda relacionar a la institución monacal
occidental con otras Culturas, que pueda despertar la sospecha de que lo
ocurrido en Europa es una historia repetida en otras partes, la conclusión de
un método de Estrategia Psicosocial para ejercer el control de las sociedades
humanas. Recién después del siglo IX,
por la presencia de los árabes en España, y del siglo XII, por la
transculturalización que causan las Cruzadas, algunos Espíritus alertas
advierten el engaño. Pero son pocos y ya será tarde para detener a los Golen.[14]
San Benito, que nació en el año 480, funda en
el 530 el monasterio modelo de Monte Cassino y redacta en el 534 su célebre
Regla. Que recibió instrucción
de los “Angeles” de la Fraternidad Blanca no caben dudas porque su Regula Monachorum es una fiel
reproducción de la Regula Magistri
Sapientiae. Al morir en el año 547, y “subir al Cielo por un camino
custodiado por Angeles” según presenciaron muchos monjes, las bases del
“monacato occidental” estaban echadas: ése era “el momento” larga-mente
esperado por los Golen para irrumpir en los países continentales de Europa.
En el siglo V los
Golen se encuentran concentrados mayormente en Irlanda y comienzan a
infiltrarse en la Iglesia Católica. Uno de los suyos es San Patricio, a quien
envían al Continente para estudiar la Doctrina Cristiana y tomar contacto con
miembros de la Fraternidad Blanca: regresa en el año 432, procedente de Roma,
investido de Obispo y con la autorización papal para evangelizar Irlanda.
Inmediatamente funda muchos monasterios, algunos realmente importantes como los
de Armagh y Bangor donde se celebrarían Sínodos y existirían escuelas
religiosas, en los que se apresuran a ingresar masivamente los Golen de Irlanda
y Gran Bretaña. Los siguientes ciento treinta años, desde la muerte de San
Patricio en 462 hasta la partida de San Columbano en el año 590, son empleados
por los Golen a fin de dar forma a la “Iglesia de Irlanda”, vale decir, a fin
de organizar su futuro asentamiento continental.
El año 590 señala “el
momento” histórico en que los planes de la Fraternidad Blanca para la
participación de los Golen empiezan a ejecutarse rigurosamente. El “lugar” donde los Golen
desarollarán el Colegio de Constructores de Templos ya está listo: son los
monasterios de la Orden de San Benito. Y ya ha sido elegido Papa el
monje benedictino Gregorio, que años antes en Constantinopla recibe la orden de
la Fraternidad Blanca de “convocar a los monjes irlandeses”, es decir, a los
Golen, e integrarlos a la Orden de San Benito. Nada más que esa llamada
necesitaban los Golen para actuar y en ese mismo año 590 parte hacia Francia
San Columbano, procedente del gran monasterio de Bangor, junto con doce
miembros de la plana mayor. En Francia se le suman seiscientos Golen y se
dedican a fundar monasterios basados en la Regula
Monachorum: cuentan en todo momento con el apoyo de San Gregorio Magno, quien
recibe a San Columbano en Roma más de una vez. Luego del de Anegray establece
el monasterio de Luxeuil, de vasta influencia en la región, y el famoso de San
Golen, a orillas del lago Zurich, entre muchos otros. San Columbano muere en el
año 615, en el monasterio lombardo de Bobbio, dejando su misión prácticamente
cumplida: cientos de monasterios en las Galias, en Suiza y en Italia, es decir,
en los antiguos asentamientos celtas, bajo la dirección de los “monjes
irlandeses”, Golen, e integrados a la Orden de San Benito.
Hay que recordar que en el
año 589 se desarrolla el III
Concilio de Toledo donde el Rey Recaredo, por influjo del Obispo de Sevilla San
Leandro, se declara “católico romano”, junto con la Reina y toda la corte del
Reino visigodo. No debe sorprender, pues, que los Golen se precipiten en España
a partir del nefasto año 590. Sin embargo, esa reaparición causó enorme
sorpresa a los Condes de Turdes Valter que no esperaban volver a ver a los
Golen en la península, por lo menos mientras durase en ella la ocupación goda.
Mas tal imprevisión tenía su causa en la suposición de que los Golen
permanecerían paganos y no se “someterían” a la Iglesia Católica: esta
suposición fue una ingenuidad, como la realidad se encargó de demostrarlo bien
pronto, pues los Golen
aspiraban a controlar a la Iglesia
Católica luego de “someterse” a ella. Los Condes de Turdes Valter,
que también pertenecían a la Iglesia y eran nobles hispano godos, emplearon
entonces toda su influencia para impedir la expansión benedictina en el Sur de
España, objetivo que lograron ampliamente: los Golen, como es lógico, se
afirmarían en el Norte de España, en las regiones célticas. Desde el monasterio
de Dumio, vecino a Braga, en la Lucitanía, y otros en Bierzo y en el extremo de
la cordillera cantabro asturiana que se denomina Picos de Europa, los Golen
emprenderían infinidad de incursiones en la Bética con el fin de destruir a la
Casa de Tharsis y robar la Espada Sabia. Toda una guerra secreta se libró desde
el siglo VIII, en la que los “monjes misioneros” Golen intentaban
aproximarse a la Villa de Turdes y los Señores de Tharsis los hacían ejecutar
sin piedad. Pero, por cada Golen benedictino que desaparecía sin dejar rastros
o aparecía asesinado en un camino por manos des-conocidas, concurrían dos en su
reemplazo, obligando a la Casa de Tharsis
a mantener, como antaño, un permanente estado de alerta. Expertos en magia
negra, y maestros en toda clase de Ciencias, emplearían cuanto sabían para
localizar la Caverna Secreta, mas siempre fracasarían. Al final, solicitarían
el auxilio de Bera y Birsa, como se verá más adelante.
Es evidente
que la inserción de los Golen en la Iglesia Católica no constituye un motivo
suficiente para descalificarla completamente. La razón es que los Golen se introducen
como “Sociedad Secreta” dentro de la Iglesia y, aunque sus intrigas comprometen
en más de una ocasión a la Iglesia toda, sus planes jamás son declarados
públicamente ni asumidos oficialmente por ésta. Por el contrario, en muchas
otras ocasiones personalidades verdadera-mente espirituales, auténticos
kristianos, han brillado en su seno. Conviene considerar entonces, a pesar de
que tal distinción no siempre sea fácil de determinar, como si existiesen dos Iglesias superpuestas: una, contra la que lucharon los Señores
de Tharsis, es la Iglesia Golen; así
la denominaré en otras partes y su definición irá surgiendo de la historia;
otra es la Iglesia de Kristos,
o Iglesia a secas, a la que
pertenecieron los Señores de Tharsis y el Circulus
Domini Canis, y a la que pertenecen muchos de los que están por el Espíritu
y contra las Potencias de la Materia, por Kristos Luz y contra Jehová Satanás.
Una es la Iglesia de la Traición al Espíritu del Hombre y otra es la Iglesia de
la Liberación del Espíritu del Hombre, una es la Iglesia del Demonio del Alma
Inmortal y otra es la Iglesia del Dios del Espíritu Eterno.
[1] R. Mendieta: Notar similitud
con el concepto de “polar opposite”
dentro del material de Mouravieff.
[2] R. Mendieta: Baal-Yah podría
tener alguna relacion fonética con Yahve.
[3] R. Mendieta: Esta conclusion
es asombrosamente coincidente con la conclusion de LKJ al respecto de los
hechos narrados en la Biblia.
[4] R. Mendieta: en
contraposición a lo que sostiene la Teosofía, la Fraternidad Blanca aparece
aquí como el instrumento que ha propiciado el “encadenamiento espiritual” de la
humanidad. Ver referencias a la “Fraternidad Blanca” en el material Casiopea,
así como las referencias a la “Brotherhood” en Bramley.
[5] R. Mendieta: Por supuesto que
las diferencias con respecto a la filosofía del Cristos en su encarnación como
Jesús pueden ser explicadas por la falsificación de la doctrina original
promulgada por al iniciado alrededor del cual se tejió la “leyenda” de Jesús,
falsificación cuya autoría puede aadjudicarse a los Ejecutores (ver “Greek
Enforcers” en el material Casiopea). Observar además que los C’s afirman que
Cristo NO sufrió de una crucifixión, con lo que esta parte de la historia del
Nuevo Testamento podría explicarse como uno de muchos intentos de la Hermandad
de la Serpiente por moldear la historia del Mesías según el patrón de la
historia de Navután, para darle a la misma una ascendencia milenaria y ligarla
a la teofanía de los Atlantes blancos, solo que de una manera pervertiva, con
vistas a servir sus propios intereses de Fuerza ocupadora y esclavizadota.
[6] R. Mendieta: Parece haber
aquí una contradicción con el material Casiopeo, puesto que si bien los C’s
afirman que la historia oficial de Jesús tal y como aparece en el Nuevo
Testamento es en gran medida el resultado de una falsificación deliberada,
ellos no obstante reconocen en la figura de Jesús a un iniciado cuya doctrina
original fue pervertida por la llamada Hermandad de la Serpiente y utilizada
como una instrumento más para la consolidación de una religión monoteísta dominante.
[7] R. Mendieta: El origen de
esta aparición es en extremo sospechosa, como todas las tienen como
protagonistas a cualquier ente que pide la instauración de un culto.
[8] R. Mendieta: El autor ha de
pretender que intuyamos a partir de esto una relación con el símbolo masónico
de la escuadra
[9] R. Mendieta: Por la manera en
que se esboza la idea hasta esta altura del texto, se hablaría aquí de una
conspiración Judía, y no de una conspiración Sionista. Las investigaciones de
LKJ tienden a establecer la realidad de la última, con claras indicaciones de
que una élite Sionista que aparenta ser la más acérrima defensora de los
intereses de todo el pueblo Judío es más bien una especie de quinta columna
resuelta a crear las condiciones para la eliminación del pueblo Judío y el
cumplimiento de la profecía apocalíptica del Armaggedon.
[10] R. Mendieta: Ver la
diferenciación que hace Fulcanelli entre la Cabala judía y la Kabala fonética y
comparar con lo expuesto aquí.
[11] R. Mendieta: Aquí hay un
paralelismo sorprendente con el material Casiopeo, hasta el punto en que se
describe la misión de los Golen utilizando la palabra “Ejecutores”, que más
clara y directamente traduce el término Casiopeo original de “Enforcers”.
[12] R. Mendieta: Aquí no se puede
evitar pensar en los paralelismos que se observan entre esta misión sinárquica
de la Fraternidad Blanca y la presente situación mundial, es pecialmente en la
alianza entre el fundamentalismo Cristiano representado por George W. Bush y el
Sionismo de Ariel Sharon
[13] R. Mendieta: Al margen de las
cuestiones de fondo que se han estado comentando a lo largo de este texto, se
debe obervar un detalle formal curioso: a lo largo del texto hay palabras no
compuestas de uso corriente que aparecen sin embargo separadas por un guión
(observar en párrafos anteriores Ro-mano, cono-cimiento, es-tuviese, etc.)
mientras que las palabras compuestas que es común separar por un guión aparecen
sin este (extremooriental, romanogermánicos, etc.). De manera especulativa se
puede sospechar algún tipo de clave oculta insertada dentro del texto, con la
utilización de estas palabras inacostumbradamente separadas por guión
funcionando como especie de marcadores a lo largo del texto, quizás como
posibles indicadores de inicios o términos de mensajes cifrados.
[14] R. Mendieta: Se sugiere de
manera velada que los místicos Sufíes pudieron haber sido factor influyente en
este “despertar” de algunos “espíritus alertas” a la naturaleza del Gran
Engaño. Viene a la mente con especial importancia el caso de Ibn al-‘Arabi, que
nació en Mursiya, alcualmente Murcia, justamente en el siglo XII, 1165 A.D., y
murió en 11240 A.D. Ver the Sufi Path of Knowledge.